Todos los capítulos de CASADOS POR ERROR. MI DESCONOCIDA ESPOSA: Capítulo 41 - Capítulo 50
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41. UNA SORPRESA INESPERADA
Gerónimo la observa sin poder creer que haya tenido tanta suerte con su esposa. ¡Pero si se iba a casar! Y no solo eso, le dijo que llevaba una relación con el tipo durante cinco años. Suelta el aire, pensando que es imposible y que tiene que ser otra cosa. Sí, está seguro de que lo que sospecha es imposible, pero por si acaso, decide preguntar:—¿Por casualidad, es tu primera vez, mi cielo?—S... sí —responde Cristal, casi en un susurro, soltando todo el aire que tenía retenido y escondiendo su cabeza en su hombro, toda colorada, al tiempo que le pregunta, como una niña temerosa—: ¿Me va a doler? Tengo mucho miedo. Cristal suelta todo su aire mientras piensa aliviada: ¡Dios, menos mal que al fin se dio cuenta! Porque en verdad está aterrada. Siente el miembro de Gerónimo, muy grande y grueso, apoyado en su centro. No cree que eso quepa dentro de ella, y si sucede, le va a doler, de seguro, mucho. Gerónimo al escucharla se detuvo en seco, mirando a su esposa, toda colorada y escondi
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42. CONSUMACIÓN DEL MATRIMONIO
Gerónimo la observa queriendo complacerla. Cualquier otra mujer en su lugar ya estaría de pie, poniendo su ropa, pero ella sigue desnuda en la cama, mirándolo fijamente.—Pero, mi cielo, será tu primera vez; deja que te consienta, amor —le pide Gerónimo, llenándola de pequeños besos en las manos.—Hazlo aquí, no importa en qué lugar sea, lo que importa es que eres tú —le dice Cristal con una mirada tierna y deseosa, sonriéndole. Gerónimo la mira y no sigue insistiendo. Ella se percata de que está ganando, por eso lo acaricia al tiempo que le susurra, tirando de él para besarlo—: quiero que sigas, pero por favor… no me lastimes. Cristal le atrapa los labios temerosa, al tiempo que sigue tirando de él. Él sin detenerse a pensar si era correcto o no, solo con el deseo de complacerla, en lo que piensa: Gerónimo,
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43. CIELO, ERES MI CIELO
Se detuvo, la besó y acarició suavemente, con mucho amor, dejando que se acostumbrara a él. No quiere hacer alarde, pero está consciente de que es más grande que la media de los italianos. Por eso sale despacio de su interior, buscando una mayor lubricación antes de volver a introducirse de la misma manera. Esta vez le resultó más cómodo; su vagina estaba completamente lubricada y pudo casi introducir todo su miembro.—Falta poco, Cielo, aguanta un poco más —susurró en su cuello, sintiendo cómo se tensaba ante su embiste y sollozaba—. Si lo deseas, puedo detenerme.—Estoy bien, estoy bien… solo duele un poco —respondió jadeante—. Sigue, no te detengas, no te detengas… La voz de Cristal tenía un tono anhelante que lo excitó aún más; no era temor, sino deseo mezclado con sorpresa. La miró po
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44. LA PESADILLA DE CORAL
 Maximiliano despertó con un sobresalto y estiró la mano hacia el lado de la cama en busca de Coral, pero ella no estaba allí. Inquieto, se incorporó y miró el reloj: eran las tres de la madrugada. El murmullo constante del agua corriendo llegó a sus oídos. Provenía del baño.Intrigado, se levantó y se dirigió hacia la puerta, deteniéndose al escuchar algo más. Parecía… ¿llanto? Golpeó suavemente la puerta con los nudillos.  —¿Coral? —llamó con voz tenue. No obtuvo respuesta. —Coral… —insistió, mientras giraba el pomo y empujaba la puerta con cautela. La escena que encontró al abrirla lo dejó paralizado por unos segundos. Coral estaba en la ducha, empapada, su cuerpo convulsionándose como si algo invisible la asfixiara. Su rostro estaba deformado por el terror, y
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45. LA VULNERABILIDAD DE CORAL
 Maximiliano la observó queriendo preguntar muchas cosas, pero eligió guardar esas palabras en lo más profundo de su ser. Por ahora, lo único que importaba era que ella volviera a sentirse segura. Maximiliano podía verlo en lo profundo de sus ojos: Coral había pasado por algo terrible, algo que la atormentaba incluso en sus sueños. Quiso preguntar, quiso que le contara qué era aquello que la desgarraba por dentro, pero no lo hizo. En cambio, se limitó a besarla con ternura y acariciar su pelo mojado. Era un gesto que no entendía del todo en él mismo. Nunca antes había cuidado a una mujer de esa manera. Las mujeres siempre habían sido algo pasajero en su vida, un momento de placer y nada más. Ni siquiera con Fiorella, a quien de verdad le importaba, había sabido ser así. A ella terminó lastimándola. Pero Coral... Coral lo hací
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46. MAXIMILIANO, EL PINTOR
Maximiliano cerró los ojos mientras respondía a su abrazo, envolviéndola con sus brazos y acariciando sutilmente su espalda. No dijo nada más; en ese momento, las palabras sobraban. Sentía que el abrazo de Coral le quemaba la piel de una forma inesperada. Su cuerpo, impulsivo como siempre, comenzaba a reaccionar, pero esta vez su mente le ganó a sus instintos. Sabía que ella estaba demasiado vulnerable en ese momento y no estaba dispuesto a aprovecharse de eso. Por primera vez en mucho tiempo, se encontró controlando algo que normalmente lo dominaría por completo. Con suavidad, la separó de sí, aunque mantuvo sus manos sobre los hombros de ella por unos instantes más, como si quisiera transmitirle que seguía allí con ella.   —Voy a salir un momento —dijo, tomando un respiro profundo—. Estaré afuera cambiándome la ropa. Tó
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47. EL REGALO DE LA VERDAD
Coral permaneció inmóvil, analizándolo. Había algo en su voz, algo que no coincidía con la versión del hombre que ella se había forzado a creer. Desvió la vista hacia el cuadro, sintiendo el peso de la duda. No dijo nada; esperó que continuara. Porque el amor era un terreno complicado, más aún cuando estaba teñido de dolor y arrepentimiento. —Todos dicen que fue una obsesión… y tal vez tienen razón. Pero desde la primera vez que la vi en aquel parque, cuando estaba jugando con Filipo, algo dentro de mí cambió. Me enamoré de ella —continuó Maximiliano con tristeza, como si admitirlo en voz alta volviera todo más doloroso—. Me pareció la niña más hermosa que había visto en mi vida. Cada día me decía a mí mismo que iba a tratarla bien, que podía ser diferente&helli
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48. CRISTAL
Abre los ojos y sonríe al ver a Gerónimo dormido abrazado a ella. ¡Oh, dios! Fue maravilloso cómo le hizo el amor. Le gusta mucho, muchísimo. ¡Le dolió! La tiene muy grande; creyó que la iba a romper toda. Pero fue muy considerado, cuidándola todo el tiempo, y después fue alucinante cómo la hizo sentir. Es un experto en eso, no quería que dejara de hacerle el amor. Cristal se sacó la lotería con su esposo; no puede echarlo a perder. Tiene que buscar la manera de decirle toda la verdad. No importa que sea un Garibaldi. Tiene que hacerlo suyo para siempre. Él no quiere dejarla; le dijo que es una Garibaldi. Ja, ja, ja, ¡ella una Garibaldi! Ja, ja, ja. Está segura de que nadie se esperaba eso, ni siquiera ella. Ja, ja, ja. Pero le gusta Cristal Garibaldi. Bueno, sería Agapy Garibaldi; suena bien. Sí, cualquiera de los dos nombres suena muy bien. Señora Garibaldi, ja, ja, ja. Nunca imaginó que hacer el amor con un completo desconocido le fuera a ser tan gratificante. Es hermoso, fuerte
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49. CONTINUACIÓN
Cristal sonríe al escuchar la preocupación en la voz de su querido primo, a quien siempre ha considerado como un hermano. Lo ha extrañado más de lo que podría admitir, y sentirlo tan cercano de nuevo la llena de un cálido alivio. Decide no mentirle, aunque sabe que debe escoger con cuidado sus palabras. —Estoy con mi esposo, mi hermano. No te preocupes, dilo en la casa —responde con suavidad, dejando escapar una sonrisa que él no puede ver, pero seguro sentiría si estuviera ahí—. Disculpa que no te avisara. Anoche tomé demasiado y apenas me desperté. Él me encontró en el club y me trajo a su casa. —Está bien, mamá me llamó muy asustada. A ver cuándo me lo presentas —dice sin dejar de lado su tono protector, aunque con algo de curiosidad—. Yo te busqué cuando llegué al club, pero no te encontré; pensé que te habías arrepentido de venir. Hace un rato mamá me llamó para preguntarme si estabas conmigo porque tampoco te vieron en el club. ¿Cuándo me vas a presentar a tu esposo? ¿Quiere
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50. TEMORES Y SECRETOS
Gerónimo, concentrado en la conversación telefónica, lanza un par de palabras breves que confirman un motivo de la llamada. Cristal, mientras tanto, sigue en su mundo de pensamientos. Se mueve cerca de ella con esa seguridad que parecía intrínseca en cada uno de sus gestos, mientras mantiene la conversación telefónica. Cristal siente que sus palabras anteriores cargan un peso que no puede ignorar. Este hombre, su esposo, sigue siendo un desconocido, una maraña de secretos, un enigma que la ha lanzado a un torbellino en el que no está segura si quiere encontrar la salida o rendirse de lleno a lo desconocido. —Es mi hermano —menciona Gerónimo brevemente, sin apartar la atención de la llamada. —¿Cómo se llama tu hermano? —pregunta Cristal, ansiosa por saber más de su vida. —Guido —responde con soltura, antes de retornar su atención al teléfono—. Sí, mi hermano. ¿Ya llegaron? Está bien, iré en una hora. Claro, gracias, sé que te debo una. Cuelga, se gira hacia ella con una ampli
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