Ilan paseaba junto al río, el murmullo del agua serenando sus pensamientos, cuando algo rompió su calma. Extendió la vista y allí, en la orilla, yacía una chica, su cuerpo en un estado de transición imposible, mitad humana, mitad loba. Sin dudarlo, corrió hacia ella, sus instintos de protector, surgiendo con fuerza. Al llegar a su lado, intentó despertarla, pero no reaccionó. La levantó en brazos, y la piel de ella, fría y moteada de pelaje beige, comenzó a correr. Ella apenas era un saco de huesos. —¡Ayuda! —gritó al irrumpir en el hospital de la manada, atravesando el umbral como una ráfaga de viento. Los enfermeros se apartaron, dejándole paso hasta la camilla más cercana, donde depositó cuidadosamente a la chica. —¿Qué sucedió? — inquirió el médico de turno, acercándose con rapidez. —En el río —, fue todo lo que Ilan pudo articular, señalando hacia el cauce que había dejado atrás. Su pecho subía y bajaba agitadamente por el esfuerzo de la carrera. —Espera fuera —ordenó el
La figura de Jayden estaba inmóvil, su mirada fija en un punto distante, los músculos de su mandíbula trabajando como si masticara un secreto antiguo.Ilan lo observó, el ceño fruncido por la confusión, y se acercó a él con pasos cautelosos, teniendo la sensación de que algo se estaba gestando.—¿Padre? —preguntó Ilan, su voz cargada de una urgencia que no entendía completamente —¿Qué sucede? ¿Por qué estás tan impactado al verla? ¿Acaso la conoces? Jayden sacudió la cabeza lentamente, casi imperceptiblemente, su expresión aún perdida en la revelación que le había atravesado el alma. Cerró los ojos con fuerza, tratando de conciliar lo que veía con sus emociones.Alguna vez sospechó que la niña de Rosalinda podría ser de él, incluso sintió una conexión, pero luego al hablar con ella y negarlo, se tranquilizó, y aunque había estado inquieto, dejó de pensar en eso porque le convenía, porque estaba siendo feliz con su nueva compañera, pero ahora no podía negarlo, nunca la había visto y l
A Jayden le sudaban las palmas de las manos mientras se acercaba a Nubia, con el corazón, golpeándole las costillas como un tambor salvaje. Su mirada se cruzó con la de ella, cargada con el peso de verdades no dichas.—Ven —murmuró, con la voz apenas por encima de un susurro—. Necesitamos hablar.Nubia frunció el ceño, pero lo siguió con pasos vacilantes. Se acomodaron en un banco fuera del centro médico y un abismo de silencio se abrió entre ellos.—¿Sabes? —empezó él, con palabras vacilantes pero urgentes —. A veces... ocultamos cosas, por miedo a lastimar a quienes amamos. Pero esos secretos... no podemos ocultarlo por mucho tiempo y cuando salen a la luz, destruyen a esas mismas personas que queremos proteger.La expresión de Nubia pasó de la confusión a la curiosidad, una indicación silenciosa para que continuara.—¿Es que... tengo una hija? —confesó Jayden, revelando por fin la verdad.Sus ojos se abrieron de par en par, con la incredulidad marcando sus rasgos. Soltó una carcaja
—¿Puedes pellizcarme? —susurró Roxana, su voz temblaba como las hojas en viento suave.Las lágrimas perlaron sus ojos, capturando la luz tenue que se filtraba a través de las cortinas.Jayden, con un gesto confundido frente a su petición, frunció el ceño mientras tomaba su mano delgada y la apretaba con ternura.—¿Pellizcarte?Ella soltó una risa quebrada, sus ojos chispeando con un vigor renovado.—Papá, es que de verdad necesito saber que esto no es otro sueño —su mirada se hundió en la suya, buscando anclar la realidad—. ¿Sabes cuántas veces soñé que venías por mí? ¿Qué me rescatabas de la maldad de esa gente?—Demasiadas, supongo —Jayden asintió, su propio corazón latiendo con una mezcla de emoción y preocupación—, pero ya no tienes por qué sufrir más, ahora no estás sola, me tienes a mí y no dejaré que nadie te cause daño.Ella sonrió conmovida, sintiendo de nuevo esa sensación de ser protegida, aunque esta vez estaba segura de que su padre lo haría, no como Harvey, que la había
El corazón de Roxana latió como un tambor salvaje, resonando en su pecho con una urgencia que amenazaba con traicionarla. Sus ojos, dos esferas oscilantes, se movieron frenéticamente entre la figura imponente de su padre y la postura desenfadada de su hermano.—¿Lo conoces? —preguntó de nuevo su padre con una voz que parecía tallar cada palabra en el aire gélido de la habitación.Ella se quedó en silencio, nerviosa, porque no sabía qué consecuencia podía causarle a su familia tener un enfrentamiento con los licántropos más poderosos, si ella les contaba la verdad, lo más probable es que ellos buscaran hacerle pagar a Harvey, ella no podía hacer eso, la seguridad de su familia pendía de un hilo tan frágil como la telaraña que danzaba en la esquina del salón, por eso tomó una decisión.—No —mintió ella, su voz, apenas un susurro que luchaba por mantenerse firme. —No tengo ese... gusto de conocer a Harvey.Al decirlo, sintió cómo una oleada de nerviosismo la envolvía. Su padre y su herm
El aire en la habitación se tornó denso, cargado de una electricidad que parecía presagiar tormenta. Su padre avanzó hacia ella, frunciendo el ceño más en cada paso, evidenciando su preocupación.—¿Por qué tan de repente, hija? —preguntó su voz, un suave gruñido que resonaba con la autoridad paternal.—Quiero... quiero hacer muchas cosas más —balbuceó ella—, ir a la universidad, viajar, vivir...Jayden se interpuso entonces, su mano sobre su hombro, un gesto protector y lleno de pesar. La mirada que le ofreció era intensa, como si buscara conectar con su alma.—Te apoyo en todo lo que quieras, deseo que cumplas todos tus sueños, sin embargo, pienso que ahora... con el bebé... es mejor que te quedes. Además, deseo disfrutar un tiempo contigo. Apenas estás apareciendo, quiero que nos conozcamos.Ella sintió la firmeza de sus palabras, el anhelo detrás de ellas.—Entiendo —murmuró, aunque una parte de ella quería quedarse, la otra deseaba la felicidad de su padre.—Lo que no entiendo es
Roxana se adentró en el bosque, las palabras reconfortantes de su padre y hermano aún resonaban en su mente. El aroma a tierra húmeda y el crujir de hojas secas bajo sus pies la tranquilizaban con cada paso. El sol se filtraba a través de las copas de los árboles, creando un tapiz de luz y sombras que bailaba ante sus ojos.—¿Hola? ¿Me escuchas? La voz interna la tomó por sorpresa, y Roxana se detuvo en seco, tambaleante, como si una fuerza invisible la hubiera empujado. Se llevó una mano al pecho, intentando calmar el latido frenético de su corazón que parecía salirse de su pecho.—¿Quién... quién está ahí? ¿Quién eres? —balbuceó asustada, mirando a su alrededor."No busques a los lados, si no dentro de ti, me llamo Nácar y soy tu loba", respondió la voz, clara y distinta en su cabeza.—Esto no puede ser real —murmuró ella, pasándose los dedos por la sien."No estás loca", insistió la voz, con un tono que ahora reflejaba enfado. "Esto no es nuevo para ti, te has criado en este amb
Nácar corría. El bosque era un borrón de sombras y luces lunares, pero ella no miraba atrás. Los pasos resonaron, brutales y determinados. La tierra bajo sus pies se convertía en enemiga, desleal, traicionera, amenazando con hacerla tropezar. "No puedo parar," se repitió, el aliento cortado por el esfuerzo y el temor.—¡Ahí va! —gritó una voz lejana, mezclándose con el latido salvaje en su pecho. Sintió un frío sudor empapando su espalda, Nácar mantenía el ritmo, sus ojos encendidos como si fueran brasas ardientes.«Pronto, Nácar» jadeó Roxana en su interior «Necesitamos un milagro».Un destello metálico rasgó el aire, seguido por el fogonazo sordo de un disparo. La bala encontró su marca, y tanto Nácar como Roxana sintieron cómo el mundo giró violentamente. Se detuvo, el dolor desgarrador abriéndose paso a través de su carne. No quería morir, no así, no ahora. Los cazadores se acercaron, sus voces eran claras, sus intenciones mortales.“Es el fin" susurró, dejándose caer al suelo,