Cierro con fuerza el libro que estaba leyendo.
—Si querías que entrara en depresión con este libro que me pediste leer, no lo lograste, pero fue un buen intento.
—Esperaba que dijeras eso. —Liam deja de mandar mensajes—. La autora de esa cosa es cruel, estricta, y adora torturar a la gente.
Lo miro varios segundos sin pestañar.
—¿Por qué hablas como si conocieras a la persona?
—¿Qué opinas del libro? —Él rasca su nuca y vuelve a revisar su celular—. Es demasiado drama, ¿verdad?
Dejo caer mi espalda contra el borde de la mesa de piedra, la única debajo de un árbol del patio de la escuela. Liam está acostado en la banca, usando mi mochila como almohada.
Ojeo las cantidades de páginas que me faltan. Son como doscientas, pero por una trama tan extensa y dramática no vale la pena el esfuerzo.
Despierto gracias al viento chocando en mi cara sin piedad alguna, en la camioneta de Brody. Cuando Intento cerrar la ventanilla con ambas manos para agarrar la perilla que se traba muchas veces, siento que algo está sujetándome al asiento y no es el cinturón de seguridad solamente. Al dar vuelta mi cabeza hacia el lado derecho, encuentro al principito dormido sobre mi hombro. —Diablillo, ¿cómo te sientes? Muevo un poco mi lengua sobre mis labios y dientes porque siento que he masticado arena. —He estado peor. —Por cierto, el peso extra que llevas está cansado —advierte Brody—, yo que tú no lo despierto. —¿Estás molesto por lo que pasó? Tengo que asegurarme de que no eché por la alcantarilla todo el esfuerzo que estuve haciendo para no tener problemas y sobre el esfuerzo de Brody, quien me ayudó en esta nueva oportunidad que tengo de hacer las cosas bien. Él exhala, tamborileando sus dedos sobre el volante. —Estaba furi
Increíble pero cierto: los Sídorov fueron suspendidos por dos semanas. El lunes fui llamado a la oficina de la directora donde también encontré al principito con los ojos más abiertos que un chihuahua. Quise reírme, pero al verlo nervioso y hasta diría que temblaba en el lugar —lógico considerando que no hace mucho estuvo en la misma situación—, decidí desviar la mirada hacia la directora que tampoco tenía una cara feliz. A pesar de que al inicio de la conversación ella no creía en mi versión de la historia, no tuvo más remedio que aceptarla porque el señor Smith —el mágico ser que apareció en medio del desorden— me defendió tanto como pudo. De igual modo, Liam insistió en que los hermanos demonio fueron los que comenzaron con la pelea y yo solo me defendí con la mayor prudencia que se puede tener en esa situación. Si las cosas se complicaban, podría haber llamado a Brody y él se haría cargo de la situación, pero por suerte bastó con los testimonios de las do
Cuando Liam me preguntó si quería almorzar con él y sus padres lo primero que dije fue no. Eso lo dejó descolocado por varios minutos hasta que argumentó por qué sería buena idea e intentó convencerme con lo único que le serviría para llevarme como perrito con correa hasta su casa: la deliciosa comida de su mamá. No hubo más que decir, acepté comer más de la celestial comida que comparte conmigo cuando llega su turno de traer el almuerzo a la escuela. Lo que sí me hubiera gustado haber preguntado antes es la hora en la que él vendría a buscarme. Ahora, por obviar ese importante detalle y dejárselo a él, estoy sentado en una de las escaleras en la entrada de mi casa cuando apenas son las nueve, las diez en punto, no lo sé. Tampoco sé si amaneció porque mis ojos no están del todo abiertos. Al salir de mi preciosa cama le avisé a Brody que me iría por un rato, pero él estaba tan dormido como yo desearía estar ahora. No tengo idea si me escuchó o no. De todos modos, le d
Realmente no le presté suficiente atención a Liam. Si lo hubiera analizado hasta el último cabello me habría dado cuenta de que la sonrisa ancha y natural, además del carisma, podían asociarse a una de mis primeras chefs favoritas. —Compañero me parece poco título comparado con todo lo que nos has presumido de él —comenta ella, dándome una sonrisa cariñosa. Su hijo dirige la mirada hacia la ventana que da al patio, vista que seguro ya tiene más que memorizada. Iba a decir algo hasta que Liam señala la copa de vino que sostiene su madre. —¿Puedo? —Por supuesto que no. —Ella no le da importancia a la mala cara de su hijo—. Mason, espero que Liam no te haya obligado a venir. Suele ser muy persistente en lo que no debe. El persistente se encoje de hombros y corre hasta el otro lado de la cocina, dejándome a solas con su madre. —No, no lo hizo —respondo, agrandando mi sonrisa. Aria bebe de su copa coloreada a la mitad por el
En la cocina me encuentro con Aria Grace que al parecer me estaba esperando porque extiende hacia mí un delantal de color marfil y sonríe con mucho entusiasmo mientras vate algo en un bol. En medio de la preparación de todo el almuerzo, Aria me pregunta si fue por mi mamá que empezó a gustarme cocinar. A eso tengo que responder de manera superficial; no puedo contarle que me dediqué a preparar cuanta comida pudiera para no volverme loco donde antes vivía. Le expliqué que, como debía preparar mi propio almuerzo, cena y desayuno, decidí que lo mejor sería dedicarme de verdad a ello. Luego de que la mamá de Liam siguiera la conversación hacia otros temas, llevamos la comida hasta el pequeño comedor blanco donde el principito y su padre no sabían qué más hacer para contener el hambre. —Liam, este amigo tuyo es un gran ayudante de cocina. Aria deja la fuente de papas fritas y yo ubico las hamburguesas. Su hijo no contesta, está ocupado atac
En medio de unas cuantas revistas de cocina que no recordaba haber dejado en mi casillero, encuentro apuntes y algunas notas que hice sobre temas que ya fueron evaluados y otro par de auriculares que no sabía que tenía. —¡Mason! —Liam se lanza sobre mí con tanta fuerza que casi me arroja hacia un costado. Observo por todos lados por si acaso alguien venía persiguiéndolo. —¿Qué pasa? —Estoy emocionado porque vamos a entrenar juntos. Ayer, antes de que te fueras a dormir, me dijiste que podríamos entrenar hoy en la tarde. Cierro mi casillero casi vacío y me coloco la mochila al hombro. —¿Yo dije eso? ¿Estás seguro? Intento contener la risa porque él ya no sonríe como antes, ahora se ve como un niño a punto de soltar un berrinche. —No nos han molestado —habla por fin—, por favor, que siga pacifico el día. —Está bien, ¡vamos a ver el ninja que llevas dentro! —Rodeo sus hombros con mi brazo y le doy unas suaves
El gimnasio del señor Hundson es el sueño de todo ser humano que entrena por placer o pura dedicación. Se puede pasar horas del día aquí encerrado disfrutando la luz natural que llega desde los jardines y no tener necesidad de pagar una cara membresía porque este lugar está equipado con todo lo necesario para hacer casi cualquier entrenamiento. Me muerdo los labios para que no se me escape una lágrima. —No vayas a llorar —se burla el principito. Liam subió a su cuarto para cambiarse de ropa mientras yo inspeccionaba nuestro lugar de entrenamiento. —Quiero golpear a tu padre por no usar nada de esto nunca. Cuando me doy vuelta me encuentro con el principito usando un karategi con un cinturón negro. —Debes atarte el cabello —sugiero. —Eso no creo que sea… —Es necesario —lo interrumpo antes de que me convenza de lo contrario—. Será más cómodo para ti. El principito vuelve a apartar la mirada, acción que no parece
Mientras acomodo latas de cerveza en los stands del fondo de la tienda de Kiwk Fill y con mis orejas ocupadas por los auriculares, recuerdo todo lo que hice en este tiempo de tranquilidad. Lo mejor de todo, en primer lugar, es que los Sídorov se mantuvieron alejados de mí, cosa que también me parece extraña pero que por ahora voy a ignorar. Liam no tuvo problemas y se nota que los demás chicos que se juntan con él han superado esa estupidez de preguntarle acerca de su relación fugaz con el idiota de Angus. Al no haber tensión y estrés por tener que huir de los problemas y buscar un lugar tranquilo donde no ser molestados, pudimos ocuparnos de otros asuntos. Almorzar en su casa, en la mía, hacer tarea o comida juntos fueron algunas cosas que hicimos. Siempre hacíamos tiempo para pelear como si fuéramos enemigos mortales. Liam se divertía tratando de derrotarme más de una vez mientras que yo aprovechaba de usar todo cuanto podía del gimnasio de su padre. Solo una vez e