El sol brillaba intensamente sobre la mansión Arriaga, pero para Isabela, cada día dentro de esos muros era una lucha constante por mantener la calma. Desde el incidente en el almuerzo organizado por Camila, la joven se había refugiado aún más en su mundo interior. Se encontraba en el jardín, cuidando sus flores, como solía hacer para encontrar algo de paz en medio del caos.Dario, el hermano menor de Leonardo, observaba a Isabela desde la distancia. Había llegado temprano esa mañana para conversar con Leonardo sobre negocios, pero no pudo evitar notar la expresión de soledad en el rostro de Isabela mientras trabajaba en silencio. Algo en ella despertaba su instinto protector, y, al verla, decidió acercarse.—Isabela —la llamó suavemente, haciendo que ella levantara la mirada sorprendida.—Oh, Dario, no te vi llegar —dijo ella con una tímida sonrisa, dejando las herramientas de jardinería a un lado.—Eso parece. Estabas muy concentrada —respondió, devolviéndole la sonrisa. Luego hizo
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