AMALIA

El aire frío de la noche me da cuando soy acorralada contra una de las paredes de ladrillo del callejón.

— ¿Qué… qué quiere?… ¡Voy a grit…! – pero mi boca es tapada por el enorme hombre pelirrojo, corpulento que tengo delante.

Nunca lo había visto en mi vida, sus ojos grises me observan intensamente de cerca, inclinándose sobre mí para olfatearme profundamente en el cuello, haciéndome temblar, pero no de miedo.

De alguna manera un extraño sentimiento de familiaridad invade mi pecho.

— ¿Amalia, eres tú? Eres tú, ¿cierto? – me pregunta en tono ronco y raro, pegándose por completo a mi cuerpo más pequeño, estoy entre la pared y sus músculos.

El corazón me late con fuerza y un nudo aparece en mi garganta, aguanto las ganas de llorar.

“Amalia, me siento rara, hay algo dentro de este hombre que me llama, ¡¿no será?!… él es nuestro mate, ¿cierto?”

— No sé de quién habla, señor, déjeme ir de una vez o gritaré – le respondo en un susurro cuando quita la mano de mi boca – Me está confund