La habitación se llenaba rápidamente de humo y el calor abrasador hacía cada vez más difícil respirar. Las llamas rugían a su alrededor, lamiendo las paredes y el techo, haciendo que las estructuras comenzaran a crujir y romperse. Dalton, Alice, Samuel y Gabriel se unieron en el centro, conscientes de que necesitaban encontrar una salida y rápido.Samuel, con el corazón latiéndole a mil por hora, dio un paso atrás y tropezó con algo en el suelo, cayendo de espaldas. Mientras intentaba levantarse, se dio la vuelta y vio con qué se había tropezado: una manilla metálica ligeramente oculta por los escombros.—¡Aquí! —Gritó Samuel, señalando la manilla.Dalton, sin perder un segundo, corrió hacia Samuel y ayudó a despejar los escombros alrededor de la trampilla.—¡Rápido, esta puede ser nuestra única salida! —Exclamó Dalton, tirando de la manilla con fuerza.La trampilla se abrió con un chirrido metálico, revelando un pasadizo oscuro que descendía hacia las profundidades de la estructura. A
Las sirenas resonaban en el aire nocturno mientras las ambulancias se dirigían a toda velocidad hacia el Hospital General de Los Ángeles. La noche era oscura y fría, y el caos de los últimos eventos aún resonaba en la mente de todos. Dalton yacía en la camilla, con una mascarilla de oxígeno cubriendo su rostro, mientras Alice, también con una mascarilla, sostenía su mano, intentando darle fuerzas.—Aguanta, mi amor. Estás en buenas manos. Vamos a llegar al hospital muy pronto. —Murmuró Alice, con su voz llena de determinación y cariño, a pesar de la opresión del humo inhalado.Dalton, aunque débil, intentó sonreírle a través de la máscara, consciente de la gravedad de sus lesiones. La falta de sensación en sus piernas lo llenaba de terror, pero la presencia de Alice a su lado le daba un pequeño consuelo.En otra ambulancia, Gabriel estaba acostado en una camilla, con las manos envueltas en vendajes gruesos y una mascarilla de oxígeno cubriendo su rostro. Sus quemaduras de tercer grado
Samuel se encuentra de pie junto a la cama de Gabriel, sus ojos llenos de furia contenida. Gabriel, con las manos vendadas y una expresión de dolor, lo observa con preocupación.—Samuel, por favor, entiende. No quiero que te expongas más. No después de lo que pasó... No estás preparado para lidiar con esto solo, espera que me den de alta y ambos lo resolveremos. —Pidió Gabriel con voz temblorosa—¡¿Qué quieres que haga, Gabriel?! ¡¿Simplemente dejar que Martínez se salga con la suya?! ¡Nos traicionó, mi padre y tú casi mueres por su culpa! —Gritó Samuel furioso, mientras caminaba por la habitación de un lado a otro como un animal enjaulado.—Lo sé y entiendo cómo te sientes, no pienses que yo no estoy igual de cabreado que tú, pero ir tras él solo te pondrá en peligro. No puedo perderte, Samuel. No así... Esto es demasiado riesgoso. —Masculló el ojiazul con lágrimas corriéndole por su rostro.—Ya me jodieron una vez cuando mi familia fue a buscarnos en la base. No permitiré que vuelva
Samuel descendió del taxi y sus pies tocaron el pavimento frente al imponente hotel. Una oleada de adrenalina recorrió su cuerpo, haciendo que cada fibra de su ser se mantuviera alerta. A través del cristal del vestíbulo, distinguió la figura imponente del Detective Martínez, rodeado de un grupo de oficiales. Apretando los dientes, Samuel gruñó ligeramente, sabía que no había tiempo que perder.Rodeó el edificio, aprovechando la penumbra de la noche para mantenerse fuera de la vista. Al doblar la esquina, se encontró con un callejón estrecho, apenas iluminado por la tenue luz de una farola parpadeante. Allí, un botones del hotel, ajeno a su entorno, estaba embelesado fumándose un cigarrillo con aire relajado.Samuel recordó las lecciones de Gabriel para inmovilizar a un civil sin hacerle daño y de inmediato lo puso en práctica. Se acercó con sigilo, calculando cada uno de sus pasos. En un instante, movió su brazo alrededor del cuello del botones, aplicando una presión precisa. El joven
Samuel se deslizó en la oscuridad del callejón, con sus sentidos agudizados y sus pensamientos enfocados en su próxima acción. Las luces de la ciudad creaban sombras caprichosas en las paredes mientras avanzaba con pasos calculados, cada uno resonando en el silencio de la noche. El aire fresco y húmedo le brindó un breve respiro, pero su mente estaba en constante movimiento, anticipando cada posible obstáculo.Sus pensamientos volvieron a Gabriel y a la fatídica misión que había salido terriblemente mal. Recordó las palabras de Gabriel, las tácticas y estrategias que le había enseñado. Cada lección era ahora un pilar en su lucha por la supervivencia. Con cada paso, sentía la determinación creciente dentro de él, impulsándolo a seguir adelante, a no rendirse jamás.El callejón se bifurcaba y Samuel optó por el camino menos iluminado, confiando en que la oscuridad le brindaría el anonimato que necesitaba. Las paredes estrechas y los contenedores de basura apilados le proporcionaban cobe
Samuel observó cómo Darriel se movía rápidamente entre sus archivos, sacando herramientas y dispositivos con una destreza profesional. El silencio se llenó con el sonido de teclas presionadas y papeles moviéndose, mientras Samuel no podía evitar sentir una profunda admiración por la habilidad y la rapidez del investigador privado.Darriel se acercó al escritorio, conectando un dispositivo portátil al ordenador mientras Samuel lo observaba detenidamente. El murmullo constante de la impresora llenaba el pequeño espacio mientras Darriel manipulaba las tarjetas.—Esto tomará unos minutos. —Informó Darriel sin levantar la vista de la pantalla, mientras que sus dedos volaban sobre el teclado. —Mientras tanto, será mejor que te pongas cómodo y pienses en un nombre falso que usarás temporalmente. Samuel asintió, consciente de la importancia de mantener un perfil bajo. Su mente comenzó a trabajar, recordando el nombre de uno de los personajes de su serie favorita. "Isaac," pensó, "Isaac Lahey
Alice se encontraba en su habitación, la oscuridad de la noche envolvía cada rincón del hogar mientras intentaba, sin éxito, conciliar el sueño. Su hija Dalia, dormía plácidamente a su lado, ajena a las preocupaciones que asaltaban la mente de su madre. Alice no podía evitar pensar en Samuel, preguntándose dónde estaría y si se encontraba a salvo. Sabía que era igual de obstinado que su padre y que no descansaría hasta cumplir su objetivo, lo que solo incrementaba su ansiedad.El silencio de la casa era interrumpido ocasionalmente por el sonido distante del tráfico nocturno, pero algo más mantenía a Alice alerta. Había una sensación en el aire, una intuición que no lograba sacudirse. Se levantó con cuidado, intentando no despertar a Dalia, y se dirigió a la ventana, mirando hacia la calle en busca de alguna señal.De repente, el timbre de la puerta principal rompió la quietud de la noche, haciendo que Alice diera un respingo. Su corazón comenzó a latir con fuerza mientras caminaba hac
185: En la miraSamuel finalmente llegó al departamento de Daniel, sumamente exhausto y sucio, le dolían los pies y sentía que en cualquier momento se desmayaría. Llamó a la puerta con fuerza, y después de unos segundos, una joven de cabello negro y ojos avizores abrió, preguntando con desconfianza qué quería a esa hora, y con ese aspecto.—¿Quién eres y qué necesitas? —Preguntó la joven, con voz firme.Samuel trató de responder, pero su mente estaba demasiado aturdida por el cansancio y el estrés. En ese instante, un ruido estruendoso proveniente de las escaleras lo hizo girar instintivamente. El miedo lo inundó y, sin pensarlo dos veces, empujó a la joven dentro del departamento y cerró la puerta de golpe, bloqueándola con su cuerpo.—¡Oye! ¿Qué estás haciendo? —Gritó la joven, sorprendida y asustada.Samuel levantó una mano, pidiendo silencio, y susurró con urgencia:—Por favor… me están siguiendo. Necesito hablar con Daniel. Es urgente.La joven frunció el ceño y, tras unos segund