El reloj marcaba las tres de la madrugada cuando Natalia se levantó de la cama, arrastrando su cuerpo cansado pero inquieto. Había pasado las últimas horas repasando cada palabra de la conversación con su madre, desmenuzándola una y otra vez en su mente. La verdad la había golpeado con la fuerza de un tren, pero no era el único golpe que sentía. En su pecho, un nudo de ira y desesperación se formaba cada vez que pensaba en lo que su padre había hecho. Había sido él quien había orquestado su secuestro, quien la había arrancado de su vida, de su madre, de su hogar. Y ahora, ella estaba de vuelta, con el propósito de vengarse, pero también con el deber de entender quién era realmente su enemigo.Se acercó a la ventana del apartamento que había conseguido en la ciudad, un lugar discreto, lejos de las miradas curiosas. Desde allí, podía ver las luces parpadeantes de la ciudad, tan ajenas a la tormenta que se gestaba en su interior. No sabía qué esperar, cómo proceder. Cada paso debía ser c
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