176. EL ATENTADO
En ese momento, las sombras de sus preocupaciones parecían desvanecerse; su amor era tan grande y puro que parecía que podían lograrlo todo.—Pero, cariño, mira, estás todo vendado, y cuando me duermo, siempre termino encima de ti. Me acostumbraste muy mal —Cristal hizo pucheros mientras le reprochaba eso.—No lo hice; me gusta que duermas encima de mí, cielo —y metió su cabeza entre los senos de Cristal, quien se sonrojó por completo.—¡No hagas eso, cariño! —exclamó, tratando de apartarse.A pesar de que deseaba continuar con esa intimidad, Cristal sabía que no podían hacerlo mientras él estuviera herido. Gerónimo, todavía sentado en la cama, no dejaba que Cristal, que se encontraba entre sus piernas, se alejara.—¿Por qué no? —preguntó, volviendo a hundir su rostro en el pecho d
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