Entonces, a lo mejor… este no sea el mejor plan que alguna vez se le ha ocurrido, pero sigue siendo un plan y tiene que servir.
La pequeña figura de Diana permanece junto a una puerta de color azul. Sus ojos leen las letras plateadas.«APARTAMENTO C10»Ha estado congelada, toda la mañana, memorizando ese número que había encontrado en los clasificados que ya nadie lee a estas alturas de la vida. Agarra el trozo de periódico de su bolsillo y, no por primera vez, verifica la dirección del alquiler. Lo menos que necesita es tener un momento incómodo con algún desconocido.Sin embargo, Diana todavía está congelada.¿Si se queda ahí lo suficiente, tal vez la puerta se abrirá?Eso es imposible, lo sabe. De todos modos, sus manos se niegan a colaborar. Ha sido así toda la mañana.Diana se pregunta cómo ser valiente.Invadida por ese pensamiento, logra dar unos golpes a la puerta del apartamento.Nada cambia. Sin respuesta. Ningún sonido que perturbe el ambiente descuidado del estrecho corredor. Diana frunce el ceño. ¿Acaso no había tocado?¿O será que lo imaginó y se está volviendo loca? Hunde sus manos temblorosas en los bolsillos y arruga el trozo de papel que ahora se sabe de memoria.«Se busca compañero de cuarto. Cocina y baño compartidos. Accesible. Debe ser aseado.»Junto a la nota hay un contacto telefónico. Son palabras muy poco llamativas para un anuncio de alquiler, pero fueron las frases que saludaron a Diana el día que fue a un kiosko a comprar cigarrillos para su tío.Han pasado dos semanas desde entonces. Catorce días para reunir suficiente determinación y poner en marcha el escenario que ha rondado la cabeza de Diana desde pequeña. Ese en el que logra escapar. Aquel en el que obtiene su libertad. Aquel en el que ella se deshace de la sombra de un hombre que se supone que la ama, pero lo hace de la manera incorrecta.No. Es más que incorrecta así que no puede de tan gentil.Considera volver a golpear la puerta; no obstante, sus manos se niegan a salir de sus bolsillos. Con un suspiro de resignación, Diana recorre el pasillo de piso rayado.El edificio de apartamentos se encuentra en una de las zonas menos bonitas de la ciudad, aunque podría ser peor. Diana piensa que es seguro y económico. Quizás no sean los estándares más altos, pero es todo lo que ella puede permitirse en este momento.¿O prefiere volver a ese infierno?Este pensamiento logra detener a sus pies. ¿Qué es lo que está haciendo? ¿Lista para ceder e irse a casa sólo porque no abrieron la puerta? ¿Qué le ocurre?Pero ella lo sabe, Diana sabe que una parte de ella se ha rendido incluso antes de escapar esta mañana. Porque la mayor parte de ella sabe que no existe manera de que esto funcione.Las cosas nunca van a cambiar.A no ser que haga algo al respecto.De pronto, oye una puerta cerrarse en la parte de atrás. Gira en redondo, sacudida por otra momentánea oleada de coraje que sin duda se disipará en poco tiempo, y logra caminar directamente hacia la única otra persona en el pasillo.Hay un ligero gruñido de sorpresa, Diana tropieza y retrocede por la fuerza del golpe contra esta persona.—¡Oh!Siente unas manos grandes agarrar su cintura y estabilizarla. Diana mira el suelo mientras tartamudea una disculpa. De ese modo, su coraje se evapora. Entonces escucha una risita avergonzada que suena un poco como un rayo de sol.—¡Perdón! Soy tan torpe. ¿Te lastimé, mi amor?Sus manos todavía rodean su cintura y ha agachado un poco la cabeza para mirarla. Diana cede a su curiosidad.Ilumina como el sol, de hecho. Esos ojos verdes brillan con sinceridad, del tipo que te deja saber que ves a las personas como personas y no formula respuestas educadas. El cabello castaño es corto y desordenado. Y él sonríe, el tipo de sonrisa que viene desde el corazón.—¿Qué?—Que si te lastimé —él ríe.Diana parpadea.—Yo… estoy bien. Perdóname tú —musita Diana después de un silencio demasiado largo, sintiendo que se sonroja.—¿Segura, linda?Él se mueve como si quisiera tocarle la mejilla y quitarle el pelo que medio oculta su rostro. Diana se tensa, pero se recompone.—Mierda, es cierto. —Él se aleja completamente de ella, con las mejillas calentándose un poco por la vergüenza. Suelta una risa nerviosa mientras mete la mano en los bolsillos de sus pantalones color canela y se balancea un poco sobre los talones—. Es que a veces olvido los límites. Especialmente con chicas hermosas como tú.Otra ola de calor inunda el rostro de Diana, quien trata de mantenerse tranquila.—Oh. Mm, ¿gracias?—Dios, otra vez te hice sentir incómoda. No es mi intención.—Tranquilo, está bien —susurra ella, dándose cuenta de cómo él la observa, como si estudiara sus rasgos. Es desconcertante, cada lugar en el que se centra su mirada causa que Diana se pregunte qué defecto está viendo.Diana no es estúpida. Para engañar a estas personas necesitaría de unos retoques en la apariencia y así combinar la madurez que lleva por dentro con la del exterior. Siempre ha sido difícil maquillarse y vestirse bonito a espaldas de su tío. “Solo quieres ser una puta” le gritaba él. A Diana le gusta el maquillaje y la ropa bonita. Pero la belleza no es una opción cuando él está cerca.Ahora no es cuestión de gustos, es cuestión de supervivencia. Diana había requerido de mucha determinación para pintarse los labios y ponerse un crop top atrevido y unos jeans ajustados. La sudadera negra de tamaño grande le había servido para pasar desapercibida, y solo se soltó su melena roja cuando estuvo a tres cuadras de distancia. La mirada analítica de Marco la está haciendo dudar de sus esfuerzos.Pero luego él le guiña el ojo.—Me llamo Marco.Extiende una mano y Diana, suspirando de alivio, la acepta. Sus dedos son largos y la sorprende totalmente cuando le besa los nudillos, mirándola fijamente.—Es todo un placer para mí conocerte.Ella tiene que recordarse respirar.—Yo s-soy Diana.—Un nombre precioso, Diana. ¿Vives por aquí? Si se puede saber, claro. —Marco la suelta no sin antes darle un suave apretón.Diana carraspea.—Este… no. Bueno, quiero, pues vivir aquí. Es decir, yo vi un anuncio.A él parecer no importarle en lo más mínimo que ella tenga dificultades para formar oraciones coherentes.—Con que un anuncio, ¿eh? ¿Y para qué apartamento?—Pues, ¿C10? —lo dice como una pregunta y Marco alza las cejas.—¡Pero claro! —Su palma golpea su frente mientras salta sobre los dedos de sus pies, y Diana se distrae por la forma en que Marco no solo se expresa con sus manos, sino con todo su cuerpo—. Se me había olvidado que Eric publicó eso.—Hmm, ¿Eric? —cuestiona Diana, tratando de seguir el ritmo.Hay algo ligeramente abrumador en la personalidad de Marco, es chispeante, como mirar directo al sol. De repente, Marco se endereza con una severidad burlona, como si fuese un militar.—Mi hermano mayor —gruñe Marco y vuelve a adoptar su postura relajada.Diana parpadea, confundida. ¿Eso qué significa? ¿Su hermano es militar?—Vaya.—Sí. Hace como un mes que publicó ese anuncio en busca de un compañero de cuarto, pero no habíamos recibido ninguna respuesta. Entonces, ¿estás interesada?Diana prefiere asentir con la cabeza y dejar que Marco lidere la conversación, dándose cuenta de que este hombre vive en el apartamento C10.—Bueno, bueno. Podría mostrarte el lugar ahora. ¿O es que agendaste una cita con Eric para ver el apartamento?—Pues la verdad no.Diana entiende que es extraño. Aparecer sin previo aviso no es exactamente lo más educado. Sin embargo, ella todavía tiene el teléfono que le dio su tío y a él le gusta monitorear sus llamadas, para asegurarse de que su ‘princesa Di no se metiera en problemas’.—Es que, mm, estaba resolviendo unos pendientes. Y pensé en pasar por aquí... —Ella lo deja colgar allí. ¿Suena tan tonto como se siente?El rostro de Marco se vuelve pensativo.—¿Fuiste tú quien golpeó la puerta hace un minuto?Diana asiente. El aire en el pasillo es demasiado cálido y se siente pegajoso contra su abdomen desnudo. Ante su asentimiento, Marco sonríe.—Creí que había haber escuchado algo. Estaba atrás y no estaba muy seguro. Pero ya, qué estamos esperando. —Él gira sobre sus talones—. ¿Vamos, linda?Una llave encaja en la cerradura y Diana se muerde el labio mientras entra al apartamento. Camina despacio detrás de Marco, observando cómo él cuelga su bolsa de mensajero en un gancho en la pared, donde cuelgan unas cuantas chaquetas justo detrás de la puerta principal. Hay una estera bajo sus pies, una mesita a su derecha con una pequeña pila de correo. Sólo ha visto alrededor de un metro del apartamento y la palabra “ordenado” invade su mente. Marco se quita las botas y Diana imita su ejemplo. Él tiene calcetines negros y no oculta su diversión cuando ve los de ella: son blancos con rayas de neón rosa, un marcado contraste con los tonos maduros del resto de su ropa. Diana se sonroja a pesar de que Marco se ahorra cualquier comentario, y lo sigue hasta el interior del apartamento. La habitación se amplía, el cálido bronceado se extiende hasta la pared de ventanas en el otro lado de la habitación. La luz entra a raudales. Diana se encuentra avanzando y girándose para ver lo brilla
—Fecha de nacimiento —exige saber Eric sin dejar de mirarla fijamente. Es un desafío y Diana lo recita perfectamente. —3 de noviembre del 2005. Es la misma fecha solo que dos años antes que la verdadera. Lo ha ensayado durante dos semanas. Puede ver a Eric realizando los cálculos mentalmente hasta que hunde el entrecejo. —¿Estás trabajando? —Sí. Para su sorpresa, él no pregunta dónde es que trabaja. Es un alivio para ella no tener que usar esa mentira y hundirse en el barco aun más. A los dieciséis años, Diana había obtenido el bachillerato sin el conocimiento de su tío. Le había costado algo de esfuerzo y un puñado de firmas falsificadas en las que se había vuelto demasiado buena, pero logró conseguirlo. Los siguientes dos años ella dedicó cada hora que habría estado en la escuela a trabajar debajo de la mesa en un trabajo que odiaba. Sin embargo, cada billete que escondió en casa fue guardado, escondido y creciendo hasta convertirse en un salvavidas al que se aferraría en sus
Diana se toma su tiempo. Organiza su ropa en el estante superior del armario. Coloca sus zapatillas y botas en el suelo. Acomoda su saco de dormir a lo largo de la pared del fondo. Enchufa el cargador y la pequeña lámpara.Todo es completamente suyo. Diana no se había llevado nada que perteneciera a su tío. Él nunca podrá acusarla de eso.Poco tiempo después, una vez que Diana termina, se recuesta y recupera el aliento.Al fin está aquí. Ha cumplido el objetivo. Está orgullosa por eso.Ella le dice a Marco que va a salir un rato, él la saluda desde su lugar en el sofá, con la cabeza inclinada sobre su cuaderno de bocetos.—¡Por cierto! ¡La llave está en el mostrador! —él le avisa, como si de repente lo recordara, y ella se desvía hacia la cocina.Hay un juego de llaves en un pequeño llavero con su nombre escrito, encima de una nota adhesiva: «Si las pierdes, las reemplazas».Esto no es obra de Marco. Diana frunce el ceño mientras toma las llaves.“gracias, Eric” piensa sarcástica y se
Amanece el sábado y Diana se levanta tarde a su pesar. No es que sea propensa a dormir hasta tarde, pero esta pequeña ventana no da al sol y las sombras la arrullan para dormir en las profundidades de su consciencia. Está un poco atontada cuando sale de su habitación, pensando en la ducha que la despertaría. Está alcanzando la manija de la puerta del baño cuando de repente se abre.Diana parpadea con sorpresa ante la mujer parada allí, envuelta sólo en una toalla. Es sorprendente, es lo único en lo que Diana realmente puede pensar. Tiene rasgos afilados pero bonitos, cabello oscuro y corto, piel rica y oscura, y parpadea hacia Diana como si estar allí fuese la cosa más natural del mundo.—Ah, discúlpame, chiquita. El baño es todo tuyo.Pasa junto a Diana con facilidad, y Diana la mira en un silencio atónito mientras ella se gira sin dudarlo y entra en la habitación de EricDiana sacude la cabeza y luego vuelve sacudirla como si eso fuera a cambiar lo que acaba de ver. Luego, aturdida
Eric se esfuma del apartamento, lo cual es bastante normal, aunque a Diana, por primera vez, le resulta… irritante. Su ausencia.Lidia con estas emociones mientras considera cómo va a contarle esto a Marco. Hace todo lo posible para no soltar sus dudas tan pronto como él entra por la puerta aproximadamente una hora después.Al final logra esperar hasta que él se sienta a su lado y toma el control remoto antes de hablar.—Te cuento que conocí a Fernanda hoy… o algo así.Marco la sorprendió lanzando un suspiro de descontento y recostándose dramáticamente sobre los cojines.—Caramba. Y yo con muchas ganas de ser quien las presentara una a la otra. Fernanda siempre me roba toda la diversión.Diana se aclara la garganta.—Bueno, técnicamente no nos presentamos ni nada por el estilo. Es que me crucé con ella en el pasillo. Eric me explicó… quién era.Por alguna razón, Diana omite la parte donde pensó que era la novia de Eric. Se siente inapropiado.Las cejas de Marco se elevan ante eso.—¿E
Marco le da un apretón afectuoso a la rodilla de Diana, lanzándole una sonrisa cariñosa antes de levantarse del sofá. Está acostumbrado a esto. Es muy común que Eric necesite hablar con él. Si deja algún desorden, si se salta demasiadas clases de la universidad. Eric siente la necesidad de darle un sermón. Es más divertido que irritante. Es una manera de completar todos los años que Eric se perdió de ser su hermano mayor. Marco normalmente permite que Eric lance su severa corrección con muy poca discusión. Marco sigue a Eric por el pasillo, resistiendo el impulso de silbar, sabiendo que en ese momento probablemente molestará a Eric. Entran en la habitación de Marco y la puerta se cierra. —¿Qué crees que estás haciendo? Eric suele empezar sin preámbulos, pero esta vez Marco está totalmente perdido. —¿Con respecto a…? Eric se cruza de brazos. —Esa niña tiene la mitad de tu edad, Marco. Marco retrocede como si lo hubieran golpeado, la burbuja de silencio sorprendido estalla cuando
A Diana no le agrada Fernanda.Lo intenta y lo vuelve a hacer. Escucha historias, aunque no tenga ni la mínima idea de qué habla Fernanda. Fingir una risa por sus chistes oscuros y lascivos que hacen enrojecer las mejillas de Diana.Fernanda acaba de llegar esa noche y ha enviado a Eric a buscar pizza. Él atendió su petición con una disposición sorprendente. Ahora Diana desea haber escapado con Eric de alguna manera.Un silencio estoico e inquietante sería un alivio para ella en estos momentos.Fernanda está decidida a pasar tiempo con Diana. Marco está emocionado de ver a su hermana, espera que ambas se lleven bien. Pero Fernanda es abrumadora. Un poco demasiado... invasiva.Tiene una personalidad vibrante que provoca risas en la habitación con una fuerza explosiva. Es delgada, deslumbrante, hace reír tanto a Marco que llora, y Diana se sienta preguntándose de manera completamente impasible por qué no podía ser así de llamativa.Como esas chicas de la escuela secundaria que encajan e
—¿Quién es Vicky? —cuestiona Diana unos minutos más tarde, saboreando su tercera rebanada de pizza. En todas las historias de los hermanos, se ha mencionado el nombre varias veces. Han regresado a la sala de estar, así que los cuatro se han acomodado cada uno en un lugar preferido. Fernanda le lanza una mirada a Marco desde donde está sentada en el piso, preguntándole sin preguntar a su hermano cuánto sabe Diana de sus vidas. Marco se recuesta en una esquina del sillón largo mientras Diana ocupa la otra esquina. —Vicky estuvo un tiempo con nosotros. En ese momento era solo una bebé, pero nos mantuvimos en contacto. Ella fue adoptada por otra familia. Nos ofrecemos a cuidarla cuando es necesario. De hecho, la vas a conocer mañana. Eric, en el sillón individual, exhala un leve suspiro involuntario. —Sí, Vicky es difícil de controlar, pero es un amor —dice Fernanda, rodando los ojos—. Estará aquí como a eso de las ocho. Recogen los platos. Diana busca una bolsa de basura cuando Marco