No soy de hierro

Edgar abrió la puerta y salió una hora después. Su semblante mostraba una expresión fría y pálida mientras su ceño estaba dolorosamente fruncido. Se limpiaba las manos con un pañuelo, que por más que quería ocultarlo en la bata que llevaba, los presentes lograron ver algunas gotas de sangre.

Bastian, Falco, Dmitri y por último Lukyan se acercaron hacia él.

-¿Cómo está?- Bastian se soltó del brazo de su esposo y Edgar lo miró.

-¿Cómo están?- Lukyan volvió a repetir la pregunta.

Estaba serio y su voz salió tan recta que los demás pensaron que él no sentía nada, pero en su interior solo intentaba mantenerse firme. Si él se desmoronaba, siendo la única en la cúspide de la manada, quedarían muy vulnerables.

-Reina- Edgar le hizo una reverencia formal- No tengo buenas noticias- él cerró los ojos para después abrirlos con calma, sus manos comenzaban a doler de tenerlas apretadas- La condición del alfa es muy delicada. El veneno en su cuerpo es sumame

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