Al escuchar esas palabras, el semblante de Sofía se endureció de golpe.Clavó en Daniel Mendoza una mirada cortante.—Daniel, cuida tus palabras. Lo que yo haga no tiene nada que ver contigo.—Y cómo me vaya en la vida, no es asunto tuyo, es todo por mi capacidad.Daniel enmudeció por un instante ante su respuesta, pero recuperó su aire de superioridad casi al momento.—¿Capacidad? Sofía, ¿de qué capacidad hablas? ¡Ahora no eres nadie! Sin mí, no vales nada.Sofía escuchó los insultos, pero no dejaron que le afectaran.Ya conocía de sobra la hipocresía y la arrogancia de Daniel.Alguna vez creyó que él era su luz, su todo.Pero al final, resultó que solo la veía como una marioneta que podía manipular a su antojo.—Daniel —dijo Sofía con calma, su voz serena.—Hace tres años, debí estar ciega para fijarme en ti, pero ya abrí los ojos. No significas nada para mí, y yo, no soy alguien a quien puedas insultar como se te antoje.La determinación en sus ojos pareció molestar a Daniel, y su e
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