Início / Hombre lobo / TE PROHÍBO AMARME HUMANA / Capítulo 141 - Capítulo 143
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141. LA PREOCUPACIÓN DEL BETA
Amet guardó silencio por un momento mientras alcanzaba un vaso de agua a su Alfa, quien seguía devorando una enorme cantidad de comida de la abundante mesa. Luego, tras tomar una bocanada de aire, se decidió finalmente a hablar:  —Jacking, quiero hablarte de otra cosa... —comenzó, mientras el Alfa lo observaba con interés. Ante aquella mirada interrogante, Amet prosiguió—. Necesito tu consejo.   Jacking dejó la comida de lado y le prestó toda su atención. Su Beta muy pocas veces le pedía consejos.—¿Dime, hermano? ¿En qué puedo ayudarte? —preguntó de inmediato. —Es sobre mi mitad —aclaró enseguida Amet al notar que Jacking pensaba que se refería a algún problema de la manada.  —¿Qué pasa con ella? —se interesó Jacking, intrigado.  Era
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142. ¿QUÉ OCULTA JULIETA?
Horacio no podía entender por qué su mitad se negaba a aceptar el vínculo que los unía y su rol como pareja de un lobo. Tanto él como su lobo, Hor, estaban al límite de su paciencia. Estaban cansados de tratarla como si fuera una simple humana. La situación comenzaba a convertirse en algo intolerable; la necesidad de hacerle comprender la verdadera naturaleza de su relación se hacía cada vez más urgente. Hor, aunque intentaba respetar la petición de la loba de Julieta para que tuvieran paciencia con su parte humana, empezaba a sentir que aquello cruzaba la línea del respeto. La idea de someterla comenzaba a rondar en la mente de ambos.  —¡Somos uno! —gritó Horacio, perdiendo el control mientras su voz resonaba con la fuerza de su frustración—. ¡Julieta, me estás molestando seriamente! ¡No puedo entenderte! ¡Juro que lo intento!
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143. JULIETA
Julieta se había quedado congelada en el mismo lugar donde Horacio la había dejado al desvanecerse en la nada. Su corazón latía acelerado y un miedo visceral la atenazaba sin que pudiera impedirlo. Su loba, Salet, tomó el control y la obligó a sentarse cerca de la chimenea.—¿Por qué no acabas de contarle la verdad a nuestra mitad, Julieta? —preguntó la loba Salet a su humana.—¡No puedo, Salet, no puedo! —respondió Julieta mientras se mordía las uñas, como hacía siempre que estaba nerviosa.—¿Por qué? —gruñó su loba—. ¡Estoy segura de que él lo va a entender y nos va a ayudar!—¡No! Y no se te ocurra decírselo a Hor. —Julieta amenazó mirando hacia la puerta, esperando el regreso de Horacio, pero todo seguía en silencio.—¡Nunca te
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