LuisaMis lágrimas silenciosas seguían saliendo, allí, tumbada en aquella cama que no me pertenecía, en el único lugar en el que me sentía a salvo, mientras pensaba en la noche anterior. Se suponía que Miguel se había ido a trabajar, así que no había problema para estar aún allí.Miguel, mi eterno salvador.¿Cómo podía seguir con él después de las atrocidades que hice? Sabía que él me odiaría en cuánto se enterase de todo, porque nadie comprendería que su novia disfrutase acostándose con otros tíos, permitiendo que la grabasen y colgasen los vídeos por la red. Esa era la teoría, pero las drogas que solía ingerir en esos días, tenían mucho que ver en todo aquello.Los recuerdos del pasado me acechaban, podía recordar ca
Siempre me he considerado un hombre pacífico, un hombre de palabra, que usa la oratoria antes que los puños, pero … creo que en ese momento había olvidado quién era, tan sólo podía pensar en todo el daño que esa sucia rata le hizo a Luisa, mientras mis puños impactaban con su cuerpo, con cada golpe, sin poder detenerme a pensar en lo que estaba haciendo.Escupió sangre al suelo, divertido, y sonrió, como si la situación le hiciese especial gracia.- Esa zorra estuvo aquí anoche – apreté los puños, molesto con la situación, sabía que, si seguía yendo por ese camino, terminaría matándole, no había más, pero tenía que contenerme de una vez – se atrevió a meterse en mi cama, mientras tú la esperabas en casa.- No te lo repetiré
Las cosas entre nosotros iban muy bien, aunque él evitaba hablar de su familia, más después de lo que sucedió la última vez. Su hermana era un encanto, y a menudo íbamos a verla a su casa.- Luisa – me llamó aquella noche, tirando de mi mano para que le siguiese a la pista de baile, mientras su hermana nos guiñaba un ojo. Sonreí, divertida, entrelazando mis manos alrededor de su cuello, dejándome llevar por el ritmo de la música. Apoyó su nariz sobre la mía, haciéndome cosquillas – Te quiero – ensanché la sonrisa, él me hacía sentir bien – estoy completamente enamorado de ti.- Aún no es el momento – me quejé. Él sonrió, aferrándose a mi cintura – mi hermano aún no está aquí, ni siquiera Macarena o …
Un final feliz era justo lo que necesitaba para este libro, pero las cosas nunca salen como queremos que salgan, más en la vida, no todo es perfecto. Lo cierto es que, unas semanas después, su padre quería verle, y él no quería ir sin mí. Así que… allí estábamos. Él en el interior de la mansión, yo junto a su abuela ciega, hablando sobre el duro pasado de Miguel. Parecía que su padre jamás le puso las cosas fáciles, ni siquiera cuando era un niño.Él siempre fue un buen chico, y luchó con uñas y dientes por conseguir la aprobación de su padre, pero eso nunca llegó. Supongo que con el tiempo se cansó de intentarlo, en aquel momento era una persona excepcional, había aprendido de sus errores y parecía querer convertirse en alguien mejor cada día, a mi lado.Me levant&eacu
Aquella tarde, en la tranquila localidad de O Vicedo, en Lugo, parecía ser una más, en el muelle, junto a los barcos, personas pasaban de un lugar a otro, preparándose para partir con sus barcos a pescar, mientras las gaviotas piaban y revoloteaban sobre ellos, los gorriones piaban aquí y allá, y el maravilloso olor a mar invadía las fosas nasales de los presentes, que pronto giraron sus cabezas para mirar hacia el espectáculo que estaba teniendo lugar.Discutía, a pleno pulmón. Echar en cara el pasado era la especialidad de Agustín, mi ex pareja. Y reconozco que yo no hice las cosas siempre de la mejor manera. Somos humanos, todos cometemos errores ¿no?Todos los buenos deseos, los sueños que había recuperado con mi regreso a ese bonito pueblo en el que me crie, se estaban haciendo trizas con tan sólo un par de minutos escuchando a aquel hombre con el que me
Volver a casa, con el rabo entre las patas, abandonando tus sueños siempre es algo duro, pero necesario cuando sientes que has perdido el camino en la vida.A mis 33 años allí estaba, en un autobús de camino desde La Coruña hasta O Vicedo, el lugar donde pasé los mejores años de mi niñez.¡Cómo pasa el tiempo! Hacía ya 10 años que me marché de casa, persiguiendo el sueño de convertirme en alguien autodidacta, con mi propia casa, mi propio trabajo, y un hombre con el que compartir mi vida. Había fallado en casi todo, así que no tenía mucho más a lo que aferrarme que no fuese la familia que dejé atrás.Mi hermano David, el responsable, que tenía trabajo en la capital, como sicólogo, pero que volvía a casa cada fin de semana para ver a su solitaria madre, que después de la muerte de nues
Narrado por Miguel.Caminaba a paso ligero hacia nuestro garito de siempre, donde había quedado con los chicos, después de un largo día navegando, pensando en mis cosas, en toda la mierda que había dejado atrás, en que quizás… debería volver a trabajar, aunque fuese online, no quería volver al despacho por nada del mundo, ni encontrarme con Jesús o con la zorra de Cata. Ni siquiera quería cogerle el teléfono a mi madre o a mis hermanos, aún necesitaba más tiempo para reponerme, para olvidar, para dejar de pensar que no valía una mierda.Dejé de pensar en toda esa mierda, entrando en el bar en cuestión, escuchando de fondo la música, el concierto ya había empezado, como cada miércoles, y los chicos estaban en la barra, con cerveza en mano, aunque no había ni rastro de David, mi mejor amigo de la
Desperté adolorida, parecía que me había pasado un camión por encima. Hacía mucho que no salía a beber, eso quizás fue lo que sucedió, beber como una puerca y bailar durante toda la noche.Ni siquiera quería elevarme aún, no cuando me sentía tan estúpida. Allí, tumbada, no podía dejar de pensar en Agustín, en cómo le dejé en la ciudad, mientras yo huía a resguardarme a las faldas de mi madre, cómo solía hacer cuando era pequeña.Debo admitir que antes de que fallase él, lo hice yo. Me besé con otro tío con el que ya no tenía contacto, mi compañero de trabajo y amigo, del que tuve que alejarme después de saber que él tenía intenciones más heavies conmigo. Y otro día, en la despedida de soltera de una compañera de la universidad, me acos