—¿Hola? —dijo, su voz cargada de tensión.La voz de Alfa resonó al otro lado de la línea, fría y burlona.—Veo que sigues intentando salvar a tu preciado Samuel. Qué conmovedor. Pero te aseguro que es una causa perdida.Gabriel sintió una ola de rabia al escuchar esas palabras.—No importa lo que digas, Alfa. No me rendiré. Encontraremos una manera de liberarlo.Alfa soltó una risa cruel.—Oh, Gabriel, siempre tan testarudo. Pero déjame darte un consejo. Samuel ya no es el mismo. Se ha ido, y nunca volverá a ser quien fue. ¿Realmente vale la pena arriesgarlo todo por él?Gabriel apretó el teléfono con fuerza, sintiendo cómo la ira y la desesperación se mezclaban en su interior.—Sí, vale la pena. Porque es la única manera de detenerte y liberar a todos los que has manipulado.Alfa respondió con un tono burlón.—Muy bien, Gabriel. Veamos hasta dónde llega tu determinación. Pero te aseguro que este juego no terminará como esperas.Con eso, la llamada se cortó abruptamente, dejando a Gab
El líder de los mercenarios caminaba hacia la celda de Dalton, con su rumbo fijo, mientras que el sonido de sus botas resonaba en el pasillo de piedra, mezclándose con el eco de los gritos lejanos de otros prisioneros que habían sido capturados por órdenes de Alfa, siendo los vivos ejemplos de los crímenes cometidos por el líder de la agencia. Dalton, con el rostro demacrado y la mirada perdida, apenas levantó la cabeza cuando se abrió la puerta de su celda. El líder de los mercenarios se adentró en esta, con la mirada fija en la cabeza a gachas de Dalton, su mirada estaba enmarcada por su habitual semblante inescrutable; se acercó al castaño lisiado con pasos firmes, seguido de cerca por dos de sus guardias armados, como si Dalton pudiera defenderse en su estado deplorable. Dalton alzó la vista, manteniendo su cara póker y solo mantuvo su calma.—Dalton, Dalton, Dalton… —Musitó el líder fingiendo un tono amigable, sin dejar su postura fría y autoritaria. —Es hora de irse.Dalton revo
Pasaron varias horas en el aire, durante las cuales Dalton no pudo evitar reflexionar sobre su situación. Estaba secuestrado, prisionero de Alfa y sus mercenarios, sin saber qué le esperaba en Nueva York. La incertidumbre lo consumía, pero también lo veía como una oportunidad única de volver a ver a Samuel, solo debía buscar la manera de informarle sobre su llegada a Nueva York y así quizá su hijo iría a sacarlo. El soldado a cargo de él, estaba sentado frente a él, en los asientos del otro lado del avión, manteniendo una vigilancia constante. De vez en cuando, levantaba la vista de sus documentos y dirigía una mirada fría hacia Dalton, recordándole que cualquier intento de fuga sería como ponerse una diana de tiro en la frente.Finalmente, el avión comenzó a descender en un aeropuerto clandestino. Las luces de Nueva York brillaban a lo lejos, como un faro de esperanza en medio de la oscuridad. Dalton sabía que este era solo el comienzo de un nuevo capítulo en su vida, uno que estaría
Dalton intentó recomponerse, aunque sus manos temblaban y su voz se quebraba bajo el peso del momento. No podía creer nada de lo que estaba pasando, el chico que tenía en frente en efecto era su hijo, al menos en el exterior, pero su mirada le decía todo lo contrario. Era como si fuese un androide, frío, inhumano, totalmente ajeno a su entorno.—Samuel —Musitó el ojiverde con la voz quebrada, buscando la más mínima señal de su hijo en aquella figura fría y transformada. Luego levantó la vista hacia Alfa con el rostro lleno de rabia. —¿Qué le has hecho? ¡Él es mi hijo, no una de tus malditas marionetas de guerra!Alfa dio un paso al frente, sin perder su semblante tranquilo, como si disfrutara de cada segundo de la confrontación.—Le he dado un propósito. —Respondió, cruzando los brazos con altanería. —Algo que tú nunca le diste. Ahora él es perfecto: fuerte, invencible, sin dudas ni debilidades emocionales que lo frenen.Dalton golpeó con los puños los apoyabrazos de su silla de ruedas
Elena se pasó una mano por el cabello, controlando la ráfaga de rabia y frustración que amenazaba con desbordarla. Sabía que no podía permitirse perder la compostura, no cuando todo pendía de un hilo.—Necesitamos un informe inmediato de daños. —Exigió al analista, quien asintió nerviosamente antes de volver a su terminal.—Agente Vega. —Intervino Gabriel con tono grave. —Es peor de lo que creíamos.Elena giró hacia él, con una mirada que demandaba explicaciones.—Alfa no solo está sembrando el pánico ni desactivando sistemas aleatoriamente. Están organizados. Sus ataques han comprometido todos los accesos a nuestras bases de datos principales. —Gabriel hizo una pausa para revisar un monitor parpadeante. —Y tengo motivos para creer que ya se han llevado información crítica. Nombres, ubicaciones, operaciones en curso… Todo. Nuestros agentes encubiertos y los civiles del programa de protección a testigos están expuestos.Un silencio helado cayó sobre la sala de mando. Elena sintió que un
Elena frunció el ceño, mientras que su mente trabajaba a toda velocidad. Aislar a la agencia no solo era una maniobra para desorientarlos, era un claro mensaje: Alfa tenía el control.—¿Hay alguna ruta de comunicación aún operativa? Incluso las no oficiales. Necesitamos contactar con nuestros equipos externos. —preguntó, su tono casi cortante.El analista dudó antes de asentir.—Hay una, pero es inestable. Es un sistema de respaldo antiguo que no ha sido utilizado en años. Podríamos usarlo, pero no sé si aguantaría mucho tráfico.—Hazlo funcionar. —ordenó Elena sin dudar—. Cualquier cosa es mejor que quedarnos a ciegas.Gabriel intervino de nuevo, señalando el nivel de vulnerabilidad.—Si usamos un sistema tan antiguo, corremos el riesgo de exponernos aún más. Alfa podría interceptar cualquier comunicación.Elena lo miró fijamente, procesando sus palabras. Era un riesgo, pero estaban en una encrucijada. Decidió dividir las prioridades.—Gabriel, organiza un equipo para reforzar la segu
Mientras el joven agente, con las manos alzadas y el rostro pálido por el miedo, comenzaba a balbucear explicaciones, Gabriel no apartaba su mirada. Sabía que Alfa se había infiltrado hasta el corazón de la agencia, pero ver a uno de los suyos traicionar a sus compañeros era como un golpe directo al estómago. Sin embargo, no tenía tiempo para la furia o la decepción; necesitaba respuestas.—Empieza a hablar. Ahora. —exigió Gabriel, su voz contenida pero cargada de autoridad.El agente tragó saliva con dificultad antes de responder.—No... no quería hacerlo. Ellos me forzaron. Me hackearon, sacaron información personal, y amenazaron con... con lastimar a mi familia. —dijo, con la voz temblorosa y los ojos al borde de las lágrimas.Gabriel respiró hondo, intentando mantener la compostura. Sabía que Alfa no se detenía ante nada para lograr sus objetivos, pero esta confesión confirmaba lo metódicos que eran.—¿Qué les diste? —preguntó, inclinándose un poco hacia él, haciendo que sus palabr
De repente, una alarma resonó en la sala, interrumpiendo la frenética actividad. Los rostros de los agentes se congelaron brevemente antes de que todos volvieran a sus puestos, aumentando aún más la velocidad de su trabajo. Elena corrió hacia el monitor principal, donde un mapa de la agencia se iluminaba con puntos rojos parpadeantes.—¿Qué está pasando ahora? —Preguntó, dirigiéndose al analista que estaba revisando el panel de control.—Es un intento de acceso físico. Varias cámaras en el ala este han detectado movimientos no autorizados. No son agentes nuestros. —Informó, con la voz acelerada.Elena sintió un escalofrío recorrer su espalda. Hasta ahora, Alfa había atacado desde el exterior y mediante traiciones internas. Pero esto era un nuevo nivel: un ataque directo en las instalaciones.—Organicen un equipo para interceptar. Quiero saber quiénes son y qué están buscando. —Ordenó, sus palabras cortando el murmullo en la sala.Uno de los agentes de campo, un hombre robusto llamado O