ValentinaLo miré, parpadeando, tratando de procesar lo que acababa de escuchar. Y entonces, sin poder evitarlo, solté una risa. Fue una risa espontánea e incrédula.—¿Te estás escuchando? —le respondí, aún con una sonrisa en los labios. —¿Algún golpe de los que recibiste en la cabeza te hizo mal? ¿Necesitas un doctor? —Lo miré, sacudiendo la cabeza, sin poder creer que, en medio de toda esta locura, él pudiera estar hablando en serio.Pero Nicola no se inmutó. Su rostro seguía igual de serio, sus ojos clavados en mí con una intensidad que casi me quemaba.Sus labios se curvaron apenas en una sonrisa cansada, como si esperara mi reacción, como si supiera exactamente cómo iba a responder.Pero aun así, siguió adelante, sin titubear.—Sí, no y no, —respondió, cada palabra cargada de esa confianza que tanto lo caracterizaba.Suspiró, y se apretó más a mí. Pude sentir el calor de su cuerpo, su respiración lenta y controlada, y algo en su cercanía me hizo contener la respiración.—¿Quieres
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