Mientras tanto, en la Residencia Vargas.En la lujosa sala, Lorena Vargas desayunaba como una reina, el rostro iluminado por una sonrisa de satisfacción.De pronto, el sonido persistente del teléfono quebró la calma matutina.—¿Bueno?Contestó Lorena Vargas.—¡Directora, pasó algo terrible! ¡Hay problemas en la empresa!—¡Directora, la señorita Sofía golpeó a Javier Ortiz! ¡Ahora mismo la oficina está en un caos total, tiene que venir enseguida!La voz del gerente de proyectos sonaba entrecortada, su desesperación era evidente incluso a través de la línea.Al escuchar aquello, Lorena Vargas palideció enseguida; las arrugas tensaron su frente, habitualmente lisa gracias a esmerados cuidados.Colgó, dejó el desayuno intacto sobre la mesa, tomó su bolso y salió a toda prisa de la residencia.La familia Vargas era una de las más influyentes de Monterrey, y Lorena siempre había dado máxima importancia a las apariencias y la reputación familiar. Que Sofía golpeara a alguien en público y prov
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