El bosque era un borrón de colores a su alrededor, mientras Harvey o mejor dicho King, con su pelaje oscuro y ojos brillantes, corría liberándose del peso de su humanidad. Sus patas golpeaban la tierra húmeda, el musgo y las hojas bajo sus garras le brindaban una alfombra viviente en su carrera frenética. La conexión con su lobo, King, era más fuerte que nunca. Desde que tenía memoria, siempre había sentido su presencia, como si fueran uno solo. Ahora, en su forma lupina, esa conexión era aún más palpable. King hablaba en su mente, advirtiéndole sobre los peligros que acechaban a su alrededor."No confíes en Rania, Harvey. Ella no es lo que parece. Tu verdadera compañera nos necesita. Debemos regresar a esa manada cuanto antes", susurró King en su mente, su voz resonando con autoridad. «Sabes que lo tendré, porque no confío en ella, tengo miedo de lo que pueda provocar», preguntó Harvey en su mente, agudizando los sentidos que se expandían más allá del bosque."Por eso debemos estar
Harvey miró fijamente a Raúl, manteniendo la compostura a pesar de la presión que sentía sobre sus hombros. Sabía que debía ser cuidadoso con sus palabras, pero también estaba decidido a defender el destino que la diosa Luna había trazado para él y su compañera.—La persona a la que me refiero se llama Ann —dijo Harvey, su voz firme y segura. —Es una omega que trabaja en esta manada. No es hija de ningún alfa, pero eso no importa ni cambia el hecho de que sea mi compañera y futura Luna y reina de los lobos.Raúl frunció el ceño, aparentando confusión ante la revelación de Harvey.—No conozco a ninguna Ann aquí —respondió, su tono de voz cargado de escepticismo —. No hay ninguna omega que trabaje en la manada con ese nombre, lo siento mucho… puede ser que la chica te haya mentido y se haya burlado de ti.Harvey apretó los puños, sintiendo la frustración crecer en su interior. ¿Cómo era posible que Raúl no supiera quién era Ann? ¿Estaba ocultando algo? Enseguida los recuerdos de su mome
Raúl y su esposa intercambiaron una mirada tensa, las comisuras de sus labios temblaban antes de que finalmente él tomara la palabra, su tono de voz sereno, aunque decidido.—Lo siento, Yara, Brad —dijo Raúl, su voz resonando con autoridad—. Pero Roxana ya no está aquí. Se ha ido hace algún tiempo.Las palabras cayeron como una losa sobre Yara y Brad, quienes intercambiaron miradas de incredulidad y preocupación. La idea de que Roxana hubiera desaparecido sin dejar rastro les resultaba difícil de aceptar.—¿Cómo han permitido que se fuera sin avisarnos? —exigió saber Yara, su voz temblorosa por la angustia que sentía—. ¿Pretenden engañarnos?Raúl y su esposa se miraron a los ojos, tratando de no dejarse en evidencia; estaban decididos a convencer a los reyes de sus palabras.—No estamos tratando de engañarlos, Yara, Brad —respondió la esposa de Raúl, su tono de voz suave pero firme—. Solo estábamos dando tiempo para ver si podíamos encontrar a Roxana antes de informarles.Brad arrugó
Las lágrimas de Roxana surcaron su rostro, cada gota, un reflejo del amor desgarrado que aún latía en su pecho. El viento azotó su cabello mientras corría, impulsada por un dolor tan profundo que solo podía anhelar el fin de su tormento. No había vuelta atrás, ni siquiera una pausa para mirar lo que dejaba; la traición y el quebranto eran demasiado fuertes.—¡No más! —gritó al vacío, pero el eco de su propia voz era el único que respondía en el silencio de la naturaleza salvaje.La tierra bajo sus pies cedía ante su carrera frenética, las piedras se desprendían creando un rastro de la huida desesperada. Y entonces, el risco. Se detuvo solo un instante en el borde, su corazón palpitando como si quisiera escapar de su pecho. Pero no había miedo en sus ojos, solo una resolución sombría. —Quiero… que termine de una vez por todas —murmuró, y sin otro pensamiento, se entregó al vacío.El aire frío cortaba su piel mientras caía, y cuando el agua helada la recibió, fue como un millar de agu
Ilan paseaba junto al río, el murmullo del agua serenando sus pensamientos, cuando algo rompió su calma. Extendió la vista y allí, en la orilla, yacía una chica, su cuerpo en un estado de transición imposible, mitad humana, mitad loba. Sin dudarlo, corrió hacia ella, sus instintos de protector, surgiendo con fuerza. Al llegar a su lado, intentó despertarla, pero no reaccionó. La levantó en brazos, y la piel de ella, fría y moteada de pelaje beige, comenzó a correr. Ella apenas era un saco de huesos. —¡Ayuda! —gritó al irrumpir en el hospital de la manada, atravesando el umbral como una ráfaga de viento. Los enfermeros se apartaron, dejándole paso hasta la camilla más cercana, donde depositó cuidadosamente a la chica. —¿Qué sucedió? — inquirió el médico de turno, acercándose con rapidez. —En el río —, fue todo lo que Ilan pudo articular, señalando hacia el cauce que había dejado atrás. Su pecho subía y bajaba agitadamente por el esfuerzo de la carrera. —Espera fuera —ordenó el
La figura de Jayden estaba inmóvil, su mirada fija en un punto distante, los músculos de su mandíbula trabajando como si masticara un secreto antiguo.Ilan lo observó, el ceño fruncido por la confusión, y se acercó a él con pasos cautelosos, teniendo la sensación de que algo se estaba gestando.—¿Padre? —preguntó Ilan, su voz cargada de una urgencia que no entendía completamente —¿Qué sucede? ¿Por qué estás tan impactado al verla? ¿Acaso la conoces? Jayden sacudió la cabeza lentamente, casi imperceptiblemente, su expresión aún perdida en la revelación que le había atravesado el alma. Cerró los ojos con fuerza, tratando de conciliar lo que veía con sus emociones.Alguna vez sospechó que la niña de Rosalinda podría ser de él, incluso sintió una conexión, pero luego al hablar con ella y negarlo, se tranquilizó, y aunque había estado inquieto, dejó de pensar en eso porque le convenía, porque estaba siendo feliz con su nueva compañera, pero ahora no podía negarlo, nunca la había visto y l
A Jayden le sudaban las palmas de las manos mientras se acercaba a Nubia, con el corazón, golpeándole las costillas como un tambor salvaje. Su mirada se cruzó con la de ella, cargada con el peso de verdades no dichas.—Ven —murmuró, con la voz apenas por encima de un susurro—. Necesitamos hablar.Nubia frunció el ceño, pero lo siguió con pasos vacilantes. Se acomodaron en un banco fuera del centro médico y un abismo de silencio se abrió entre ellos.—¿Sabes? —empezó él, con palabras vacilantes pero urgentes —. A veces... ocultamos cosas, por miedo a lastimar a quienes amamos. Pero esos secretos... no podemos ocultarlo por mucho tiempo y cuando salen a la luz, destruyen a esas mismas personas que queremos proteger.La expresión de Nubia pasó de la confusión a la curiosidad, una indicación silenciosa para que continuara.—¿Es que... tengo una hija? —confesó Jayden, revelando por fin la verdad.Sus ojos se abrieron de par en par, con la incredulidad marcando sus rasgos. Soltó una carcaja
—¿Puedes pellizcarme? —susurró Roxana, su voz temblaba como las hojas en viento suave.Las lágrimas perlaron sus ojos, capturando la luz tenue que se filtraba a través de las cortinas.Jayden, con un gesto confundido frente a su petición, frunció el ceño mientras tomaba su mano delgada y la apretaba con ternura.—¿Pellizcarte?Ella soltó una risa quebrada, sus ojos chispeando con un vigor renovado.—Papá, es que de verdad necesito saber que esto no es otro sueño —su mirada se hundió en la suya, buscando anclar la realidad—. ¿Sabes cuántas veces soñé que venías por mí? ¿Qué me rescatabas de la maldad de esa gente?—Demasiadas, supongo —Jayden asintió, su propio corazón latiendo con una mezcla de emoción y preocupación—, pero ya no tienes por qué sufrir más, ahora no estás sola, me tienes a mí y no dejaré que nadie te cause daño.Ella sonrió conmovida, sintiendo de nuevo esa sensación de ser protegida, aunque esta vez estaba segura de que su padre lo haría, no como Harvey, que la había