NicolaLa miré, mi mano aún descansando en la curva de su cuello, donde la presión había hecho efecto.Valentina dormía profundamente, su respiración suave y acompasada.No era la primera vez que la veía así, pero esta vez era distinto. Esta vez, yo había sido quien la dejó inconsciente.Suspiré, sintiendo el peso de la culpa en mi pecho. No era justo lo que le había hecho, no cuando ella, por fin, me había mostrado algo de confianza.Pero no tenía otra opción.Necesitaba respuestas, y no podía arriesgarme a que Valentina estuviera consciente para detener lo que venía.Me arrodillé junto a la cama y acomodé su cuerpo con cuidado debajo de las sábanas, acomodando su cabeza sobre la almohada.Me puse de pie y me giré, buscando mi ropa en el suelo. La recogí y me la puse rápido, evitando pensar en las sensaciones de culpa y remordimiento que me revolvía el estómago.Terminé de vestirme, sacudí los hombros y me dirigí hacia la puerta de la habitación sin mirar atrás.Caminé en silencio po
Nicola—No hablas porque piensas que vas a ganar tiempo, —le dije, tomando aire y obligándome a mantener la calma. —Pero te aseguro, Shadow, que no hay nada que Alessandro pueda ofrecerte que te salve de lo que va a pasar aquí.No hubo respuesta. Solo silencio, y un leve temblor en su mano, pero suficiente para que yo supiera que estaba resistiendo todo lo que podía.La obstinación en sus ojos me hizo apretar aún más, forzándolo a enfrentarse a la realidad de la situación.Pero él no cedió, ni siquiera cuando el dolor se volvió evidente en su expresión.Me aparté un momento, soltando las pinzas que seguían apretando su dedo.Sabía que tenía que seguir con esto, que había formas de quebrarlo si tenía la paciencia suficiente. Pero no tenía tiempo; Valentina despertaría en cualquier momento, o Lorenzo volvería.—Si no hablas, haré que cada segundo en esta silla sea lo peor de tu vida.Shadow soltó un leve gruñido, pero mantuvo el silencio, mirando hacia otro lado, como si ignorarme fuera
ValentinaNicola estaba apoyado contra la pared, observándonos en silencio, con los brazos cruzados y una expresión que me resultaba tan frustrante como la situación misma.Él no podía confiar en Shadow, y la verdad es que no lo culpaba por eso… pero esa actitud cerrada y desconfiada empezaba a agotar mi paciencia.Me costaba entender cómo Nicola aún dudaba de todo esto, cómo le resultaba tan difícil ver las manipulaciones de Alessandro.Para mí, las mentiras de mi tutor se habían vuelto claras como el agua en cuanto escuché que ordenó matarlo. Y en medio de todo ese caos, de la confusión y la traición, me di cuenta de algo que había estado evitando admitir: confiaba en Nicola.Más allá de cualquier juego de poder, más allá de la atracción o el amor que sentía por él, sabía que podía apoyarme en él, que no me dejaría caer.Sabía que juntos, a pesar de nuestras diferencias, podríamos hacerle frente a Alessandro y ponerle fin a esto.Suspiré, tratando de enfocarme en el presente.Shadow
ValentinaLo miré, parpadeando, tratando de procesar lo que acababa de escuchar. Y entonces, sin poder evitarlo, solté una risa. Fue una risa espontánea e incrédula.—¿Te estás escuchando? —le respondí, aún con una sonrisa en los labios. —¿Algún golpe de los que recibiste en la cabeza te hizo mal? ¿Necesitas un doctor? —Lo miré, sacudiendo la cabeza, sin poder creer que, en medio de toda esta locura, él pudiera estar hablando en serio.Pero Nicola no se inmutó. Su rostro seguía igual de serio, sus ojos clavados en mí con una intensidad que casi me quemaba.Sus labios se curvaron apenas en una sonrisa cansada, como si esperara mi reacción, como si supiera exactamente cómo iba a responder.Pero aun así, siguió adelante, sin titubear.—Sí, no y no, —respondió, cada palabra cargada de esa confianza que tanto lo caracterizaba.Suspiró, y se apretó más a mí. Pude sentir el calor de su cuerpo, su respiración lenta y controlada, y algo en su cercanía me hizo contener la respiración.—¿Quieres
AlessandroMis dedos tamborileaban sobre la superficie del escritorio de madera maciza, un ritmo constante, como un reloj marcando la cuenta regresiva para mis enemigos.El cigarro humeaba entre mis dedos, lanzando una espiral de humo que se elevaba hacia el techo. El sabor amargo y familiar del tabaco me daba una calma que casi podía llamar placer.Me gustaba este ambiente, me hacía sentir que tenía el control, que todo a mi alrededor estaba en calma porque yo lo permitía.Frente a mí, sobre la mesa, estaban las carpetas con las vidas de mis armas, esas pequeñas herramientas afiladas y letales que había moldeado con mis propias manos.Todos habían servido bien a su propósito, pero ya no contaba con la mayoría de esos recursos.Aún recordaba el día en que me crucé con aquella niña de ojos claros y desafiantes.Había algo en ella, un potencial brutal que solo necesitaba la dirección correcta. Y yo, generoso como siempre, le di esa dirección.La convertí en la Pantera, mi pequeña asesin
AlessandroNo podía evitar esbozar una sonrisa al pensar en lo que estaba por venir.Cada uno de los jefes de familia pronto se reunirían, y yo los llevaría justo donde los quería.Todos pensaban que los había citado a una reunión de emergencia por la amenaza de la Camorra y el debilitamiento de la familia Moretti, pero en realidad, era el paso final de mi jugada.Me acerqué al extremo de la mesa, mi lugar habitual en estas reuniones, el lugar que había ganado en la familia a través de años de paciencia y estrategia.Mañana en la noche, cada uno de esos supuestos líderes conocería la verdad, una verdad que los haría arrodillarse y aceptar mi poder.En unas pocas horas, revelaría que Nicola Moretti, el cachorro arrogante, había traicionado a su propia familia, aliándose con la Camorra, y que su “mujer” no era otra que la Pantera.Levanté el teléfono del escritorio que había comenzado a sonar y atendí la llamada entrante.—Padre, —dijo, su voz baja respetuosa. —Tengo noticias.—Dime, Fi
AlessandroVittorio apenas abrió los ojos, su mirada intentando enfocarse en algún punto delante de él.Sabía que estaba luchando por mantenerse consciente, por aferrarse a los últimos minutos de su vida, pero incluso él debía saber que el final estaba cerca.Me incliné un poco más, disfrutando de cada segundo, de cada pequeña señal de su dolor y su debilidad.—¿Qué… qué haces? —murmuró con dificultad, su voz apenas se entendía.Solté una carcajada baja, fría, como si acabara de escuchar el mejor chiste de mi vida.—¿Qué hago? —repetí, sacudiendo la cabeza. —Vittorio, ¿de verdad te sorprende? Pensé que eras más listo. Todos estos años, permitiéndome acercarme, confiando en mí. Y todo lo que hice fue observarte, estudiar cada debilidad, cada error. Me dejaste entrar en tu familia como si yo fuera uno de los tuyos… y ni siquiera te diste cuenta de que estaba destruyéndola desde dentro.Él me miró con una mezcla de desconcierto y desesperación, y pude ver el momento exacto en que la verd
NicolaLa iglesia de San Domenico, en el corazón de Palermo, había sido testigo de los eventos más sagrados de la ciudad durante siglos.Y hoy, sería el escenario donde se definiría el futuro de la familia Moretti… y de aquellos que habían osado traicionarnos.El aire de la iglesia era fresco, y el olor del incienso de la misa de la mañana aún impregnaba el ambiente, mezclándose con la luz suave que entraba por las vidrieras.Estaba de pie frente al altar, bajo la mirada serena de los santos, y no pude evitar sentir una calma extraña, un alivio en el pecho.El reloj marcaba las ocho en punto cuando saqué el teléfono que había conseguido y comencé a marcar los números.Empecé por llamar a quienes sabía que estarían de mi lado.La primera fue a Giulia Ferraro. Sabía que ella no necesitaría muchas explicaciones, pero debía ser concreto.—Giulia, —dije en cuanto respondió. —Necesito que vengas a la iglesia de San Domenico a las diez de la mañana. Es importante.—Nicola… —Su tono era firme