Los pasos de Brad resonaron por el silencioso pasillo, con el corazón latiéndole con una mezcla de pesar y resolución. No le gustaba tener que engañar a su abuelo, pero lo hacía por su bien, no le podía permitir a Minerva que lo destruyera como lo había hecho con sus padres.Se detuvo ante la pesada puerta de roble del despacho de su abuelo, respiró hondo y la abrió sin llamar.—Abuelo —comenzó, y encontró al rey sentado tras un escritorio repleto de mapas y pergaminos. El hombre levantó la vista, con los ojos afilados como un puñal. —Abuelo, estoy de acuerdo con la unión, creo que es lo correcto si te hace realmente feliz, —expresó con un tono de tranquilidad que no sentía.—¿Y qué te hace pensar que tu opinión importa ahora? —. La voz de su abuelo era fría, desdeñosa.—Pensé que te gustaría que tus nietos estuvieran de tu lado apoyándote —expresó y por un momento su mirada y la de su abuelo se cruzaron y este terminó asintiendo.—Está bien entonces.—Abuelo, y respecto a la unión
—¡Este es tu fin! gritó Estrella, con el frasco de poción en alto. Pero antes de que pudiera terminar su conjuro, Minerva se interpuso con una risa burlona.—¡Demasiado tarde, querida! —escupió Minerva, lanzándose sobre ella con violencia. Los cuerpos chocaron y, en el forcejeo, el frasco resbaló de las manos de Estrella, estrellándose contra el suelo del gran salón.—¿Creíste que ganarías? —Minerva se reía mientras miraba el frasco roto y los cristales dispersos—. Tu magia no es rival para mí.Estrella la empujó con furia, pero Minerva ya había señalado a los guardias. —¡Atrápenla!Fue entonces cuando Jericó, con su instinto de lobo y su destreza guerrera, aprovechó la distracción. Tomó el otro frasco que le había dado Estrella, y lo arrojó con toda su fuerza hacia el Rey.—¡Cuidado, majestad! —Oslo, aparentemente protector con el rey, se adelantó y metió la mano. El impacto hizo que solo unas gotas del elixir alcanzaran al monarca.—¡Guardias, deténganlos a todos! —ordenó el rey
Los árboles parecían un simple borrón, mientras Brad y Jericó persiguen a Oslo con furia y con una determinación ardiente en sus ojos. Harvey estaba en peligro, y no había tiempo que perder.El aire fresco de la tarde no aliviaba el calor que les ardía en las venas, una mezcla de adrenalina y rabia animal. No había palabras entre ellos, solo el entendimiento mutuo de la caza.—¡Ahí! —gritó Brad señalando hacia adelante.A medida que se acercaban al traidor, varios de los licántropos que una vez habían sido leales a Brad y Yara se interpusieron bloqueando su camino. Traicioneros, con sonrisas burlonas y ojos inyectados en sangre.—¡Vamos por ti, Oslo! —bramó Jericó, lanzándose contra el primero que se interponía.—¡No pasarán! —respondió uno de los traidores sin dejar de reírse complacido.La pelea se desató con una violencia desenfrenada. Al principio, los enfrentamientos eran en su forma humana. Puños golpean con fuerza brutal. Brad, con sus nudillos ya ensangrentados, sintió cómo el
Por un par de segundos, el puente se llenó de un silencio sobrecogedor después de la terrible caída de Harvey. Brad y Jericó se quedaron inmóviles, con los ojos llenos de lágrimas y el corazón destrozado por la pérdida del pequeño. Oslo, por su parte, soltó una carcajada maníaca, como si hubiera logrado la victoria definitiva. Sin embargo, la victoria de Oslo fue efímera. La locura que lo había impulsado a cometer semejante acto de crueldad pronto se volvió en su contra. —¡¡No!! —El grito desgarrador de Brad cortó el aire frío al darse cuenta de que su hijo había volado por los aires, víctima de un acto despiadado. La furia ardió en sus ojos, una llama incandescente que consumía cualquier rastro de humanidad restante, por eso, segundos después, en una explosión de poder sobrenatural, su cuerpo se retorció y cambió, la transformación arrasando su forma humana en menos tiempo del que tomaba parpadear y se lanzó sobre Oslo con una bestialidad implacable. El lobo emergió con furia,
El Rey se sentó en el suelo, sus huesos resentidos por el esfuerzo que acababa de realizar, y miró a Brad y Jericó con una sonrisa enigmática. Sabía que había muchas preguntas sin respuesta, y finalmente estaba dispuesto a compartir todo con su familia. Brad, aún abrazando a su hijo, se acercó al anciano líder de la manada con una expresión de incredulidad en su rostro. —¿Qué quieres decir con eso? —Brad frunció el ceño, sus ojos clavados en el monarca que le devolvía la mirada con una sonrisa astuta. —Volvamos a casa —dijo el Rey—. Allí les explicaré todo. El camino de regreso estuvo lleno de un silencio expectante. Al llegar, Estrella y Yara los recibieron con expresiones tensas. Yara se lanzó hacia Harvey, apenas lo vio, su voz temblorosa al preguntar. —Mi niño precioso —le dijo mientras no dejaba de besarlo profundamente emocionada —. ¿Qué sucedió? Los tres hombres mayores se vieron a la cara y fue el abuelo quien respondió. —Es una larga historia —contestó Jericó y enseg
Esperaron ansiosos la llegada del médico, de manera que cuando este llegó, se sintieron aliviados. Mientras la revisaban, Jericó esperó preocupado, con los ojos clavados en la puerta por donde el médico había desaparecido.El hombre caminaba de un lado a otro como una fiera enjaulada, el tiempo parecía estirarse interminablemente mientras esperaban ansiosamente al médico. Cada minuto que pasó aumentó la tensión en la habitación. Brad, Jericó, Yara y el Rey estaban juntos afuera, aferrándose a la esperanza de que Estrella se recuperara pronto.Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, el médico salió de la habitación de Estrella con una expresión seria en su rostro. Jericó fue el primero en levantarse y se adelantó para preguntarle directamente.La expresión grave del galeno era un augurio que nadie deseaba interpretar. Jericó se adelantó, la voz le temblaba cuando preguntó: —¿Qué ha sucedido? ¿Cómo está Estrella? —preguntó con urgencia en su voz.El médico suspiró y luego
Brad y Yara se enfrentaron, sus ojos entrecerrados, palabras aún no pronunciadas. Pero antes de que los silencios pudieran romperse, Estrella irrumpió entre ellos con una determinación feroz.—Déjenla quieta, vamos a dejarla trabajar y darle el espacio que está pidiendo —expresó Estrella, su voz dejando poco lugar a réplica.—Podemos darle una habitación aquí abajo —sugirió Yara, moviendo la mano hacia el interior de la casona.Ante las palabras de Yara, la mujer hizo un gesto de molestia, pareció considerar la oferta por un momento, para segundos después desechar la oferta, negando con la cabeza.—Lo siento mucho, pero necesito trabajar con calma y concentración, y estar en la casa principal no me ayudará. Además, requeriré la ayuda de mis hermanos como asistentes. Estoy segura de que comprenderán que necesito estar alejada de la casa principal para lograrlo. Solo así aceptaré. Debo trabajar sin interrupciones y concentrada —dijo, su tono inquebrantable.Los cuatro se miraron en un t
Jericó salió de la cabaña y se dirigió directamente hacia Estrella, quien estaba esperándolo con una mirada preocupada en el rostro. La tensión era palpable mientras Jericó intentaba procesar lo que acababa de suceder dentro de la cabaña. —¿Estás bien? —preguntó Estrella, colocando una mano en el hombro de Jericó al verlo entrar. Él asintió, pero su expresión seguía siendo grave. —No me gusta la forma en que esa bruja se comporta… hay algo en ella que no me parece correcto, no quiero tenerla cerca, creo que ya no me importa morir a manos de esa maldición, pero no quisiera volver a estar cerca de ella. Estrella asintió en acuerdo. —Tienes razón en desconfiar, Jericó. Y aunque no podemos permitirnos bajar la guardia con Osiris, no puedes renunciar a estar bien, y a la poción que ella va a preparar para romper la maldición. Necesitamos que eso ocurra así, porque ahora somos una familia y estamos a punto de tener un bebé. No puedes alejarte hasta que no tengamos la solución. Jeric