Estrella no tenía forma de fingir que no había oído nada ya que la habían llamado directamente por su nombre. Se detuvo y giró la cabeza.—¿Pasa algo?—Estrella, ¿aún no sabes por qué estamos aquí? ¿Qué pretendes? —Hada se llenó de ira solo con ver a Estrella. Su querida Luna estaba sufriendo un martirio en prisión, ¿y Estrella aún podía asistir a la escuela con total paz y tranquilidad?—No entiendo lo que quieres decir —Estrella se paró frente a Hada con una expresión fría. —Maldita zorra sin corazón, ¿qué le has hecho a nuestra Luna? Ella es tan tímida… Con solo unos días en la comisaría ha perdido un montón de peso. ¡Deberías ser tú la que estuviera sufriendo todo esto! —Hada no pudo contener su rabia y señaló a Estrella. Sus ojos afilados eran como cuchillos y parecían querer descuartizarla.—¿Y qué tiene que ver esto conmigo? —Estrella levantó una ceja. ¿Tímida? Luna no se veía precisamente misericordiosa cuando se trataba de drogar a otros.—Es tu culpa. Nuestra Luna siempre
Desde la distancia, se oía el débil sonido de las maldiciones procedentes de Zared. Los labios de Estrella se curvaron en una sonrisa burlona. Se dio la vuelta y se dirigió hacia el callejón, donde le esperaba el coche de Burgos para regresar.Claus estaba en el Palacio Imperial. También había recibido la noticia, pero cuando Estrella regresó, no mencionó el tema. Quería esperar a que Estrella hablara, pero, ella podía manejar este pequeño asunto sin la ayuda de Claus. Prefería manejar las cosas por su cuenta y no quería depender de los demás. Iván se acercó a la puerta con el rostro pálido. Había calculado la hora en que Estrella saldría de clase para suplicar por una medicina. Arrugó la cara y dijo:—Mi señora, me equivoqué. ¿Puedes darme algo para detener la diarrea? Siento que me voy a morir.Al principio Iván había podido soportarlo, pero luego empeoró. Intentó encontrar un remedio por su cuenta, pero nada funcionó y no se atrevió a tomar nada más por temor a que la diarrea em
A la anciana y a Yune les sorprendió bastante. La mala higiene del sueño de Claus siempre les había preocupado mucho. A pesar de todos los esfuerzos, solo lograron aliviar su insomnio de forma temporal en lugar de encontrar una cura definitiva. Yune incluso había traído a un famoso maestro de hipnosis del extranjero y los mejores psiquiatras, pero ninguno de ellos había funcionado. Nadie podía curar el trastorno del sueño de su sobrino. Así que ¿cómo es que de repente había mejorado? En cualquier caso, fuera cual fuera la razón, era un alivio que Claus pudiera dormir.Rosalía sonrió muy contenta al ver que se había resuelto un asunto que les preocupaba mucho.—Esta niña. Sabía que era la persona adecuada.En realidad ella tampoco creía en el adivino, pero era mejor creer que una cosa existía a que no, por si acaso fuera verdad. De todas formas, dinero no le faltaba a la familia Burgos. Además, Rosalía se lo tomó con humor y también quería probar suerte. No esperaba que la niña no la
Claus asintió con la cabeza para mostrar su entendimiento. Guardó los papeles que tenía en la mano y subió primero a su habitación para ponerse un albornoz. Estrella empujó la puerta y en cuanto levantó la vista se quedó helada. Claus tenía una figura alta y noble, era un hombre guapo en todos los sentidos. Su albornoz negro contrastaba con su piel aún más blanca, como si fuera una obra de arte finamente tallada. Además, debajo de la bata se apreciaban las líneas de sus abdominales. Tenía una cintura fina, espaldas anchas y emanaba una sensualidad innegable. El favoritismo de Dios era muy evidente. Sin mencionar nada más, este hombre era realmente una joya rara en el mundo, tanto en apariencia como en constitución, sumamente atractivo. Si una persona ordinaria lo viera, definitivamente no sería capaz de controlar su corazón. Incluso Estrella, que siempre afirmaba tener una compostura firme, casi se había perdido ante esta escena. Se dio una palmada en la mejilla y se obligó a des
Por lo general, Estrella no solía ser demasiado amable con la gente a menos que se tratara de alguien muy cercano. Era la primera vez que se mostraba tan servicial con alguien a quien solo había visto un par de veces, como era el caso de Claus. Estrella había decidido ser amable y ayudar a Claus porque pensaba quedarse en la familia Burgos hasta que terminara el bachillerato. También tuvo la premonición de que la vida diaria de Claus, en su opinión, no debería estar limitada a una silla de ruedas, ni debería ser como era ahora…Pensando en esto, Estrella miró el reloj y salió para dejar entrar a Claus. Claus tomó el baño como de costumbre y cuando salió Estrella ya estaba dormida. Claus se secó el pelo mojado mientras observaba con una presión en el corazón a esa niña que dormía sin ningún sentido del peligro. La niña dormía profundamente sobre la cama, con su larga melena cayendo a su espalda, dejando al descubierto una carita delicada y brillante, y su piel suave y perfecta, sin
Estrella solo lo miró por un breve momento. Luego bajó la cabeza y siguió con la crema. No estaba entusiasmada, como si la comida sobre la mesa le resultara más atractiva que el cheque. —Cincuenta millones. ¿Realmente valgo solo cincuenta millones? —Se rio.Javier miró de reojo a Estrella mientras la escuchaba. Si se tratara de cualquier otra persona, pensó para sí, 50 millones de dólares sería un precio exorbitante, pero ella lo despreciaba. Este no era en absoluto el tipo de temperamento que tendría una campesina. Sin embargo, hubo algo que sorprendió aún más a Javier. —En efecto, cincuenta millones es un poco barato, más de 500 millones estaría bien, pero eso es todo lo que se merece Zared, cincuenta millones. No debe ser una valoración tuya… —intervino Claus.De hecho, a los ojos de Claus, la niña no tenía precio. Las palabras fueron tranquilizadoras para sus oídos y acallaron al mal genio que recién quería salir a flote. Estrella se limpiaba la comisura de los labios a la vez
Los ojos de Claus se fueron enfriando poco a poco. Las ramas secundarias habían sido reprimidas por la familia principal durante muchos años, así que siempre hacían pequeños movimientos en privado. Pero ahora, ¿ya no podían contenerse más? Y aunque fuera así, ¿y qué con eso?¿cómo podrían ellos hacer algo que les perjudicara?Era realmente risible. A sus ojos, Claus no era más que un maníaco insignificante. Lo que no sabían era que, de hecho, Claus era la persona que decidía si vivían o morían. —¿Se lo han contado a la presidenta? —Inquirió girando la cara.—La señora ya lo sabe —asintió Javier.—Encontraré una manera de solucionar esto —Claus asintió levemente—. Dile a la abuela que no se preocupe. —Señor, la anciana conoce sus habilidades. Ella primero estabilizará a los accionistas.Había un atisbo de admiración en el tono de Javier. Todos habían comprobado la capacidad que tenía Claus para resolver problemas. Si no fuera para proteger algo más importante, no habrían necesitado o
A la mañana siguiente, Zared salió de casa temprano y llegó rápidamente al Grupo Burgos.—Señor, ¿a quién busca? La señora de la recepción era muy buena en el servicio y le dedicó a Zared una dulce sonrisa.—Me gustaría reunirme con su presidente.Al contemplar la imponente decoración, Zared se sintió algo incómodo y se frotó ambas manos con inquietud.—¿Tiene cita? —Preguntó la recepcionista. Zared sacudió la cabeza—No, pero por favor, dígale a la presidenta que se trata de Zared. Con eso aceptará verme.—Espere un momento, por favor.La recepcionista llamó e informó al despacho superior. Cuando le dijeron que Zared la estaba buscando, Rosalía enseguida le indicó que subiera.—Señor, vaya a la izquierda. En el último piso está el despacho de la presidenta. —La recepcionista hizo un gesto educado.Zared subió. Respiró hondo antes de levantar la mano y llamar a la puerta de entrada. La voz de Rosalía llegó desde el interior y Zared empujó la puerta. El despacho era digno de la famili