Por un par de segundos, el puente se llenó de un silencio sobrecogedor después de la terrible caída de Harvey. Brad y Jericó se quedaron inmóviles, con los ojos llenos de lágrimas y el corazón destrozado por la pérdida del pequeño. Oslo, por su parte, soltó una carcajada maníaca, como si hubiera logrado la victoria definitiva. Sin embargo, la victoria de Oslo fue efímera. La locura que lo había impulsado a cometer semejante acto de crueldad pronto se volvió en su contra. —¡¡No!! —El grito desgarrador de Brad cortó el aire frío al darse cuenta de que su hijo había volado por los aires, víctima de un acto despiadado. La furia ardió en sus ojos, una llama incandescente que consumía cualquier rastro de humanidad restante, por eso, segundos después, en una explosión de poder sobrenatural, su cuerpo se retorció y cambió, la transformación arrasando su forma humana en menos tiempo del que tomaba parpadear y se lanzó sobre Oslo con una bestialidad implacable. El lobo emergió con furia,
El Rey se sentó en el suelo, sus huesos resentidos por el esfuerzo que acababa de realizar, y miró a Brad y Jericó con una sonrisa enigmática. Sabía que había muchas preguntas sin respuesta, y finalmente estaba dispuesto a compartir todo con su familia. Brad, aún abrazando a su hijo, se acercó al anciano líder de la manada con una expresión de incredulidad en su rostro. —¿Qué quieres decir con eso? —Brad frunció el ceño, sus ojos clavados en el monarca que le devolvía la mirada con una sonrisa astuta. —Volvamos a casa —dijo el Rey—. Allí les explicaré todo. El camino de regreso estuvo lleno de un silencio expectante. Al llegar, Estrella y Yara los recibieron con expresiones tensas. Yara se lanzó hacia Harvey, apenas lo vio, su voz temblorosa al preguntar. —Mi niño precioso —le dijo mientras no dejaba de besarlo profundamente emocionada —. ¿Qué sucedió? Los tres hombres mayores se vieron a la cara y fue el abuelo quien respondió. —Es una larga historia —contestó Jericó y enseg
Esperaron ansiosos la llegada del médico, de manera que cuando este llegó, se sintieron aliviados. Mientras la revisaban, Jericó esperó preocupado, con los ojos clavados en la puerta por donde el médico había desaparecido.El hombre caminaba de un lado a otro como una fiera enjaulada, el tiempo parecía estirarse interminablemente mientras esperaban ansiosamente al médico. Cada minuto que pasó aumentó la tensión en la habitación. Brad, Jericó, Yara y el Rey estaban juntos afuera, aferrándose a la esperanza de que Estrella se recuperara pronto.Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, el médico salió de la habitación de Estrella con una expresión seria en su rostro. Jericó fue el primero en levantarse y se adelantó para preguntarle directamente.La expresión grave del galeno era un augurio que nadie deseaba interpretar. Jericó se adelantó, la voz le temblaba cuando preguntó: —¿Qué ha sucedido? ¿Cómo está Estrella? —preguntó con urgencia en su voz.El médico suspiró y luego
Brad y Yara se enfrentaron, sus ojos entrecerrados, palabras aún no pronunciadas. Pero antes de que los silencios pudieran romperse, Estrella irrumpió entre ellos con una determinación feroz.—Déjenla quieta, vamos a dejarla trabajar y darle el espacio que está pidiendo —expresó Estrella, su voz dejando poco lugar a réplica.—Podemos darle una habitación aquí abajo —sugirió Yara, moviendo la mano hacia el interior de la casona.Ante las palabras de Yara, la mujer hizo un gesto de molestia, pareció considerar la oferta por un momento, para segundos después desechar la oferta, negando con la cabeza.—Lo siento mucho, pero necesito trabajar con calma y concentración, y estar en la casa principal no me ayudará. Además, requeriré la ayuda de mis hermanos como asistentes. Estoy segura de que comprenderán que necesito estar alejada de la casa principal para lograrlo. Solo así aceptaré. Debo trabajar sin interrupciones y concentrada —dijo, su tono inquebrantable.Los cuatro se miraron en un t
Jericó salió de la cabaña y se dirigió directamente hacia Estrella, quien estaba esperándolo con una mirada preocupada en el rostro. La tensión era palpable mientras Jericó intentaba procesar lo que acababa de suceder dentro de la cabaña. —¿Estás bien? —preguntó Estrella, colocando una mano en el hombro de Jericó al verlo entrar. Él asintió, pero su expresión seguía siendo grave. —No me gusta la forma en que esa bruja se comporta… hay algo en ella que no me parece correcto, no quiero tenerla cerca, creo que ya no me importa morir a manos de esa maldición, pero no quisiera volver a estar cerca de ella. Estrella asintió en acuerdo. —Tienes razón en desconfiar, Jericó. Y aunque no podemos permitirnos bajar la guardia con Osiris, no puedes renunciar a estar bien, y a la poción que ella va a preparar para romper la maldición. Necesitamos que eso ocurra así, porque ahora somos una familia y estamos a punto de tener un bebé. No puedes alejarte hasta que no tengamos la solución. Jeric
—¡Estrella, espera! —Yara gritó mientras veía a su amiga correr, las lágrimas bajando descontadamente por sus mejillas. La alcanzó, tomándola por los hombros, y le imploró con urgencia. —¿Qué te ha hecho ese canalla? —Osiris... él... —Estrella apenas podía hablar entre sollozos. Las palabras se atropellaron, desesperadas y rotas, y le contó todo lo que había ocurrido. —¡Ese monstruo! Pero les haré pagar —. Yara estaba hirviendo de ira, lista para desatar su furia, cuando un mensajero se acercó, interrumpiendo su tormenta interna. —Los hermanos de Osiris han llegado y están pidiendo verla, están en el corredor de entrada —anunció, temeroso, ante la intensidad en los ojos de Yara. —¡Maldición! —masculló ella, yo voy a ir a hablar con ellas. Sin perder tiempo, Yara caminó al porche de entrada, y allí estaba Brad enfrentando a los recién llegados. —No son bienvenidos aquí —les dijo con firmeza. El hombre y la mujer, metieron sus manos en la chaqueta que cargaban y lo miraron co
Brad irrumpió en la habitación, con la respiración agitada y los ojos desorbitados al ver el cuerpo inerte de Osiris en el suelo. —Ella no me dejó otra alternativa, iba a lanzar una maldición en contra de Estrella y mi hijo, yo no podía permitirlo —dijo Jericó visiblemente afectado, tirando el corazón al suelo.Brad asintió lentamente, entendiendo la gravedad de la situación. Sabía que la amenaza de Osiris era real y que había estado dispuesta a usar magia oscura para retener a Jericó a su lado.—De acuerdo, entiendo la situación, pero debemos actuar con cautela. Los hermanos de Osiris están afuera, exigiendo verla —dijo Brad, señalando hacia la entrada de la cabaña—. Esto podría desatar una guerra entre nuestras manadas.Yara, quien había estado observando la escena en silencio, intervino.—Tienes razón, Brad. Esto podría volverse muy peligroso. Los hermanos de Osiris son poderosos y no van a tomar su muerte a la ligera. Deberíamos considerar nuestras opciones antes de tomar una dec
—¿Me vas a dejar? —Jericó quebró el silencio con su pregunta, sus ojos buscando los de Estrella con desesperación. Ella se quedó inmóvil, procesando cada palabra. La confesión de Jericó la había dejado sin habla, pero él no esperó una respuesta y continuó con urgencia en su voz. —Sabes que yo nunca confié en Osiris completamente —admitió—, pero ustedes me convencieron y yo accedí, pero eso no tiene importancia ahora, preferí matarla, que arriesgarme a que me separara de ti o fuera en contra de ustedes. —Pero ¿Y la maldición? No vas a poder curarte. —Prefiero mantener la maldición y no alejarme de ti. —Jericó... —Estrella intentó interrumpir, pero él la cortó con una súplica. —Perdóname Estrella —, dijo, su voz temblorosa—. Perdóname por esos minutos en que no pude reconocerte. Ella lo observó, su corazón palpitó furioso contra su pecho. En un impulso, cerró la distancia entre ellos y lo abrazó con fuerza, sus brazos rodeando su torso y su rostro escondido en su pecho. —Yo debe