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11. ¡Ustedes cállense… pueden ser mi cena!
En Otro LugarArón ha estado inquieto. No logra concentrarse en nada.La llegada de su medio hermano junto a su Luna lo tiene tenso.El trono no es lo valioso, nunca se han llevado bien, pero espera que el haber encontrado a su Luna lo haga cambiar, que deje de ser tan egoísta y piense un poco más en su pueblo.El aire trae consigo el fuerte olor a cereza y durazno, una mezcla extraña, pero inconfundible: es su compañera.Ruge Thor en la cabeza del Alfa. Un alarido lleno de angustia.—Alfa, nuestra Luna está cerca y su vida está en peligro… siente su dolor… su sufrimiento. Ella nos necesita.Arón, sin transformarse, corre a gran velocidad en la dirección de su olor. Debe llegar y salvarla. Su cuerpo se llena de escalofríos al pensar que la perderá. Siente su agonía y su llamado.A pocos kilómetros de la ubicación, se desata una tormenta como si el cielo y el infierno se unieran.La tierra comienza a estremecerse y el firmamento se ilumina, centelleando luces acompañadas por terrorífic
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12. ¿Acaso no ves que está muerta…
—¡Rosalba! Deben salir —grita a todo pulmón.Observa cómo un enorme árbol se desploma, aprisionando a la vivienda y amenazando con derrumbarla.Sin pensarlo, brinca con todas sus fuerzas, transformándose y dándole el control a Thor.Se interpone entre el pesado tronco y la casa, justo a tiempo para detener el desastre. Recibe el brutal golpe… la ferocidad del impacto destroza una de sus patas delanteras. El crujir de sus huesos no lo detendrá. Aunque aulle de dolor. No puede retroceder, debe asegurar el tronco.Su cabeza también tiene algunas astillas de madera clavadas, pero siente que no es momento de lamentarse. Con destreza lanza el árbol a lo lejos, despejando el peligro.El dolor es insoportable; sin embargo, su deber y responsabilidad priman. Se transforma en su forma humana. Sabe que su lobo pronto lo curará. Es el Alfa de Alfas.La diosa le ha brindado la habilidad de crear un atuendo para cubrir su desnudez.—¡Señora Rosalba! —exclama, golpeando con fuerza la puerta, consci
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13. Encontraré a la ladrona.
En otro lugar.El teléfono del Alfa suena de nuevo, su tono insistente corta el silencio sepulcral del despacho donde se encuentra reunido con el Beta y el Delta.Aprieta los dientes con fuerza, haciendo que rechinen; intenta ignorarlo. La información que sostiene entre sus manos hace hervir su sangre, inundando su cuerpo de una ira densa y una frustración desgarradora que apenas puede contener.Con el ceño fruncido y un suspiro cargado de exasperación, finalmente toma el móvil. Mira la pantalla: un número desconocido. Eso lo inquieta aún más, así que decide responder.—¿Señor Taylor? —pregunta la doctora, con el nerviosismo a flor de piel.El médico encargado del laboratorio prefirió renunciar antes que enfrentar a Arón.—Con él —responde de manera seca.Por la bocina del teléfono, su oído agudo logra captar la respiración agitada de la mujer.—Señorita, hable de una vez… antes de que mi paciencia se agote por completo.—Señor Taylor… hemos sufrido un robo en los laboratorios de fert
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14. ¿O acaso crees que soy una bruja…?
—¿Dónde están las otras cachorras? —es la pregunta firme y potente que realiza el Alfa Supremo. Los lobos se levantan de inmediato, obedeciendo la orden. El sufrimiento se refleja en sus rostros como sombras grabadas a fuego, profundas, antiguas, casi irreparables. Arón se sumerge en sus memorias, y a través de ellas, contempla las atrocidades que cometió Primo, el Alfa que los sometía con crueldad. Para Primo, ellos no eran más que escoria. Bestias deformes que no merecían dignidad ni compasión. Los obligaba a trabajar más de veinte horas al día y los azotaba ante el menor intento de sublevación, sin permitirles siquiera la posibilidad de autocuración, ya que los collares de plata lo impedían. En medio de sus recuerdos, aparece la figura borrosa de un hombre desconocido, una sombra sin rostro que parece ser la mente maestra detrás de toda esa manipulación y avaricia que sedujo a los ahora fallecidos líderes de la manada. El Alfa Supremo es el mejor rastreador de todas las
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15. Todo tipo de uso y abuso…
EN EL CASTILLO…Son recibidos por doña Gertrudis, el ama de llaves, y Asdrúbal, el mayordomo. Son esposos.—Bienvenidos, sigan, por favor. En unos momentos les acomodo las habitaciones —dice la tierna anciana, antigua nana de Arón.—Los instalaremos en el ala sur, lejos de los aposentos del señor —le susurra Asdrúbal.—No, allí deben iniciar unos trabajos de reconstrucción la próxima semana. Entonces lo haremos en el ala norte —responde Gertrudis con amabilidad.—¿Trabajos de reconstrucción? —pregunta el mayordomo, sorprendido. Él es el encargado de ese sector y no lo sabía.—Sí, hay unas paredes que se han fisurado o perdido su color. Creo que te estás haciendo muy viejo para este trabajo, que ya ni te fijas —le recrimina la anciana.Asdrúbal la mira con el ceño fruncido. Sin decir nada más, se aleja; irá personalmente a verificar lo que dice su esposa. Es muy cuidadoso con todo y no puede creer que algo así se le haya escapado.—Rico y Javier, traigan las maletas y síganme —ordena d
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16. Sus cachorras.
—Thor, ¿puedes decirme por qué estás tan tranquilo?…—Alfa, creo que la falta de sexo te tiene alterado —responde, sabiendo que su comentario solo lo pondrá más furioso.—No me jodas —responde, exaltado y a punto de romper el enlace.Pero Thor sabe que necesita calmarlo; han tenido una semana demasiado agotadora. Apenas han logrado rescatar medio centenar de cachorras, y las condiciones en las que las tenían son desgarradoras.—Sabes que ella es real, y es nuestra mate —susurra Thor, haciendo que el corazón del Alfa dé un brinco de alegría.—¿Pero cómo entró y salió? —pregunta, ansioso por conocer cada detalle.—Solo sé que nuestra Potra es especial. Debes tratarla con cariño y conquistarla cuando nos encontremos. No puedes dejar salir tu prepotencia y soberbia, o nos mandará por un caño.—Te prometo que le haré un altar y la trataré con dulzura, respeto y mucho amor. Aunque, en la oscuridad de nuestra habitación, no me controlaré; ansío tenerla y volver a explorar cada centímetro de
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17. El Alfa más arrogante.
Siente cómo las fuerzas comienzan a abandonarlo lentamente y la oscuridad se arrastra desde dentro… lenta… helada… sofocante.—Arón… no soporto más… lo siento —murmura Thor, apenas audible, su voz impregnada de culpa y cansancio.—Soporta un poco más —súplica el Alfa, cerrando los ojos un instante, intentando transmitirle energía a su lobo.—¡Váyanse! —ordena con tono fuerte a sus guerreros, señalando la puerta con un movimiento tembloroso—. No puedo permitir que todos perezcan.—¡Salgan! —grita el Beta, sin vacilar, aunque su mirada se clava en su Alfa con una mezcla de angustia, impotencia y lealtad de los más grandes hermanos.Arón, al ver que su Beta duda en obedecer la orden, gruñe.—¡Vete! Lennon, eres el segundo al mando… y en mi ausencia, serás el nuevo Alfa.—Olvídate de eso. Saldremos juntos, o ninguno saldrá —le espeta el Beta con voz firme y desafiante.—No seas terco… No te estoy preguntando… ¡Te estoy dando una orden! —ruge con las pocas fuerzas que le quedan, su tono me
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18. Pero, ¿quiénes son Mara y Zadquiel?
—¡¿MAMÁ?! —grita Annie, dejando sorprendidos a Júpiter y Salvador, quienes abren los ojos de par en par.—Hola, mi princesa —dice Mara, acercándose y envolviéndola en sus brazos con ternura.—¡Has venido! —exclama Annie, recibiendo el abrazo.Mara venía, cada temporada, a la Tierra y poseía un cuerpo humano para estar cerca de su hija. Además, le había incrustado unas pequeñas aclaraciones en su mente, ya que Annie sentía, con cada año que cumplía, que no pertenecía del todo a este mundo.A los cinco años descubrió que podía mover objetos con tan solo pensarlo. A los diez, era capaz de escuchar la voz de una persona sin importar la distancia, siempre que se concentrara en ella. Cada año traía consigo una nueva habilidad.Cuando Zadquiel lo descubrió, intentó sellar sus poderes, temiendo que estos pudiesen atraer a su enemigo antes de tiempo o simplemente despertarlo. Ella debía parecer una simple humana para así pasar desapercibida.Mara no tenía la certeza de que el heredero de la os
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