El aire en la sala de terapia intensiva era pesado, impregnado de un silencio tenso interrumpido solo por los sollozos de Dalton. Con cada intento de levantarse, su cuerpo temblaba, como si cada nervio estuviera gritando en protestas.Alice, sentada en una silla al lado de su cama, observaba cómo él luchaba con cada movimiento. Su corazón se rompía con cada grito desgarrador que escapaba de los labios de Dalton.—¡Ah, Maldición! ¡No puedo! —Gritó el ojiverde, con su voz resonando en las paredes blancas—. ¡Sáquenme de aquí! ¡No puedo soportarlo más!Alice se acercó, tomando su mano con suavidad, pero él la apartó bruscamente, como si su toque le recordara el dolor que estaba sufriendo.—Dalton, por favor… —Dijo ella con la voz temblorosa—. Solo un poco más. Estás haciendo un gran esfuerzo.Él cerró los ojos con fuerza, tratando de concentrarse en algo más que no fuera el ardor que le recorría las piernas. En su mente, recordaba los momentos que vivió junto a Alice previos al disparo qu
Alice se sentó en el sillón de la habitación de hospital de Dalton, mirando por la ventana mientras el sol comenzaba a ocultarse. Las sombras se alargaban sobre el suelo, y ella se sintió atrapada entre la luz y la oscuridad. Su mente seguía regresando a aquel momento: la propuesta de matrimonio de Dalton.Las palabras resonaban en su cabeza como un eco incesante. Dalton había estado tan seguro, tan esperanzado.—Alice, quiero pasar el resto de mi vida contigo. ¿Quieres casarte conmigo? —. Le repitió al ver que esta no reaccionaba. La imagen de su rostro, iluminado por la luz del atardecer que atravesaba la ventana de la habitación, era casi dolorosa de recordar. Y, sin embargo, ella había cambiado de tema como si fuera un acto reflejo.Un suave golpe en la puerta la sacó de sus pensamientos. Era Dalton, quien regresaba de sus terapias en la piscina del hospital, como siempre, con esa sonrisa que iluminaba cualquier habitación. Pero hoy, esa sonrisa no alcanzó a llegar a sus ojos.—H
Ojo por ojoSiciliaEl odio que sentía hacia ella era un fuego ardiente que nunca se apagaba. Damián había sido su aliado, su amante incluso, pero todo se había desmoronado cuando ella decidió traicionar su confianza, al divulgar su pequeño encuentro. Ahora, esa traición sería su perdición.Se levantó lentamente del banco frío donde había estado sentado durante horas. Cada paso resonaba en la celda vacía como un tamborileo macabro. Tenía un plan, uno que no solo le permitiría escapar, sino también llevar a cabo su venganza. El fuego artificial no era solo un espectáculo; era una distracción perfecta para hacer lo que necesitaba hacer.Mientras Damián comenzaba a trazar los detalles en su mente, recordó cómo había logrado infiltrarse en los sistemas de seguridad del complejo penitenciario. Había utilizado a algunos informantes dentro del mundo criminal para obtener información sobre las debilidades del lugar. Su astucia le había permitido orquestar este escape como si fuera una obra mae
Cuando llegó a la mansión Monroe, lo que encontró fue desolador. Las llamas danzaban entre los escombros y gritos llenaban el aire. Policías y bomberos trabajaban frenéticamente, tratando de controlar el desastre. Alice sintió que sus piernas flaqueaban al ver cómo la mansión se convertía en cenizas.Se acercó a un oficial, tratando de mantener la calma mientras le preguntaba información.—Disculpe, oficial. Yo vivo aquí… ¿Encontraron algún herido? —Farfulló desesperada, con la voz quebrada.El hombre le miró con compasión, pero también con una seriedad abrumadora:—Lo siento, señorita, estamos intentando localizar a todos los posibles atrapados. —Respondió el oficial para luego continuar con su trabajo.Alice no podía esperar más; necesitaba saber si los empleados de Dalton que ella había conocido, seguían con vida. Así que comenzó a rodear la casa, buscando la oportunidad para meterse sin ser detenida. Y cuando nadie estaba mirándola, se adentró entre los restos humeantes, llamando a
Segunda faseLa explosión del auto retumbó en el aire, un rugido violento que sacudió el entorno. Alice fue lanzada hacia atrás, su cuerpo girando descontroladamente en un torbellino de humo y escombros. El calor la envolvía mientras caía, y el mundo alrededor de ella se desdibujaba en una mezcla de luces brillantes y sombras oscuras.Cuando finalmente aterrizó, lo hizo con un golpe sordo contra el suelo. La tierra vibró con la fuerza del impacto, y el polvo se levantó a su alrededor como un manto gris que la cubría. Abrió los ojos lentamente; todo estaba borroso. Las luces a su alrededor filtraban a través de una nube de confusión, y los sonidos parecían venir de lejos, como si estuviera bajo el agua.Los pitidos en sus oídos eran ensordecedores, casi como si el eco de la explosión aún retumbara dentro de su cabeza. Se esforzó por escuchar, pero solo logró captar fragmentos de voces entremezcladas: gritos, órdenes urgentes y el zumbido incesante de sirenas que se acercaban.Desorienta
“Testamento”—Tendrás que casarte conmigo —Repitió Dalton al ver la parálisis de Alice, volvió a recostarse en la pared cruzando los brazos con una expresión de desafío en su rostro, mientras que las luces del exterior que se filtraban a través de las ventanas, le iluminaban el rostro creando en él sombras que añadían misterio a su expresión.Alice lo miró, con la incredulidad pintada en sus ojos.—¿Estás bromeando? ¿Acaso me están jugando algún tipo de enferma broma pesad? —Masculló haciendo aspavientos y luego centró su atención en Nicholas —. ¿De verdad crees que esto es una opción? No puedo creer que tú hayas planeado esto... ¿Así es como planeas recuperar el tiempo perdido conmigo? ¡Casándome con él! —Bramó furiosa y terminó señalando a Dalton con expresión de desagrado.Dalton se encogió de hombros, como si la situación le resultara indiferente. El ojiverde estaba experimentando muchas emociones negativas en este momento por la destrucción de su casa, esa que había sido el hogar
Alice estaba de rodillas frente al espejo, su reflejo, mostrándole a una novia que aún no podía reconocer del todo. El vestido blanco, delicado y etéreo, parecía pesarle más que nunca. Cada pliegue y cada encaje le recordaban la magnitud de lo que iba a suceder en cuestión de minutos. Temblaba, no solo por los nervios, sino por la mezcla de emoción y miedo que la invadía.—¿Por qué estoy tan nerviosa? —Murmuró para sí misma, apretando las manos sobre sus muslos. La habitación, decorada con flores frescas y luces suaves, parecía burlarse de su ansiedad.En ese momento, la puerta se abrió y su tía Elizabeth entró con paso decidido. La mujer siempre había sido un pilar en la vida de Alice, aunque ahora no estaban en los mejores términos entre ellas, siempre había estado llena de consejos y abrazos reconfortantes, los cuales habían hecho de la castaña la mujer que era ahora. Pero, al ver a Alice en esa posición tan vulnerable, su corazón se apretó.—Alice, cariño. —Dijo Elizabeth con voz s
Moscú, quien estaba más cerca de la entrada, se puso de pie y detuvo a Malek antes de que se acercara más al altar, mientras que con un rápido movimiento desenfundó su pistola y le apuntó al pelinegro al pecho. —¡Moscú no!— Gritó Alice desde el fondo de su corazón. Mia abrazó rápidamente al pequeño Sami y le cubrió los ojos, al tiempo que Dalton empuñó sus manos y quiso caminar hacia ambos hombres, pero de inmediato Alice lo detuvo tirando de su brazo. —Tú no te metas— Ordenó la castaña entre dientes, mientras que le clavaba las uñas en el brazo. —¡Dios santo! —Exclamó Catherine llevándose ambas manos a su pecho. —Él es mi sobrino, no le hagas daño— Pidió Edward interponiéndose entre Moscú y Malek. —Dejamos bien en claro que esta era una reunión privada y ya es bastante que tú y tu mujer estén aquí— Sentenció Moscú aun con su pistola en alto. Alice y Elizabeth corrieron hasta Moscú y mientras que Elizabeth lo sujetó para llevárselo fuera del salón, Alice le arrebató el arma y l