La mañana se presentó tranquila, con un cielo despejado y una brisa suave que entraba por la ventana del hospital. Eliana abrió los ojos lentamente, aún con algo de cansancio en la mirada, pero una sonrisa pequeña se dibujó en su rostro al ver a Isaac sentado en la silla, como cada mañana, acompañándola en silencio.—Buenos días —murmuró con voz ronca.—Buenos días, guerrera —respondió él con una sonrisa cálida—. ¿Lista para recibir una buena noticia?Eliana lo miró, con los ojos brillando de expectativa.—¿Cuál?—Hoy te dan el alta.La expresión de ella cambió por completo. Abrió los ojos de par en par y se sentó en la cama de golpe, como si aquello la hubiera despertado del todo.—¿En serio? ¿Hoy?Isaac asintió con entusiasmo.—Sí, ya hablé con los médicos. Dijeron que tu recuperación ha sido admirable y, si sigues así, solo necesitarás reposo, fisioterapia y cuidado en casa. Y yo me voy a encargar de que no te falte nada.Eliana estiró la mano y tomó la de él con fuerza, emocionada
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