Todos los capítulos de LOS HEREDEROS DE LA MAFIA. Legado de la mafia.: Capítulo 81 - Capítulo 90
90 chapters
Capítulo 81. El juego de las sumisas.
TrinaSabía que no me había creído. Podía sentirlo. Como un cuchillo presionando contra la garganta sin terminar de hundirse. Dominic no era de los que se tragaban mentiras disfrazadas de inocencia. Menos aún cuando las pruebas le escupían la verdad en la cara.Me duché en silencio, sintiendo el agua caliente golpearme la piel como si intentara borrarme la culpa. Pero la culpa no era por llamarla. Era por lo que vendría después.Al salir del baño, encontré a una de las señoras del servicio parada, junto a la cama. Su postura rígida, como soldado entrenado. No era la misma ternura de otras veces. Algo había cambiado.—Por orden del señor, debe ponerse esa ropa —dijo, señalando el conjunto que descansaba sobre la colcha.Un jean ajustado, camisa de tirantes. Nada como los vestidos de lujos o ropa seductora de días anteriores. Esta vez me querían lista para algo... distinto.Suspiré. Asentí en silencio. Tomé la ropa y volví al baño. Me vestí con movimientos bruscos, sintiendo cómo la te
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Capítulo 82. Lo mío no se toca.
Trina —¿Qué? —pregunté sin entender, fue allí cuando ella señaló mi cuello. —El collar. Ese símbolo —dijo—. Te marca. Nadie que quiera conservar sus dedos y su integridad física se te va a acercar mientras lleves eso. Toqué el collar con los dedos. Lo había olvidado. El jodido collar que Dominic me había vuelto a poner. —¿A esto? —pregunté, con incredulidad—. ¿Por esto no me acercan? La mujer asintió. —Eso, querida… es una sentencia. Y una advertencia. La furia me recorrió como un rayo. Una propiedad. Un maldito objeto. Pero si creía que me iba a controlar con ese maldit0 collar como si fuera un perro, no me conocía bien. Dominic Ivankov iba a descubrir que no se puede encerrar a una llama sin que se queme la jaula. Y si quería jugar con fuego… yo iba a ser el incendio. Allí me di cuenta de que el collar pesaba como un grillete alrededor de mi cuello. “Una sentencia. Una advertencia”. Las palabras de la mujer resonaban en mi cabeza mientras mis dedos se cerr
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Capítulo 83. Tu marca… y la mía.
TrinaLa rabia que se le veía a Dominic haría retroceder a cualquiera, pero el bielorruso no parecía importarle, seguía sonriendo, desafiante.Mientras el bielorruso olía a pino y tabaco caro. Dominic, a ira y pólvora. —Quizás al no tener un collar una marca que indique ser de tu propiedad, la dama prefiera elegir por sí misma —sugirió Mikhael, deslizando un dedo por mi clavícula. Craso error. Antes de que pudiera parpadear, Dominic lo empujó y lo agarró por el cuello, empujándolo contra una mesa que crujió bajo el impacto. —¿Eso crees? Ya lo veremos. —susurró con una calma aterradora.DominicSolté al bielorruso, quien no dejaba de provocarme con esa sonrisa de burla, no sabía que el simple hecho de respirar el mismo aire que Trina, era un privilegio que yo le había concedido. ¿A cuántos no había matado anteriormente por eso?Pero estaba dispuesto a darle una lección no solo a los presentes, sino a ella, para que aprendiera de una vez que conmigo no se podía jugar.Mis pies me ll
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Capítulo 84. Dueña de mi infierno.
DominicAún sentía el ardor bajo la piel. La marca que ella me había dejado seguía humeando como si Trina hubiera grabado en mi pecho un recordatorio de que yo no era invencible.Jodida niña salvaje.Mientras la llevábamos fuera del poblado, con los Vory a nuestro alrededor abriendo paso, yo no podía dejar de mirar esa figura desafiante caminando delante de mí. Su cabello danzaba con el viento, su cuello desnudo relucía sin el collar.Ella había roto las reglas. Y yo... Yo había dejado que lo hiciera.No dije ni una palabra durante el trayecto. Mi puño apretado sobre la empuñadura del jeep temblaba. No por miedo. No por dolor. Por la furia contenida que me carcomía desde adentro.Llegamos a uno de los refugios secundarios, una construcción apartada del edificio principal, hecho de concreto y acero, custodiada por mis hombres más leales. Nadie habló. Todos sabían que algo se había desatado en mí. Algo oscuro. Algo viejo.Apenas entramos, la empujé dentro de la habitación con la mirada.
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Capítulo 85. Yo también te odio.
Seamus McLoughlin. Jefe de la mafia irlandesa.El humo del cigarro dibujaba espirales grises en el aire viciado del almacén, cuando recibí la llamada de mi espía. Ese que estaba justo en el poblado donde había llegado Dominic con su gente."Confirmado", murmuró el hombre al otro lado de la línea “Esa mujer es el talón de Aquiles de Dominic. Hubieses visto como la marcó con hierro al verla coqueteando con otro, y ella le regresó el gesto marcándolo".La voz al otro lado de la línea era áspera, grave, sin sombra de duda. El hombre había estado infiltrado durante un par de semanas en aquel maldito pueblo ruso, escondido entre los mercados, las sombras y los techos con francotiradores.Una risa seca resonó desde mi garganta.—Entonces lo tenemos.Me levanté del sillón de cuero desgastado donde había estado repasando planos y fotos.—Nos pondremos en Trina, y él hará todo lo que le pidamos. Todo.Giré el cigarro entre los dedos, observando cómo la ceniza caía al suelo.—Creo que Nadia ser
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Capítulo 86. Lo que arde entre enemigos.
TrinaAnte mi pregunta, vi el cambio en sus ojos. Como si hubiese tocado algo que no debía. Su cuerpo se endureció. Su mano subió rápido a mi cuello, sin apretar, solo posándose allí como una amenaza velada.—Tengo miedo de que alguien más tenga el placer de apretar este precioso cuello antes que yo —murmuró.Su tono fue oscuro. Letal. Pero en sus ojos había otra cosa. Un brillo ahogado. Una angustia que no combinaba con su voz.Y eso me desarmó por dentro.No tuve tiempo de pensar más.Porque sus labios cayeron sobre los míos como una tormenta, y todo volvió a prenderse fuego.Su cuerpo me aplastó de nuevo contra la cama, su lengua invadió mi boca como si quisiera borrarme la memoria, la voluntad, el mundo.Lo abracé con los muslos, con las manos, con los labios, sabiendo que él no era mi refugio. Era mi guerra.Y yo había nacido para pelearla.Y si eso me costaba la vida... entonces que el infierno venga por mí.Porque antes, iba a llevármelo conmigo.DominicLa tenía bajo mí, sus g
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Capítulo 87. Veneno entre las sombras.
NadiaLa rabia me carcomía como un ácido. Seguía abajo, entre los restos del humo, la música decadente y los gemidos apagados de sumisas y jefes de clanes ebrios de poder. Pero yo... yo estaba ardiendo.¡Maldita perra!Dominic se la había llevado. Marcada. Poseída. Conquistada. Y no, no le dio el escarmiento que todos esperábamos. No la humilló. No la dejó sangrando. No la hizo suplicar, no la golpeó.Aunque dijo que le haría pagar, se la llevó como si fuera un trofeo.Como si... la amara.Me crucé de brazos, apretando los dientes hasta que me dolieron. Sentí las miradas de los hombres que antes me buscaban desviarse. Ya no era la mujer al lado del jefe. Ahora era solo otra que miraba desde la sombra.—Tengo que acabar con esa perra —espeté entre dientes.Fue entonces cuando sentí la vibración del teléfono. Un mensaje de un número desconocido. "Responde. Te conviene". Dudé un segundo, con miles de preguntas revoloteando en mi mente. ¿Quién era? ¿Por qué la llamaban? ¿Qué quería?Mi cu
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Capítulo 88. Sangre y desafío.
Seamus.El humo del cigarro se enreda entre mis dedos mientras observo las fotos esparcidas sobre la mesa. Trina. Dominic. Nadia. Piezas en un tablero que solo yo veo completo. —Prepárense —digo, levantando la mirada hacia mis hombres—. Es cuestión de horas para arrancarle el corazón al Zar —concluyo con burla. Y cuando ese momento llegue… que el infierno tiemble, pensé.Me giré hacia uno de mis hombres de confianza.—Cuando tengan a Trina. Tráiganla viva, aunque la quiero que la aten con gruesas cadenas, porque sí, algo me he dado cuenta de que ella no es tan simple como parece. Si ha enamorado a un hombre como Dominic, es porque está hecha del mismo material que él.Trina.Desde la ventana veo cómo los autos se pierden en la noche, llevándose a Dominic con él. Me quedo en la oscuridad, mientras el viento frío azota mi piel marcada por sus dientes, sus manos, su ira disfrazada de pasión. “Te mandaré con unos hombres a otro lugar, no es bueno que estés aquí”, sus palabras
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Capítulo 89. El mismísimo Dominic King.
IzanEl despacho olía a tabaco, a whisky caro, a mentiras baratas y frustración. Estaba sentado, con los codos apoyados sobre el escritorio y el rostro entre las manos. Había perdido la cuenta de cuántas veces había repasado cada decisión. Cada palabra. Cada gesto que pudo haberlo cambiado todo. Me sentía culpable por no haber sido diligente desde el primer momento, por haberme dejado engañar.Las paredes forradas de roble oscuro parecían cerrarse sobre mí cuando la puerta se abrió de golpe. Mi madre.Carolina Armone de Quintero entró como un huracán vestido de seda negra, sus ojos, los mismos que heredé, ardiendo con una furia que solo las leonas conocen. —¡Dime quién carajos se llevó a Trina!La voz de mi madre me atravesó como un cuchillo oxidado. Me puse de pie de inmediato. Carolina Armone no era una mujer que preguntara dos veces. Su sola presencia podía congelar el alma de los más duros. Y esta vez venía desatada. Furiosa. Descompuesta de rabia.—Mamá... yo ya te dije que e
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Capítulo 90. La traición olía a pólvora.
IzanVi la preocupación de mi madre y no pude evitar preocuparme.—Voy a traerla —le prometí a mi madre.Ella levantó la vista. Su mirada ya no temblaba. Era la mirada de una madre dispuesta a matar por su hija.—Más te vale, Izan. Porque si no lo haces... no será Dominic quien desate el infierno. Seré yo. Tienes cuarenta y ocho horas para hacerlo.Fui yo quien tragó saliva esta vez.Porque en ese momento entendí algo más aterrador que la furia de los clanes.Mi madre... era el verdadero demonio de esta historia.Y estábamos todos jodidamente condenados.TrinaEl motor rugía como una bestia contenida bajo el capó del todoterreno. La lluvia golpeaba el parabrisas como uñas desesperadas, y el camino serpenteaba entre árboles helados bajo una noche que estaba demasiado callada. Demasiado perfecta.Los hombres de Dominic estaban tensos. Sus manos, cerca de las armas. Sus ojos, buscando entre sombras.Iba sentada en la parte trasera, la chaqueta ceñida al cuerpo, los dedos rozando la marca
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