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Todos os capítulos do El regreso de la heredera : Capítulo 21 - Capítulo 30
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El último suspiro
Mercedes, al ver llegar a Grecia junto a Guillermo, se emocionó hasta las lágrimas. Fue realmente un gran susto el que pasó cuando cayó en sus brazos desmayada; llegó a pensar que no se salvaría.—Grecia, amiga, qué maravilla verte! No sabes lo preocupada que estaba por ti. Tenía tantas ansias de ir a la clínica, pero Guillermo me dijo que todo estaba bien, que el médico te había controlado la presión.—Gracias, Mercedes, siempre tan linda conmigo. De no haber sido por ti, creo que me hubiera muerto ese día.—Ni lo digas. Así que ahora lo que tienes que hacer es descansar. Pero han debido irse directo a mi casa; para eso te di las llaves.Grecia miró a Guillermo, y este enseguida le dijo:—Grecia ya no se va a quedar en tu casa, Mercedes. A partir de ahora, me la voy a llevar a la mía.Mercedes abrió los ojos sorprendida, sin entender lo que estaba pasando.—¿Qué has dicho? Pero aquí ha pasado algo que yo no sé. —dijo sonriendo mientras los miraba a ambos.Guillermo se adelantó en res
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Un nuevo comienzo
Mientras la tragedia se acercaba a la familia Ripoll, Grecia llegó a la casa de Guillermo. Al estacionar el auto, él la miró sonriendo.—Bien, mi bonita, ya llegamos. Esta será tu casa a partir de ahora.Grecia, aún dentro del auto, miró a través de la ventanilla y abrió los ojos sorprendida.—¿Qué? ¿Esta es tu casa? —dijo incrédula.—Así es. ¿Qué pasa? ¿Acaso no te gusta?Ella lo miró y respondió:—¡Estás bromeando! No me gusta, ¡me encanta! Pero jamás imaginé que fuera una mansión. Es muy lujosa por fuera; no puedo esperar para saber como es por dentro. Guillermo sonreía, observando la ingenuidad de Grecia. Su espontaneidad y la forma en que manifestaba sus sentimientos lo enamoraban aún más.—Pues esta mansión, como tú la llamas, es a partir de ahora solo tuya.—¡Por Dios, Guillermo! No digas eso.—Sí lo digo. Cuando te dije que te iba a hacer vivir como a una reina, no estaba mintiendo. Déjame abrirte la puerta, señorita; voy a llevarte a tu nueva casa.—¡No! ¿Qué haces, Guillerm
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El último adiós
Greta había conducido el auto a exceso de velocidad, quería llegar lo más rápido posible a su casa, no lograba contenerse, le había causado una fuerte impresión la forma en que Armando había muerto frente a ella. Después de conducir aproximadamente por un periodo de una hora, llegando al punto de perder la noción de a dónde iba, por fin llegó a la mansión Ripoll, dejando el auto mal estacionado. Entró a toda prisa y subió las escaleras corriendo. Al llegar a su habitación, se despojó de toda la ropa y se metió debajo de la ducha. Estaba muy nerviosa; sentía que quería quitarse de la piel aquel olor a clínica, y sobre todo quería borrar las huellas de Armando sobre sus manos. Estaba fuera de control no coordinaba lo que hacía. “Yo no lo maté en realidad, solo le dije la verdad sobre mi amante, y él solito se murió. No tengo la culpa de que no haya sido capaz de soportar la verdad”, se repetía a cada momento mientras se frotaba la piel con fuerza, como si el agua pudiera limpiar su c
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El peso del pasado
En la imponente funeraria, grandes personalidades de distintos medios de comunicación se encontraban brindando su pésame a Greta y Luis Fernando. Ella aparentaba estar devastada, pero aún así lucía elegante; había elegido un traje de marca en color negro, complementado con un sombrero que ocultaba parcialmente su rostro, y unos anteojos oscuros que le ayudaban a disimular su llanto. Sabía que iba a estar presente toda la prensa, y por supuesto, debía lucir impecable, para ella era mucho más importante su apariencia, jamás permitía que la vieran destruida sea cual fuera la circunstancia. Luis Fernando, sentado a su lado, mostraba signos evidentes de su dolor. Su mirada estaba perdida, tenía los ojos hinchados y rojos por las lágrimas. Ya no podía contenerlas; permanecía sumido en un silencio profundo, atrapado en recuerdos de su niñez con Armando. No podía asimilar que nunca más iba a tener a su padre en su vida para aconsejarlo y orientarlo en el manejo de la empresa Ripoll. Laura,
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La corona de flores
—Greta, no me mires así. No vas a engañarme; sé perfectamente que tenías planes para que Don Armando no le dijera nada a Luifer. ¿Qué fue lo que hiciste? —le dijo Laura, acercándose a ella mientras la tomaba del brazo con fuerza.Greta la miraba en silencio, pero Laura ya no estaba dispuesta a aguantar más.—Conmigo no tienes que fingir, aparentando estar demente. Ahora estamos a solas y quiero saber si tuviste algo que ver con la muerte de Don Armando.—¡Ya basta, Laura! Déjame en paz. ¿No te das cuenta de que acabo de perder a mi marido? Eres una insensible —reaccionó Greta, fingiendo sentirse ofendida.—Por favor, Greta, ¿no te parece mucha casualidad que justo cuando subiste a ver a Don Armando, a los pocos minutos falleció? ¿No te parece extraño? —dijo Laura con sarcasmo.Greta apretaba los puños, tratando de controlarse porque no le convenía delatarse ante ella.—Mira, Laura, te lo voy a decir una vez: Armando falleció a causa de un infarto. Yo no le puse un dedo encima; él soli
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El pasado llegó de visita
Era muy tarde. Grecia se había quedado dormida después de tanto llorar en el sillón de su habitación. Guillermo había regresado del restaurante, había bebido algunas copas de vino, pero estaba sobrio; solo se sentía un poco relajado. Al subir las escaleras para dirigirse a su habitación, se detuvo en la puerta de la habitación de Grecia. Allí estuvo por unos minutos, indeciso sobre si debía llamar a su puerta. “¿Estará dormida?” se preguntó. Sin embargo, el deseo de verla y hablar con ella era mucho más fuerte. Después de pensarlo, decidió tocar.—Grecia, ¿estás despierta? —preguntó suavemente.Grecia abrió los ojos, ya que tenía el sueño ligero. Miró el reloj sobre la mesa y se sorprendió al ver lo tarde que era; ya era medianoche. Se había quedado dormida en el sillón sin darse cuenta. Sobre la mesa junto a su cama, estaba su cena en una charola que le había llevado Matilde. Se levantó rápidamente y decidió abrirle la puerta a Guillermo.—Es muy tarde, ¿dónde estabas? —dijo, bosteza
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El tío Pablo
Había mucha tensión en el ambiente. Greta intentaba mantenerse firme, pero sus piernas comenzaron a temblar; no podía creer lo que sus ojos estaban viendo.—¿Qué haces aquí, Pablo? —preguntó incrédula.—¿No me vas a saludar, mi amor? —le dijo con sarcasmo—. ¿Esa es la forma de saludar al padre de tu hijo?Greta abrió los ojos con asombro, se puso pálida y sintió un escalofrío recorrer su piel. Miró a su alrededor, asegurándose de que alguien de la servidumbre no hubiera escuchado.—¿Pero acaso te has vuelto loco? ¿Cómo te atreves a aparecerte aquí en mi casa? Y no te permito que menciones a mi hijo.—Cálmate, Greta. Mira que ya no estás en edad de tener corajes. ¿Y no me invitas a pasar? Vine porque me enteré de la muerte de Armando y quise tener la gentileza de darte el pésame a ti y a mi hijo, Luis Fernando —repitió, haciendo enfurecer a Greta. Sus manos temblaban; estaba realmente abismada con la visita de Pablo.—Vete, por favor, te lo pido. Vete de aquí, mira que Luis Fernando pu
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Sombras del pasado
Mientras la mansión de los Ripoll se había visto revuelta por la visita inesperada de Pablo, en la mansión de Guillermo, Grecia se había levantado muy temprano. No había podido dormir en toda la noche, después de que Guillermo la besara. Se sentía extraña; el único hombre que había tenido en su vida había sido Luis Fernando. A pesar de todo lo que él le había hecho sufrir, no podía evitar sentir que lo estaba traicionando. Sin embargo, ese beso la había hecho sentir nuevamente mujer. Además, le había gustado estar en los brazos de Guillermo.Se miró al espejo, pasando sus dedos por sus labios, cerrando los ojos y recordando el cálido momento que la había hecho estremecer. Justo en ese instante, escuchó que llamaron a su puerta, sacándola inesperadamente de sus pensamientos. Abrió los ojos, sorprendida y nerviosa, pensando que podría ser Guillermo.—Adelante, por favor —dijo con voz temblorosa.Pero no era él; era Matilde, quien le llevaba una charola con el desayuno que Guillermo habí
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Seducción en la cocina
Guillermo había llegado al restaurante muy temprano, ansioso por la reunión con algunos proveedores y por supervisar personalmente el trabajo de Úrsula. Sin embargo, su mente estaba atrapada en el recuerdo del beso que había compartido con Grecia. Para él, ese momento había sido un gran paso, uno que lo llenaba de alegría y esperanza, deseando que las cosas entre ellos pudieran cambiar para bien.Su entusiasmo era evidente, y Mercedes, al verlo así, no pudo evitar comentarlo.—Te veo radiante, Guillermo. Parece que las cosas van por buen camino, ¿no? —dijo con picardía.Guillermo sonrió, guiñándole un ojo.—Puede que tengas razón. Estoy muy contento, y no habrá nada ni nadie que pueda empañar esta felicidad que siento hoy.—Uy, pero me tienes que contar. No me puedes dejar así con esta intriga —respondió Mercedes, sonriendo. Ella, más que nadie, deseaba que Guillermo y Grecia se unieran, anhelando que Grecia pudiera finalmente olvidar a Luis Fernando.Mientras tanto, Úrsula, que tambi
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El precio de la traición
Grecia se quedó impactada. En ese momento, la escena de cuando encontró a Luis Fernando besándose con Laura volvió a su mente. Se sintió devastada; era como si la vida la obligara a revivir la misma situación.—¿Qué está pasando aquí? —exclamó con un tono de voz fuerte que sorprendió a Guillermo y Úrsula al verla. Guillermo se apartó de Úrsula de inmediato, limpiándose la pintura de labios de su boca. Úrsula, sorprendida, no esperaba que Grecia apareciera en el restaurante. Se había confiado en que estaba de reposo y había planeado aprovechar su ausencia para acercarse a Guillermo. La idea de que Grecia estuviera allí arruinaba todos sus planes.La atmósfera en la cocina se tornó tensa. Guillermo se puso pálido, sus ojos estaban abiertos de la impresión. No sabía cómo defenderse y sintió que en ese momento había perdido todo por lo que tanto había luchado: ganarse el amor de Grecia.—Grecia, yo... esto no es lo que parece. Déjame explicarte, por favor —dijo Guillermo, tratando de enco
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