Alice, al salir al pasillo, siente que su corazón late con fuerza, tanto que pareciera que se le saldría por la boca en cualquier momento. La luz tenue ilumina las paredes, pero el silencio es abrumador. Cada paso que da resuena en el suelo vacío, y la sensación de soledad la envuelve. Parece que todos han desaparecido en un abrir y cerrar de ojos, dejándola atrapada en esta situación.Con preocupación creciente, decide avanzar hacia la escalera de emergencia, pensando que tal vez allí encuentre a alguno de los guardaespaldas o a alguien que pueda explicarle lo que está pasando. A medida que se acerca a la puerta del final del pasillo, escucha un murmullo distante. Su corazón se acelera; tal vez no está tan sola después de todo.Al abrir la puerta, se encuentra con una pequeña sala de reuniones. Las luces parpadean, y la tensión en el aire es palpable. En una esquina, ve a un par de hombres hablando en voz baja; sus rostros son serios y concentrados. Alice retrocede instintivamente pa
La parcaAlice sintió cómo el tiempo se detuvo en ese instante, el sonido del disparo quedó resonando en sus oídos como un eco aterrador. La imagen de Dalton, su rostro iluminado por la confusión y el miedo, pero a la vez se lo veía calmado, sin duda, su expresión se grabó en la mente de la joven. Ella se aferra a su torso una vez más, con sus dedos temblando, totalmente incapaces de soltarlo.Dalton, aunque estaba herido, intentó sonreírle para tranquilizarla. Su mano aún temblorosa acarició su mejilla una vez más, tratando de infundirle un poco de calma en medio del caos.—Alice, escucha— dijo con voz firme, pero suave —no mires atrás. Solo concéntrate en mí. Estaré bien, no es tan grave como parece, lo juro. Aunque duele como los mil demonios, sé que puedo soportarlo. —Añadió jadeando un poco.Mientras que las luces cálidas de la habitación parpadeaban cada tanto por lo viejas que eran a iluminándolos a medias con su luz blanca amarillenta, Alice sintió que su corazón latía estaba
Elizabeth no tuvo más argumentos que dar, solo bajó la cara y guardó silencio. Nicholas asintió levemente con un atisbo de decepción en sus ojos, luego la rodeó y salió de la habitación para ir a encontrarse con Alice y Dalton y llevárselos al hospital.El motor de la camioneta rugía mientras Nicholas giraba con habilidad por las calles mojadas, salpicando charcos que reflejaban las luces de neón de la ciudad. En la parte trasera, Dalton y Alice compartían un espacio que, aunque pequeño, estaba cargado de una tensión palpable. La herida de Dalton era grave; el paño blanco que Alice apretaba contra su costado se tornaba cada vez más rojo.—¡Vamos, Nicholas! ¡Acelera! —Gritó Alice, con su voz temblando por el miedo que le apretaba el pecho.Miró a Dalton, cuyos ojos estaban medio cerrados, y sintió un nudo en la garganta.—¡Dalton! ¡Mírame! —Exigió zarandeándolo un poco—¿Alice? —Murmuró él, apenas consciente. Su voz era un susurro, y su palidez era alarmante. La sangre empapaba el paño
La cirujana mantuvo su mirada fija en ellos y respondió:—No quiero adelantarme a nada, ni darles falsas esperanzas; cada caso es único. Solo les pido paciencia y confianza en el equipo médico…Alice sintió que el mundo giraba a su alrededor mientras absorbía cada palabra. La incertidumbre era abrumadora; no sabía si debía llorar o mantenerse fuerte. Con voz apenas audible preguntó:—¿Cuánto tiempo tenemos que esperar?La cirujana se quedó en silencio unos segundos antes de responder:—Las próximas 24 horas son cruciales…Alice cerró los ojos brevemente, tratando de contener las lágrimas mientras pensaba en Dalton. Sabía que debía ser fuerte por él, aunque el miedo comenzaba a apoderarse de ella nuevamente.Nicholas tomó la mano de Alice entre las suyas y le dijo suavemente:—Vamos a salir adelante… juntos. Yo me encargaré de que reciba la mejor atención y me encargaré de todos los gastos —Aseguró.—Si me disculpan, necesito tomar un poco de aire— Musitó mientras que se ponía de pie p
El aire en la sala de terapia intensiva era pesado, impregnado de un silencio tenso interrumpido solo por los sollozos de Dalton. Con cada intento de levantarse, su cuerpo temblaba, como si cada nervio estuviera gritando en protestas.Alice, sentada en una silla al lado de su cama, observaba cómo él luchaba con cada movimiento. Su corazón se rompía con cada grito desgarrador que escapaba de los labios de Dalton.—¡Ah, Maldición! ¡No puedo! —Gritó el ojiverde, con su voz resonando en las paredes blancas—. ¡Sáquenme de aquí! ¡No puedo soportarlo más!Alice se acercó, tomando su mano con suavidad, pero él la apartó bruscamente, como si su toque le recordara el dolor que estaba sufriendo.—Dalton, por favor… —Dijo ella con la voz temblorosa—. Solo un poco más. Estás haciendo un gran esfuerzo.Él cerró los ojos con fuerza, tratando de concentrarse en algo más que no fuera el ardor que le recorría las piernas. En su mente, recordaba los momentos que vivió junto a Alice previos al disparo qu
Alice se sentó en el sillón de la habitación de hospital de Dalton, mirando por la ventana mientras el sol comenzaba a ocultarse. Las sombras se alargaban sobre el suelo, y ella se sintió atrapada entre la luz y la oscuridad. Su mente seguía regresando a aquel momento: la propuesta de matrimonio de Dalton.Las palabras resonaban en su cabeza como un eco incesante. Dalton había estado tan seguro, tan esperanzado.—Alice, quiero pasar el resto de mi vida contigo. ¿Quieres casarte conmigo? —. Le repitió al ver que esta no reaccionaba. La imagen de su rostro, iluminado por la luz del atardecer que atravesaba la ventana de la habitación, era casi dolorosa de recordar. Y, sin embargo, ella había cambiado de tema como si fuera un acto reflejo.Un suave golpe en la puerta la sacó de sus pensamientos. Era Dalton, quien regresaba de sus terapias en la piscina del hospital, como siempre, con esa sonrisa que iluminaba cualquier habitación. Pero hoy, esa sonrisa no alcanzó a llegar a sus ojos.—H
Ojo por ojoSiciliaEl odio que sentía hacia ella era un fuego ardiente que nunca se apagaba. Damián había sido su aliado, su amante incluso, pero todo se había desmoronado cuando ella decidió traicionar su confianza, al divulgar su pequeño encuentro. Ahora, esa traición sería su perdición.Se levantó lentamente del banco frío donde había estado sentado durante horas. Cada paso resonaba en la celda vacía como un tamborileo macabro. Tenía un plan, uno que no solo le permitiría escapar, sino también llevar a cabo su venganza. El fuego artificial no era solo un espectáculo; era una distracción perfecta para hacer lo que necesitaba hacer.Mientras Damián comenzaba a trazar los detalles en su mente, recordó cómo había logrado infiltrarse en los sistemas de seguridad del complejo penitenciario. Había utilizado a algunos informantes dentro del mundo criminal para obtener información sobre las debilidades del lugar. Su astucia le había permitido orquestar este escape como si fuera una obra mae
Cuando llegó a la mansión Monroe, lo que encontró fue desolador. Las llamas danzaban entre los escombros y gritos llenaban el aire. Policías y bomberos trabajaban frenéticamente, tratando de controlar el desastre. Alice sintió que sus piernas flaqueaban al ver cómo la mansión se convertía en cenizas.Se acercó a un oficial, tratando de mantener la calma mientras le preguntaba información.—Disculpe, oficial. Yo vivo aquí… ¿Encontraron algún herido? —Farfulló desesperada, con la voz quebrada.El hombre le miró con compasión, pero también con una seriedad abrumadora:—Lo siento, señorita, estamos intentando localizar a todos los posibles atrapados. —Respondió el oficial para luego continuar con su trabajo.Alice no podía esperar más; necesitaba saber si los empleados de Dalton que ella había conocido, seguían con vida. Así que comenzó a rodear la casa, buscando la oportunidad para meterse sin ser detenida. Y cuando nadie estaba mirándola, se adentró entre los restos humeantes, llamando a