Unas horas más tardeEn una habitación de un hospital, el sonido de una máquina vital despertó a Elizabeth. Abrió los ojos lentamente, sintiendo un dolor punzante en varias partes de su cuerpo. Su cabeza daba vueltas, y no lograba comprender dónde estaba. Sin embargo, el intenso dolor en su brazo, que estaba cubierto por un yeso, la hizo despertar por completo.Miró a su alrededor y tragó en seco. Las imágenes de la devastadora explosión inundaron su mente, llevándola a enderezarse de un sobresalto.—¡Ethan, Emma! ¡Hijos! ¡Dios mío! ¡Mis niños! —gritó, mientras se quitaba la sábana que la cubría y, con cuidado, intentaba levantarse. Fue entonces cuando una voz familiar la sacó de su trance.—Los niños están bien —dijo, con un tono frío.Elizabeth se giró aterrorizada y se encontró con la mirada gélida de Dante, quien estaba parado a sus espaldas, mirándola impasible, sin mostrar ninguna expresión, sólo señalándola con esos ojos acusadores, que parecían afilados cuchillos.—Da—Dante,
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