Todos los capítulos de Mamá, ¡Tu Jefe CEO es mi Papi!: Capítulo 41 - Capítulo 50
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Plan de fuga.
Desperté debido al frío y antes de darme cuenta sentí el dolor en mis muñecas y en casi todo mi cuerpo. Intenté acostumbrar mi vista a la oscuridad del lugar pero fue casi imposible, apenas podía ver lo suficiente para ver sombras indistinguibles. Mi cabeza latía con fuerza, y había un pitido insoportable en mis oídos. Me costaba respirar, como si el aire estuviera cargado de algo más que humedad y polvo. La oscuridad era aplastante, tensa. Me tomé unos segundos para reunir coraje y tratar de moverme, pero mis muñecas ardían con cada intento; estaban atadas con una cuerda demasiada áspera que parecía haberse incrustado en mi piel. Entonces me di cuenta de lo que estaba pasando; fui secuestrada. Aquel día que fui a casa, el único lugar al que había llamado hogar en toda mi vida. Donde viví con Amy. Oh, Amy. Mi pequeño ángel. La imagen de su rostro sonriente es lo único en lo que puedo pensar con claridad. La última vez que la vi, solo le dediqué un rápido abrazo antes de sali
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Ella es mi esposa.
POV Oliver—Papá. —Me llamó mi pequeña hija con su dulce vocecita. La miré recostada en la cama, con su pijama de rayas rosas y el manatí que siempre la acompañaba. Se veía tan adorable como su madure, supongo que los genes son algo muy poderoso. —¿Sí, pequeña? —Le pregunté mientras acariciaba su cabello. Ella me miró como si buscara las palabras adecuadas.—¿Crees que mamá esté enojada con nosotros? —Preguntó con voz casi melancólica.—Por supuesto que no. ¿Por qué dices algo como eso? —Pregunté.—Porque la última vez parecía enojada. —Susurró. No puedo creer cuán perceptivos son los niños. Incluso Amy lo notó.—Tal vez solo estaba cansada, pequeña. —Insté acariciando su cabello pero ella hizo un puchero.—Ha estado triste de que nos mudamos aquí. Quizás deberíamos regresar a casa.—¿Quieres dejar a tu padre? —Inquirí interrumpiendola, sin poder evitarlo. Ella negó de inmediato.—No es eso, papá, pero podrías mudarte con nosotras, quizás mamá esté feliz si regresamos a nuestra casa.
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Perseverancia.
Mis dedos rozaban el suelo frío, buscando desesperadamente ese pequeño reflejo que vi antes. El polvo del suelo se levantaba dejando mis manos y mis uñas cubiertas de tierra.Seguía empujando mi cuerpo, centímetro a centímetro, ignorando el dolor que se apodera de mis muñecas y la rigidez de mis piernas. La luz parpadeante apenas er notoria pero cada vez que desaparecía, el miedo volvía y cada vez que lo hacía se intensificaba por diez.“Solo un poco más, ya falta poco” Pensaba desesperada mientras lo intentaba una y otra vez.Finalmente, mis dedos encontraron algo duro y cortante. Era un fragmento de vidrio, pequeño y sucio, pero lo suficientemente afilado como para convertirse en mi esperanza. Mi corazón acelerado bombeó toda la sangre que pudo para apresurarme a cortar la soga, pero mi cerebro me repetía que lo sujetara con cuidado para no cortarme pero lo suficientemente firme para no dejarlo caer. Me esforcé por girar mis muñecas, buscando un ángulo que me permita usar el borde
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La única persona en mi mente.
Abrí los ojos en una habitación desconocida, con el corazón aún acelerado, aterrado por lo que había vivido el día anterior. Me levanté apresurada pero un mareo me invadió de repente obligándome a sentarme nuevamente en la cama.—No deberías levantarte todavía. —Dijo una voz femenina muy amable. Miré a la responsable y no pude evitar regresarle la sonrisa que me dirigía. Se sentía como una sonrisa cálida, totalmente alejada de las sonrisas falsas que había estado recibiendo desde mi matrimonio.—Lo siento, pero ¿Nos conocemos? —Pregunté intentando no parecer grosera. Ella sonrió y se acercó más, quedando frente a mí.—Soy Rut, tú te desmayaste esta mañana en mi local. Así que pensé en traerte a mi casa. ¿No te molesta, verdad? —Respondió cortés. —Sí, lo siento. Es que lo olvidé...—Puedo ver que has pasado por mucho. —Comentó ella. Yo no pude negar lo obvio, pero tampoco quería hablar sobre eso—. No te preocupes, soy una mujer curiosa pero no quiero inmiscuirme en la vida de los dem
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El cadáver de mi esposa.
El aire del hospital apestaba a desinfectante y podredumbre, aunque no sabía si el olor provenía de mis manos. Había sostenido el cadáver calcinado de lo que una vez fue mi esposa y desde entonces no había podido, siquiera lavar mis manos. Solo podía observar mis manos con pavor.Mientras en mis oídos resonaba un zumbido, que no me dejaba pensar con claridad. —Lo lamento, señor O'Sullivan. Su esposa tiene quemaduras de tercer grado y ha inhalado demasiado humo. La colocamos en un respirador artificial, y tratamos sus quemaduras, pero su estado es crítico. —Decía el doctor a escasos centímetros de mí, pero sus palabras se sentían ajenas a mi situación y apenas y podía escuchar su voz.Etaba paralizado, por primavera vez en mi vida, me sentía impotente, sin saber qué hacer o responder. No era un Dios, no tenía el poder de salvarla y tampoco podía pagar para que la revivieran. Esa frase de la que tanto me había burlado, comenzaba a cobrar sentido “El dinero no puede comprarlo todo”. No
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El deber de un hombre.
Mientras Agnes lloraba aún contra mi pecho, mis ojos se cruzaron con una mujer de cabello castaño claro y ojos café. Tenía un semblante sereno, con una expresión que irradiaba una extraña mezcla de calma y curiosidad. No parecía interesada en intervenir, pero tampoco hacía el intento de alejarse. Agnes se separó de mí con lentitud, mientras secaba las lágrimas de sus ojos con manos temblorosas. Mi mirada permaneció fija en la mujer desconocida que solo se limitaba a observarnos.—Ella es Rut —Dijo Agnes, con su voz temblorosa tratando de ser amable—. Fue la única que me ayudó, cuando escapé. Dijo Agnes nostálgica. La mujer se adelantó y me extendió la mano,luego de quitarse un guante de cocina. Su sonrisa era radiante, podía ver su amabilidad en ella. —Un placer. —Dijo llanamente cuando le estreché la mano. No había rastro de juicio en su voz. —Gracias por ayudar a mi esposa. —Respondí, con un tono más formal que agradecido. Si bien apreciaba lo que había hecho por Agnes, no s
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De regreso a la monotonía.
Amy no se apartaba de mí. Su cuerpo estaba aferrado al mío, como si su agarre pudiera mantenernos juntas por siempre.Mis lágrimas de alegría por nuestro reencuentro, empapaba su pequeño cuello, mientras que sus pequeñas manos se sostenían en el mío, con una fuerza que no creía posible en una niña de cuatro añitos.Sentí las miradas detrás de mí, curiosas, llenas de sentimientos que no podía interpretar, pero no podía darme la vuelta. No podía enfrentarlos. Me aferré a Amy como si ella fuera mi buque salvavidas, como si todo mi universo dependiera de ella, en ese momento lo era, lo fue desde que ella nació.—Entremos. —Dijo el CEO con su acostumbrada voz de mando, rompiendo el silencio. Había algo en su voz que me hacía reaccionar. Una mezcla de obligación y necesidad.Dejé a Amy en el suelo, pese a que cada hilo de mi esencia anhelaba abrazarla. Ella me miró con esos ojos grandes y luminosos, llenos de afecto y desconcierto, y tuve que luchar ferozmente para evitar llorar otra vez. E
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Un lugar que nunca fue un hogar.
La mesa estaba impecable, como siempre. Los platos perfectamente dispuestos, las copas resplandeciendo bajo las luces cálidas del comedor, y los cubiertos colocados con la precisión de alguien que conoce el peso de las apariencias. Me senté junto a Amy, quien había insistido con entusiasmo en que estuviera a mi lado en lugar de al lado de Oliver. Mi corazón se llenó de una alegría tenue, casi frágil, al ver su pequeña mano aferrada a la mía mientras se movía inquieta en su silla.—Mami, ¿Puedo sentarme contigo esta noche? —Había dicho apenas unos minutos antes, sus ojos brillaban con la confianza de que su solicitud sería concedida. Por un instante, olvidé lo pesada que se sentía la atmósfera, olvidé las miradas inquisitivas y lo que me había pasado.Asentí rápidamente, sin atreverme a dejar que el momento se escapara.Ahora, mientras Amy charlaba animadamente sobre sus juguetes y el dibujo que había hecho para mostrarme más tarde, me concentraba en mantener mi sonrisa firme. Era lo
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La pasión del CEO.
Observé al señor O'Sullivan una vez más, mientras aún estaba sentado en la cama, se le veía pensativo, quizás no soy capaz de comprender lo que pasa por la mente de alguien de su estatus. Nuestras clases sociales y culturales son completamente diferentes.Quizás por eso, no puedo llegar a entenderlo, ni él a mí. Es díficil de aceptar, pero es la realidad. Nuestra relación, no tiene futuro y eso es una certeza. —Oliver. —Lo llamé desde la entrada. Él alzó la vista y nuestras miradas se encontraron. Por un momento pude ver un ápice de duda en su rostro ceñudo. Luché internamente por descubrir qué sucedía por su cabeza, pero nada. De repente, algo hizo clic en mi cerebro.“Oliver” no sé porqué en ciertas ocasiones soy tan valiente como para llamarlo por su nombre, pero hay otras veces, como ahora, donde me siento intimidada por él y recuerdo el gran poder que posee como CEO y mi subconsciente intenta enfrentarse directamente a él y tutearlo.Lo miré extrañada, no importaba como lo viera
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¿El CEO tiene corazón?
No sé cuánto tiempo pasó, pero habíamos terminado de hacer el amor, y esta vez, él no me apartó de él. Pude verlo, tocarme amablemente cuando repose en su pecho. Solía hacerlo por costumbre, pero me sorprendió que no me apartara como otras veces.Incluso parecía mirarme diferente, con ojos más amables. Quizás, él sí me había extrañado.Pero la tensión entre nosotros era palpable, el silencio era casi abrumador. —Lo lamento, Agnes. —Dijo el CEO sorprendiendome. Yo solo podía escucharlo, desde su pecho, su corazón, estaba acelerado, como si tuviera algo que no podía decirme atascado en su pecho.—¿Por qué te disculpas? —Me atreví a preguntar. Él no dijo nada más, pero se irguió para verme a los ojos. Esta vez, no me apartó de él, pero tuve que hacerlo para permitirle mirarme directamente.—Te vi con Amy hoy. —Murmuró débilmente. Lo dejé continuar,pero no dijo nada más, parecía que no había nada más que quisiera decir.—Amy te adora, Oliver. —Dje con cuidado, midiendo cada palabra—. Ere
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