Capítulo 36 Esto no ha terminadoDaniela dejó la bandeja de galletas sobre la encimera, pero su mirada permanecía fija en Felipe, quien seguía observándola con esa mezcla de frialdad y acusación que le estaba empezando a irritar.— ¿De qué hombre estás hablando, Felipe Ortiz? —preguntó, intentando mantener la calma, aunque su tono comenzaba a mostrar su impaciencia.—Ya te lo dije. Hoy te vi con un hombre. Ibas muy sonriente.Daniela lo miro extrañada. Se había quedado pensativa y con el rostro tenso. Sus espectaculares labios hicieron una mueca. Felipe no pudo evitar fijarse en sus labios.— ¿Cómo dices? ¿Hoy me viste con un hombre? Y me preguntas si es mi amante o mejor dicho creo que afirmas que el padre de los niños ¿Dónde me viste con un hombre?Felipe cruzó los brazos, inclinándose ligeramente hacia ella, como si quisiera intimidarla.—Lo sabes mejor que nadie —respondió Felipe, con una seguridad que la enfureció aún más.Las palabras la golpearon como un balde de agua helada. Po
Capítulo 37 Los compensaré Eugenia salió de su habitación. Su costumbre era vestirse elegantemente para la cena. Con frecuencia su hijo la acompañaba en la cena, a veces también en el almuerzo.Observó la mesa elegantemente servida, donde se había colocado con esmero varios platillos cuidadosamente preparados y bellamente presentados.El mantel de lino blanco, los cubiertos de plata y las copas de cristal relucían bajo la suave luz del comedor. Todo estaba perfecto, representaba la opulencia y la formalidad tal como a ella le gustaba, pero había algo que faltaba ene esta ocasión, y esto era… su hijo Felipe.Frunció el ceño, una sombra de molestia cruzando su rostro. Se giró hacia su asistente, Georgina, que permanecía de pie junto a ella, como siempre, supervisando los últimos detalles.— ¿Felipe no ha llegado todavía? —preguntó, su tono frío, inquisitivo. La paciencia era un lujo que Eugenia no solía permitirse, y en ese momento estaba al borde de agotarse. No le gustaba esperar a n
Capítulo 38 ¿Es tu amante?Eugenia permanecía inmóvil, con la mirada fija en Felipe. Sus ojos, normalmente fríos y calculadores, ahora reflejaban una mezcla de incredulidad, furia y algo más profundo… algo que parecía miedo.—Espero una explicación de tu parte, Felipe —dijo, su voz cortante como una hoja afilada, cargada de un desprecio que lo atravesaba como una daga—. ¿Te gusta esa mujer? ¿Quieres ser su próximo amante?Felipe, que hasta ahora había mantenido la calma, cerró los ojos un momento, respirando hondo. Al abrirlos, su mirada era dura, llena de exasperación.— ¿Qué dices, mamá? ¿Estás loca? —replicó, alzando la voz por primera vez. Su tono era más firme que nunca—. Ya te di una respuesta antes. Estaba allí porque Fabián está de cumpleaños.Eugenia soltó una risa amarga, incrédula.—¡Fabián! —exclamó, señalándolo con un gesto impaciente—. ¡Que te importa ese niño! No puedes aceptar a ese niño como tu hermano! ¡Ese niño es hijo de Federico, con esa mujer! Ella es otra de sus…
Capítulo 39 Buscaré una soluciónDaniela lo observó en silencio durante unos segundos que parecieron eternos, mientras su mente, traicionada por el resentimiento y el agotamiento, vagaba en direcciones inesperadas.Al notar que el sistema de riego del jardín se había encendido, no pudo evitar imaginarse a sí misma tomando una manguera y disparándole agua directamente al rostro, tan fuerte y constante que Felipe terminaría atragantándose. La idea le arrancó una sonrisa casi imperceptible.Pero no se detuvo ahí. Su imaginación, alimentada por la tensión acumulada, la llevó más lejos: se lo imaginó atrapado en una olla gigante con agua hirviendo, tratando de escapar mientras ella lo obligaba a pedir clemencia y perdón. ¿Perdón por qué?, se preguntó. ¿Por ofender a su madre o por ofenderla a ella misma? Ya no estaba segura.Finalmente, dejó escapar un suspiro pesado, abandonando esas fantasías absurdas, y se apoyó contra el marco de la puerta, como si el peso de toda la situación estuviera
Capítulo 40 ¡Muchacho malcriado!—Te preocupas por mí, por tu mamá o por ti mismo —preguntó antes de poder controlarse.Felipe la miró con intensidad, su voz baja pero cargada de advertencia.—Ni se te ocurra recurrir a Javier. No tienes idea de quién es realmente.Daniela frunció el ceño, sintiendo que su determinación se fortalecía ante su amenaza.—Ah, ¿no? —dijo ella con una amarga sonrisa—. ¿Acaso piensas que puedo confiar en ti y en tu madre? Si Javier puede ayudar de alguna manera, lo buscaré. También es hermano de los niños.Felipe dio un paso hacia adelante, su expresión tornándose más seria.—Te lo advierto, Daniela. Si hablas con Javier, no solo te expones tú, sino también a los niños. Ya estoy arreglando lo del colegio, solo necesito que me des los documentos. Estoy intentando apoyarte.—¿Y crees que soy tan tonta como para depender de ti? —replicó ella, cruzando los brazos y haciendo una pausa—. Dime dónde queda el colegio, y yo misma iré a inscribirlos.Felipe sintió que
Capítulo 41 Cuando haya pagado mis pecadosAl día siguiente, Daniela se levantó casi de madrugada. La casa estaba en silencio, pero su mente no dejaba de dar vueltas. Tenía que dejar el desayuno y el almuerzo de los niños listos, e ir a revisar las tareas que Georgina le tenía para hoy. Alicia, la niñera, solo debía atender a los niños y no había otra persona que hiciera la comida del día.Además, necesitaba aclarar lo del colegio de los niños.Mientras preparaba la comida, decidió enviarle un mensaje a Felipe, deseando que le respondiera en cuanto despertara, era necesario hablar sobre la educación de los niños.Con el desayuno listo y el almuerzo preparado con anticipación, se colocó su uniforme de matrona color negro que le había entregado Georgina el día de ayer y se dirigió a la casa grande. Al llegar, vio a Georgina en la cocina, organizando un desayuno.—Buen día, señora Georgina. ¿Podría decirme qué tengo que hacer hoy, por favor? —preguntó Daniela, intentando mantener un ton
Capítulo 42 ¡No puedo más!Eugenia había llegado hasta la cocina para determinar que había demorado a Georgina. Su asistente sabía de sobra que tenía una hora fija para su desayuno todos los días.Cuando cruzo por una de las puertas de la cocina, escucho las palabras de la desgraciada amante de su esposo. Así que no pudo evitar decirle:—Nunca, nunca pagarás todo el mal que me has hecho. Eres una sinvergüenza, todavía te atreves a hacerte la víctima.Georgina, al sentir el apoyo de Eugenia, se tranquilizó y se cruzó de brazos, observando la escena con una mezcla de satisfacción y desdén.Felipe se dio cuenta de que debía intervenir. Sin saber exactamente por qué, todo lo que escucho antes acerca de los niños, lo puso incómodo. En realidad toda esta situación lo tenía bastante alterado. Sin importarle la presencia de su madre, dijo directamente lo que pensaba, —Georgina, creo que ha ido demasiado lejos —dijo, manteniendo su mirada fija en la asistente de su madre—. Este no es el ambien
Capítulo 43 Felipe… ¿Qué haces aquí? Al ver a Daniela inconsciente en sus brazos, la expresión de Felipe se tornó grave y llena de preocupación. Sus cejas se fruncieron, reflejando la tensión que sentía en su interior. Sus ojos, usualmente seguros y decididos, ahora estaban cargados de angustia y culpa.Mientras la sostenía, su mirada vacilaba entre la preocupación y el deseo de poder hacer algo, cualquier cosa, para aliviar su sufrimiento. Sabía que había contribuido a este caos, y la culpa lo consumía. En su mente, una pregunta resonaba: ¿cómo había llegado a este punto?Sin pensarlo dos veces, la alzó en sus brazos con cuidado, asegurándose de que estuviera cómoda mientras se dirigía hacia la salida de la mansión. La determinación reemplazó su angustia; sabía que debía actuar rápidamente. Nunca había pasado por una situación similar.Con cada paso que daba, su corazón latía con fuerza, y la preocupación se reflejaba en su rostro. Pasó junto al personal de la casa, que lo miraba co