El sol comenzaba a ponerse sobre la ciudad, tiñendo de naranja las paredes del apartamento. Amara y Lia estaban sentadas en el sofá, con una taza de té en las manos. El ambiente era tranquilo, pero algo en el aire parecía que no podía dejar de inquietarlas. Habían estado hablando de todo un poco, pero, inevitablemente, la conversación se desvió hacia lo que ninguna de las dos quería recordar: el secuestro.“¿Recuerdas ese momento?” dijo Lia, su voz temblando ligeramente. “Lo pasamos tan mal, Amara… No sé cómo no colapsé en ese instante.”Amara la miró, el dolor de aquel día aún presente en su mente. “Yo no sé cómo lo hice… estaba tan aterrada. Pero, al final, aquí estamos. Estamos vivas.”Un silencio pesado se instaló entre ellas, ambas perdidas en sus recuerdos, hasta que Lia rompió la quietud con una risa débil.“¡Ay, no, no! No estamos para llorar, estamos para celebrar, ¿verdad?” exclamó, levantándose de un salto. “Dios nos dio una oportunidad más para vivir y ser felices, así que…
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