Guillermo había llegado al restaurante muy temprano, ansioso por la reunión con algunos proveedores y por supervisar personalmente el trabajo de Úrsula. Sin embargo, su mente estaba atrapada en el recuerdo del beso que había compartido con Grecia. Para él, ese momento había sido un gran paso, uno que lo llenaba de alegría y esperanza, deseando que las cosas entre ellos pudieran cambiar para bien.Su entusiasmo era evidente, y Mercedes, al verlo así, no pudo evitar comentarlo.—Te veo radiante, Guillermo. Parece que las cosas van por buen camino, ¿no? —dijo con picardía.Guillermo sonrió, guiñándole un ojo.—Puede que tengas razón. Estoy muy contento, y no habrá nada ni nadie que pueda empañar esta felicidad que siento hoy.—Uy, pero me tienes que contar. No me puedes dejar así con esta intriga —respondió Mercedes, sonriendo. Ella, más que nadie, deseaba que Guillermo y Grecia se unieran, anhelando que Grecia pudiera finalmente olvidar a Luis Fernando.Mientras tanto, Úrsula, que tambi
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