Pasó mucho tiempo desde la última vez que he pisado la cafetería para disfrutar de la comida que me preparo todos los días. Se había vuelto una costumbre hacer almuerzo para dos, saber que algunas veces podría disfrutar de comida celestial cocinada por una encantadora chef o entusiasmarme con un platillo en especial porque sería una comida sorpresa para Liam. Ahora es bastante extraño reconocer que pasaron dos semanas de andar como socios, amigos, lo que sea. También es extraño que haya decidido comer en medio de todo este ruido. Lo peor aparte de eso es que mis auriculares están rotos así que la música no puede llenar mi conciencia hasta que pueda comprar otros.
Miro alrededor en cuanto las ganas de comer me abandonan. Las mesas están llenas de gente hablando de todo, sufriendo por los exámenes, coqueteándose entre sí o comenzando a pelear por cualquier tema absurdo. En mi caso, encontré una mesa aparte de todos donde puedo estar tranquilo revolviendo el borsch que
Cuando salgo de la escuela y regreso a mi casa me cuesta hasta lavar la ropa porque todavía tengo imágenes de lo que pasó hoy, de la mirada que no me da un respiro porque cada que cierro los ojos siento que mi corazón recibe un pinchazo de una espina que se entierra hasta el fondo y termina por detenerlo. Pateo y golpeo el saco de boxeo tanto como puedo, intento correr lo más fuerte posible y torturar mi conciencia con estudio y más tareas. Pero cuando mi cabeza se siente pesada sobre mis hombros, cuando mis músculos están entumecidos y no puedo respirar sin toser por estar tan agitado, vuelvo a sentirme enjaulado por mis sentimientos confusos. Luego de tanto tratar de ignorar el problema siento que es hora de fijar una cita con mi terapeuta. Necesito desenredar la maraña de pensamientos atascados. A la hora de hacer la cena, busco todos los condimentos para hacer gumbo. Quizás concentrarme en la cocina me ayude a no volverme loco por todo lo que aho
Unos suaves golpecitos en la puerta me hacen girar la cabeza hacia atrás. Echo en la olla los demás vegetales en cubitos y las cebollas picadas. Luego de revolver un poco, salgo de la cocina hacia la sala de estar. Al abrir la puerta casi doy un salto hasta el techo. —Hola —saluda Liam—, sé que esto no es lo que esperabas y yo tampoco, pero… Cierro la puerta con todas mis fuerzas. Sintiendo que las venas de mis manos empujan la piel para explotar hacia afuera, fuerza que también me obliga a cerrar mis puños, regreso a la cocina. Inspiro profundo un par de veces y continúo preparando la cena. —¿Quién era? —pregunta Brody. Revuelvo con fuerza los vegetales que arrojé a la olla. —Nadie. —Mason, ¿quién era? Casi puedo escuchar mis dientes chirriar mientras trato de no hablar. —Abriré la puerta. —¡Está bien! ¡Ya voy! ¡Ya voy! —Salgo de la cocina dando pisotones hasta la maldita puerta—. ¡Ojalá te hayas ido! P
Una noche de sueño horrible más tarde, Liam y yo apenas si nos decimos buenos días y empezamos a prepararnos para la escuela. De igual modo, cuando estamos desayunando tampoco hablamos más allá de un simple comentario de su parte de que me llevará en su auto, pero no hice más que asentir y seguir comiendo. El camino a la escuela fue igual de silencioso, incluso lo sentí eterno porque ni siquiera puso un poco de música como para aligerar la carga que había alrededor. —Bueno, supongo que este es el adiós definitivo —me dice cuando estamos en la entrada de la escuela. —Lo siento —murmuro como si eso fuera necesario. —Entiendo —me dice, encogiéndose de hombros—. Tal vez esto no fue posible desde un principio. —Yo… lo lamento, en verdad no quería… —Está bien —Liam asiente, dándome una sonrisa agridulce—. No hay nada más que decir. La pesadez en el pecho y la tensión en todo mi cuerpo resulta insoportable,
Durante una semana estuve caminando como zombi a cualquier sitio que fuera. En el trabajo, Clover me dijo que no me concentro en nada y todo lo hago mal por estar deprimido. Brody también me preguntó muchas veces qué me sucedía, pero lo único que quería decirle era “nada”. Intenté con todas mis fuerzas ocuparme de cualquier cosa que me sirviera para alejar esta pesadez que me causaba insomnio, pero lo más que logré es alimentarme un poco y asearme solo porque tengo que asistir a la escuela y trabajar. Hasta estaba pensando faltar unos días a clases porque lo único que hacía era pensar y pensar en cosas inútiles. En esos momentos en los que tenía mi cuerpo en automático y mi mente era la única que funcionaba manualmente, pensé que podría buscar a Liam para explicarle por qué quise acabar con todo y escapar lejos. Luego, la misma idea de siempre, que seré rechazado y hasta lo veré correr aterrado, frenó todo intento de salir corriendo a buscarlo. Tampoco ayudaba que de
Un día, unos demonios locos decidieron molestarme. Como no reaccioné a su sistema de meter miedo por ser los mocosos de una familia mafiosa, se encapricharon por conseguir alguna reacción de mi parte. Eso nunca es bueno, lo sé por experiencia. Lo mejor que podía hacer era acabar con esto enfrentándolos o dejándome atrapar. La primera opción me traería problemas más a mí que a ellos porque, a pesar de que yo dijera que me andaba defendiendo, ellos tendrían más peso. Nadie se atrevería a echar a los hijos de alguien importante. La segunda opción era la más razonable, ellos se desquitarían conmigo todo lo que quisieran y se les pasaría la manía que tenían con tan solo verme llorar un poco. Mi orgullo no me dejó actuar como las circunstancias lo requerían, cuestión que me causó más líos porque terminé por frustrar más a las dos monos disfrazados de humanos. Pero hubo un margen de tiempo en el que fui feliz. Pasar el rato con Liam era algo que esperaba todos los días, me
Mi teléfono comienza a sonar. ¡¿Quién en todo el maldito mundo llama un sábado a las seis de la mañana?! —Hola. —Saca tu culo de la cama, te estoy esperando afuera de tu casa. —Maldita hija de... —¡Muévete! —El eslabón perdido parece un león rugiendo—. Tienes diez minutos. Por esta m****a renuncié a mi trabajo, pero resulta que es esta m****a la única solución que encontré. Lanzo las sábanas y mantas por ahí en cuanto salto de la cama para buscar ropa, tratar de encontrar una barra energética en la cocina e importándome poco si tengo aliento de búfalo. Su majestad quería que saliera rápido, entonces deberá aguantar el aroma a alcantarilla de un hombre recién salido de la cama. Salgo de la casa con hambre porque no encontré lo que quería, pero con la esperanza de no hallar al eslabón perdido y poder volver a mi cama a pensar en las razonables decisiones que tomo. Para mi desgracia, hay un SUV BMW esperando por mí. Acepta
El glacial humano camina hacia el eslabón perdido que por poco no tiene enterrada la cabeza en el cuenco de cereal, un cuenco de unicornio con cuerno incluido. Irina y su secuaz sangriento intercambian algunas palabras, luego voltean hacia el lado donde estamos nosotros. —Mason. —Miro hacia el glacial humano que pronuncio mi nombre—. Soy Jeffrey, el segundo al mando. Adler, el chiquito que no puede aguantar un bolso cargado de ropa, es el encargado de elaborar brillantes planes y quien tiene control sobre un porcentaje de los gorilas que viste abajo, y Wyatt es el tipo omnipresente que se ocupa de navegar por las profundas redes del internet para tener todo lo que queremos y se convierte en nuestros ojos cuando corremos a ciegas hacia la muerte. Irina pone los ojos en blanco y sale de la habitación. —Tú serás otro omnipresente en las misiones —sentencia Jef—. No te preocupes, no matarás a nadie. Ese es mi trabajo. —Lo suponía. El hielo con pie
Doce de la noche del domingo. Irina me arrastró de la cama porque era el único que se había pegado al colchón. Le repetí hasta el cansancio que pondría todas las quejas posibles porque me daba la gana y no le permitiría tratarme como un pedazo de m****a. Pronto Jef intervino en la pelea, apartando a la líder y dejando que protestara tanto como quisiera hasta que por fin se me agotaron las ganas de pelear y pudimos armarnos hasta los dientes, volver a repasar el plan de acción, y subir al auto que nos llevaría hacia la muerte. Subir al auto parece el único paso inofensivo, pero se trata de mucho más que solo poner el culo en el asiento trasero. En el auto de esta chica hay que mantener la cordura cuando un chico de dieciséis malditos años comienza a hablar de volar cabezas cada que acaricia un arma. Eso ya lo escuché en alguna parte, solo que la rata de m****a que lo decía sí tenía pesadillas en la noche después de volarle los sesos a un tipo y no se llamaba a sí mismo asesin