Todos los capítulos de Amor y fortuna segunda oportunidad con el millonario : Capítulo 131 - Capítulo 140
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El secreto bajo la superficie
—¿Y si ella no es mi madre? —preguntó Luciana en voz baja, como si la idea misma la aterrara. —¿Entonces qué son ellos para mí?Alejandro dejó escapar un suspiro, apretando suavemente la mano de Luciana. Esto iba mucho más allá de lo que él había imaginado. Durante años había creído conocer a Luciana, pero ahora estaba claro que ella misma estaba descubriendo verdades que nunca había considerado.—Luciana, —dijo finalmente, inclinándose hacia ella—, no importa lo que descubras, siempre estaré aquí contigo. Lo que sea que esto signifique... lo afrontaremos juntos.Luciana lo miró, sus ojos llenos de una mezcla de temor y gratitud. —No sé si estoy lista para lo que venga. —Su voz apenas era un susurro, pero el dolor en sus palabras era evidente.Alejandro acarició su mejilla con el pulgar, sus ojos llenos de una promesa silenciosa. —Nadie está listo para este tipo de cosas. Pero no tienes que hacerlo sola.El momento se sintió íntimo, cargado de emociones no dichas, de preguntas sin res
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Cambió nuestro destino
— Alejandro, no quiero arruinar lo que has planeado. Sé cuánto amas a Luciana, pero hay algo que tienes que saber antes de dar este paso. Es una verdad que hemos ocultado durante años, no por maldad, sino porque creímos que era lo mejor para ella. Pero ahora… ahora no podemos seguir callando.Alejandro tragó saliva, sintiendo que el mundo se tambaleaba bajo sus pies.— ¿Qué verdad? —susurró, con el corazón latiendo fuerte en sus oídos.La madre de Luciana tomó la mano de su esposo y, con la voz quebrada, le reveló la verdad que cambiaría todo.— Luciana… no es nuestra hija biológica.El tiempo pareció detenerse. Alejandro parpadeó, incapaz de procesar lo que acababa de escuchar.— ¿Qué? —fue lo único que logró articular.La madre de Luciana continuó, luchando por contener las lágrimas.— La adoptamos cuando era solo un bebé, en realidad somos sus tíos, nosotros tomamos la custodia, porque sus verdaderos padres eran incapaz de cuidarla, era la hija de un narco, ese padre que solo la cu
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Bajo la luz de la champaña
La mesera se dio la vuelta y se acerco a Alejandro y le susurro al oído —cuídala mucho, y no la lastimes, eres un hombre guapo, inteligente y atractivo, pero ten cuidado lo que vayas a decirle —añadió. Segundos después miro a Luciana con ojos expresivos y una sonrisa. Alejandro suspiro.— Disfruten de su noche —dijo con una voz suave, casi susurrante, antes de alejarse, dejando tras de sí una energía inquietante.Luciana seguía observándola mientras se alejaba, como si una parte de su mente estuviera a punto de descubrir algo crucial. No podía dejar de pensar en esos ojos, en ese collar. Una parte de ella quería seguirla, hacerle preguntas, descubrir por qué sentía esa extraña conexión, pero Alejandro la interrumpió suavemente, colocando una mano sobre la suya.— Luciana, cariño mío, mírame —dijo con voz tensa—. Hay algo que debes saber.Ella apartó la mirada de la mesera, volviendo a centrarse en Alejandro, aunque una parte de su mente seguía revoloteando en torno a la misteriosa mu
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Una propuesta entre sombras
— Lo sé —admitió—. Pero no puedo hacerlo hoy. No hoy, cuando todo esto está preparado para pedirle que sea mi esposa. Esta noche es para ella, para hacerla feliz. La verdad… la verdad puede esperar un poco más.El padre de Luciana suspiró, apretando el hombro de Alejandro con un gesto paternal.— Solo te pido que cuando ese momento llegue y nosotros estemos preparados quizá podremos hacerlo juntos y tú puedes ayudarle a que entre en razón, Alejandro. Si la amas, debes confiar en que entenderá, por dolorosa que sea la verdad, si para nosotros es difícil para ti igual lo es. Pero, por ahora, haré lo que creas mejor. Esta noche es tuya.Alejandro asintió con gratitud, aunque la duda seguía pesando sobre él. Agradeció en silencio el apoyo del padre de Luciana, pero en el fondo sabía que, por más que quisiera posponerlo, la verdad eventualmente encontraría su camino hacia la luz.— Gracias… —murmuró, levantándose lentamente—. Haré lo correcto, solo… necesito un poco más de tiempo.Se despi
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Italia, amor y redención
— No es solo por ti, Luciana. Es por nosotros. Quiero que estemos juntos, en un lugar donde podamos empezar de nuevo, sin las sombras de la empresa o del pasado que nos persiguen. He dado órdenes a mis padres para que destruyan toda la evidencia, los papeles falsificados… todo. Están trabajando en ello, pero es mejor estar lejos de la empresa por un tiempo, para que no haya sospechas. Hector me ha dicho que la empresa va muy bien, ya no me han hackeado, y lo mejor de todo es que ni ellos mismos se han dado cuenta de que fuimos nosotros los que borramos toda esa información sensible.Luciana frunció el ceño, sorprendida por la revelación. Aunque todo lo que le decía Alejandro parecía un plan meticulosamente pensado, la idea de vivir lejos de su hogar, en otro país, la hizo cuestionar si él estaba tomando esa decisión por ambos o solo por él mismo.— ¿Estás seguro de que esto es lo que quieres, Alejandro? —preguntó, su voz baja pero llena de inquietud—. No quiero que hagas esto solo por
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Promesas eternas
— Me siento tan afortunada, Alejandro —dijo Luciana, mirándolo con una mirada profunda—. Este día es más hermoso de lo que jamás imaginé. Y todo ha sido posible porque estamos juntos.Alejandro la abrazó, dejando que el momento se inundara de amor. Sintió que todo en su vida había tenido un propósito para llevarlos a este instante.— Yo también, Luciana. Cada segundo contigo ha sido más valioso de lo que puedo describir. Y ahora, frente a todos, voy a prometérselo a todos, a ti, que no hay nada más que desee que pasar mi vida contigo.A medida que las horas pasaban y la noche se acercaba, la emoción crecía. Luciana y Alejandro se miraban el uno al otro, sabiendo que este día era solo el principio de una vida llena de sorpresas, amor y aventuras por compartir. El hotel, con su lujo sutil y su atmósfera mágica, se preparaba para recibir a los invitados que serían testigos del día en que sus corazones se unirían, un momento único que marca sus vidas, y a todos los que los amaban, ya era
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Votos y promesas en la Costa Amalfitana
El silencio que siguió a los votos fue casi reverente. Los invitados miraban a la pareja con los ojos llenos de emoción, sabiendo que habían presenciado algo verdaderamente especial. El oficiante, con una sonrisa afectuosa, los miró y asintió antes de continuar.—Luciana y Alejandro, hoy se han prometido amor eterno frente a sus seres queridos, y es un honor para mí declarar que, a partir de este momento, están unidos como marido y mujer. Alejandro, puedes besar a la novia.Alejandro, sonriendo con una mezcla de alivio y felicidad infinita, inclinó la cabeza hacia Luciana. El beso fue dulce, lleno de promesas no dichas pero profundamente comprendidas entre ambos. El salón estalló en aplausos y vítores, y por un momento, todo fue celebración y alegría pura.Cuando el beso terminó, Alejandro y Luciana se miraron nuevamente, sabiendo que este era solo el principio de su vida juntos. Los corazones de todos en la sala estaban conmovidos, tocados por la profundidad de sus votos y el amor qu
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Bajo la luz de la luna: un amor sin fin
—Eres perfecta, Luciana —dijo Alejandro mientras la miraba bajo la tenue luz de la habitación, sus manos recorriendo cada centímetro de su cuerpo, adorándola—. No puedo creer que seas mía.Sus cuerpos se unieron en una danza frenética y apasionada, sus movimientos sincronizados en una intensidad que solo crecía con cada segundo. Las manos de Alejandro se aferraron a su cintura, guiándola, mientras sus labios no dejaban de explorar su cuello, su pecho, su boca. Luciana lo sentía en cada fibra de su ser, la energía salvaje entre ellos ardiendo como fuego, consumiéndolos.Los gemidos de Luciana llenaron la habitación cuando Alejandro la llevó al límite, su toque, su beso, todo en él era una mezcla perfecta de control y pasión desenfrenada. No había más espacio para palabras, solo el eco de sus cuerpos moviéndose juntos, perdiéndose el uno en el otro, en la fuerza imparable de su deseo.Finalmente, en un clímax abrumador que los dejó sin aliento, sus cuerpos colapsaron juntos, sudorosos y
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Estoy embarazada
—Es más hermoso de lo que jamás imaginé —dijo Luciana, volviéndose hacia Alejandro con los ojos llenos de emoción.—Sabía que te encantaría —respondió él, sonriendo—. Este lugar es perfecto para ti, para nosotros. Aquí vamos a crear nuestra vida, nuestros recuerdos. Este es el lugar donde quiero verte feliz, cada día.Luciana caminó hacia una de las habitaciones más grandes, la que Alejandro había preparado como su dormitorio. Cuando abrió las puertas, se encontró con un espacio que parecía sacado de una revista de lujo. Una cama enorme, con sábanas suaves de lino, y un balcón privado que daba directamente al viñedo.—Aquí es donde despertarás cada mañana —susurró Alejandro, acercándose por detrás y envolviéndola en sus brazos—. Y aquí es donde empezaré y terminaré cada día, contigo.Luciana cerró los ojos por un momento, dejando que la sensación de seguridad y amor la envolviera. Este era el lugar en el que siempre había soñado vivir, pero lo más importante era que lo estaba haciendo
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Un regalo de vida
El tiempo pareció detenerse por un segundo. Alejandro la miró, intentando procesar lo que acababa de escuchar. Sus ojos, que habían estado llenos de preocupación, se suavizaron con una mezcla de asombro y alegría.—¿Embarazada? —repitió él, incrédulo, como si necesitara oírlo de nuevo para creerlo por completo.Luciana asintió, dejando que las lágrimas de felicidad corrieran por su rostro.—Sí, amor. Vamos a tener un bebé.Alejandro soltó una carcajada de pura felicidad y la envolvió en sus brazos, abrazándola con fuerza. No podía creer lo que estaba pasando. Todo lo que había soñado, todo por lo que había luchado, ahora se hacía realidad de una forma aún más hermosa. Iban a ser padres.—No sabes lo feliz que me haces —susurró él contra su cuello, besándola suavemente—. Este es el mejor regalo que podría haber recibido.Se apartó un poco para mirarla a los ojos, con una sonrisa que iluminaba todo su rostro.—Vamos a ser padres —dijo, como si necesitara escuchar sus propias palabras pa
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