Para Viktor, un breve momento en el que estimuló el morbo de Alina fue suficiente. No para aplacar el deseo que ella encendía en él como lava dormida en las entrañas de un volcán, sino para avivarlo aún más. Ella era tierra fértil sobre la que su fuego amenazaba con desbordarse. Era un deseo constante, latente, que sabía controlar… hasta ahora. Porque solo Alina había logrado provocar ese tipo de obsesión. Solo ella lo hacía perder el control, deseándola una y otra vez como a ninguna otra.Para un hombre como Viktor, ese nivel de interés sostenido era desconcertante, incluso perturbador. No estaba acostumbrado a necesitar a nadie. No por tanto tiempo. No con esa intensidad.Ella estaba sentaba a su lado en el asiento del copiloto, el aroma de su perfume flotaba en el aire del lujoso auto que descansaba en el silencioso garage subterráneo. Las luces eran tenues, proyectando sombras largas sobre el capó reluciente del coche negro. Afuera, la calle se cerraba como un secreto, pero adentr
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