Damián nunca había sido así.Se inclinó con su cuerpo musculoso, acercándose al oído de Aitana, con una voz inusualmente severa.—¿Te gusta él, eh?—Este vestido, ¿te lo pusiste especialmente para él?—Dímelo, ¿te lo pusiste para él? ¡Habla!...Las luces se reflejaban caóticamente.Aitana echó la cabeza hacia atrás, su delgado cuello tenso, mirando al hombre enfurecido mientras respondía deliberadamente con un tono provocador: —Sí, me lo puse para Miguel.Los ojos negros del hombre se entrecerraron mientras sostenía su nuca, diciendo fríamente: —¡¿Cómo te atreves?!La lluvia no cesaba, como una tormenta repentina.Hasta la madrugada, cuando todo se calmó.En el dormitorio, bajo la luz tenue, el cuerpo delgado de Aitana estaba cubierto por una sábana fina. De espaldas a Damián, dijo fríamente: —Ya has conseguido lo que querías, ahora puedes irte.Damián había estado abstinente durante medio año, y esta noche había encontrado alivio. Aunque seguía enfadado, su ira se había disipado en g
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