En medio de unas cuantas revistas de cocina que no recordaba haber dejado en mi casillero, encuentro apuntes y algunas notas que hice sobre temas que ya fueron evaluados y otro par de auriculares que no sabía que tenía.
—¡Mason! —Liam se lanza sobre mí con tanta fuerza que casi me arroja hacia un costado.
Observo por todos lados por si acaso alguien venía persiguiéndolo.
—¿Qué pasa?
—Estoy emocionado porque vamos a entrenar juntos. Ayer, antes de que te fueras a dormir, me dijiste que podríamos entrenar hoy en la tarde.
Cierro mi casillero casi vacío y me coloco la mochila al hombro.
—¿Yo dije eso? ¿Estás seguro?
Intento contener la risa porque él ya no sonríe como antes, ahora se ve como un niño a punto de soltar un berrinche.
—No nos han molestado —habla por fin—, por favor, que siga pacifico el día.
—Está bien, ¡vamos a ver el ninja que llevas dentro! —Rodeo sus hombros con mi brazo y le doy unas suaves
El gimnasio del señor Hundson es el sueño de todo ser humano que entrena por placer o pura dedicación. Se puede pasar horas del día aquí encerrado disfrutando la luz natural que llega desde los jardines y no tener necesidad de pagar una cara membresía porque este lugar está equipado con todo lo necesario para hacer casi cualquier entrenamiento. Me muerdo los labios para que no se me escape una lágrima. —No vayas a llorar —se burla el principito. Liam subió a su cuarto para cambiarse de ropa mientras yo inspeccionaba nuestro lugar de entrenamiento. —Quiero golpear a tu padre por no usar nada de esto nunca. Cuando me doy vuelta me encuentro con el principito usando un karategi con un cinturón negro. —Debes atarte el cabello —sugiero. —Eso no creo que sea… —Es necesario —lo interrumpo antes de que me convenza de lo contrario—. Será más cómodo para ti. El principito vuelve a apartar la mirada, acción que no parece
Mientras acomodo latas de cerveza en los stands del fondo de la tienda de Kiwk Fill y con mis orejas ocupadas por los auriculares, recuerdo todo lo que hice en este tiempo de tranquilidad. Lo mejor de todo, en primer lugar, es que los Sídorov se mantuvieron alejados de mí, cosa que también me parece extraña pero que por ahora voy a ignorar. Liam no tuvo problemas y se nota que los demás chicos que se juntan con él han superado esa estupidez de preguntarle acerca de su relación fugaz con el idiota de Angus. Al no haber tensión y estrés por tener que huir de los problemas y buscar un lugar tranquilo donde no ser molestados, pudimos ocuparnos de otros asuntos. Almorzar en su casa, en la mía, hacer tarea o comida juntos fueron algunas cosas que hicimos. Siempre hacíamos tiempo para pelear como si fuéramos enemigos mortales. Liam se divertía tratando de derrotarme más de una vez mientras que yo aprovechaba de usar todo cuanto podía del gimnasio de su padre. Solo una vez e
Tardé una mañana entera en encontrar más ropa entre las cajas que todavía no había desarmado desde que me mudé a la casa de Brody. Mal hecho de mi parte. Ahora no sé cómo quitarle el olor a naftalina a las pocas cosas que hallé ahí. Me reproché varias veces a mí mismo por haber dejado olvidadas estas cosas. Ahora la mayoría de lo que tengo bien puede servirme para disfrazarme de mendigo. Pensándolo bien, tuve suerte de que quedara algo de mis cosas cuando volví a la casa donde antes vivía después de salir del hospital. Sabía que hallaría destrucción, pero esos idiotas se tomaron la venganza muy en serio. La mayoría de mis chaquetas negras fueron reducidas a cenizas, los jeans terminaron con fluidos corporales de dudosa procedencia, y lo peor fue ver que mi cuarto se había convertido en un nido de ratas con aroma a prostíbulo. Observando la poca ropa que me queda, pienso que no fue buena idea querer ir a una fiesta cuando la mitad de lo que tengo no me sirve para una
En el camino hacia Five Guys, el lugar de comida rápida más cercano a la casa de Clover, pienso muy bien qué hacer con lo que de repente está pasando entre Liam y yo. Es obvio que ya no tiene la intención de solo ser mi amigo, incluso fingí no darme cuenta de la forma en la que un simple acercamiento se fue transformando en algo más, pero ya va siendo hora de que establezca límites. No estoy listo para dar ese paso, aunque él sea un buen chico y en serio me interese conocerlo mejor. No puedo. Siento que todavía hay cosas muy retorcidas dando vueltas por mi cabeza, además de que mi temperamento suele ser un poco complicado de controlar en ciertas circunstancias y debería añadir el hecho de que sigo teniendo pesadillas que me dejan bastante mal al día siguiente. A decir verdad, estos días no he tenido casi ninguna, pero tampoco me confío. Un día volverán y cuando eso suceda mi cuerpo y mi mente serán un desastre. Después de una hora, llegamos a mi casa con comida, cans
Desde esa noche en mi cuarto, ninguna de las siguientes ha sido buena para mí. Las pesadillas volvieron a ser tan fuertes como de costumbre y no pude soportarlas como otras veces. Tuve que tomar algo que me ayudara a dormir porque no quería despertar con mis ojos a punto de explotar por el sueño perdido y hablando con bostezos en vez de palabras. Durante el día anduve como pude, sin Liam, quien ni siquiera se daba cuenta de que lo miraba de vez en cuando. Por supuesto, no se fijará nunca más en mí si ya dejé claro que no quiero nada con él. Al menos, las veces que me levantaba temprano por no poder dormir sirvieron para dedicarme a preparar las recetas que venía posponiendo hace rato. Lo hubiera hecho en otro momento, pero no tuve mucho tiempo ni ganas de hacer algo esta semana. Otra cuestión que debo tener en cuenta es que pronto van a comenzar los exámenes. Tengo que arreglar algún que otro horario de estudio, ordenar mi escritorio que no entiendo cómo es q
Pasó mucho tiempo desde la última vez que he pisado la cafetería para disfrutar de la comida que me preparo todos los días. Se había vuelto una costumbre hacer almuerzo para dos, saber que algunas veces podría disfrutar de comida celestial cocinada por una encantadora chef o entusiasmarme con un platillo en especial porque sería una comida sorpresa para Liam. Ahora es bastante extraño reconocer que pasaron dos semanas de andar como socios, amigos, lo que sea. También es extraño que haya decidido comer en medio de todo este ruido. Lo peor aparte de eso es que mis auriculares están rotos así que la música no puede llenar mi conciencia hasta que pueda comprar otros. Miro alrededor en cuanto las ganas de comer me abandonan. Las mesas están llenas de gente hablando de todo, sufriendo por los exámenes, coqueteándose entre sí o comenzando a pelear por cualquier tema absurdo. En mi caso, encontré una mesa aparte de todos donde puedo estar tranquilo revolviendo el borsch que
Cuando salgo de la escuela y regreso a mi casa me cuesta hasta lavar la ropa porque todavía tengo imágenes de lo que pasó hoy, de la mirada que no me da un respiro porque cada que cierro los ojos siento que mi corazón recibe un pinchazo de una espina que se entierra hasta el fondo y termina por detenerlo. Pateo y golpeo el saco de boxeo tanto como puedo, intento correr lo más fuerte posible y torturar mi conciencia con estudio y más tareas. Pero cuando mi cabeza se siente pesada sobre mis hombros, cuando mis músculos están entumecidos y no puedo respirar sin toser por estar tan agitado, vuelvo a sentirme enjaulado por mis sentimientos confusos. Luego de tanto tratar de ignorar el problema siento que es hora de fijar una cita con mi terapeuta. Necesito desenredar la maraña de pensamientos atascados. A la hora de hacer la cena, busco todos los condimentos para hacer gumbo. Quizás concentrarme en la cocina me ayude a no volverme loco por todo lo que aho
Unos suaves golpecitos en la puerta me hacen girar la cabeza hacia atrás. Echo en la olla los demás vegetales en cubitos y las cebollas picadas. Luego de revolver un poco, salgo de la cocina hacia la sala de estar. Al abrir la puerta casi doy un salto hasta el techo. —Hola —saluda Liam—, sé que esto no es lo que esperabas y yo tampoco, pero… Cierro la puerta con todas mis fuerzas. Sintiendo que las venas de mis manos empujan la piel para explotar hacia afuera, fuerza que también me obliga a cerrar mis puños, regreso a la cocina. Inspiro profundo un par de veces y continúo preparando la cena. —¿Quién era? —pregunta Brody. Revuelvo con fuerza los vegetales que arrojé a la olla. —Nadie. —Mason, ¿quién era? Casi puedo escuchar mis dientes chirriar mientras trato de no hablar. —Abriré la puerta. —¡Está bien! ¡Ya voy! ¡Ya voy! —Salgo de la cocina dando pisotones hasta la maldita puerta—. ¡Ojalá te hayas ido! P