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Todos os capítulos do PROPUESTA INDECENTE: Capítulo 31 - Capítulo 40
42 chapters
Vincent en la distancia, dentro de mí
La puerta del apartamento se cerró con un suave clic y la mujer del servicio de limpieza apareció en el umbral, con su bata de trabajo y una sonrisa radiante, como si fuera el momento más común del día. Su presencia era como un respiro, una figura de normalidad, y yo, con el consolador vibrando en mi mano, me sentí completamente fuera de lugar.—¡Oh, perdón! —dije rápidamente, guardando el juguete lo mejor que pude, aunque la caja dorada con el nombre de Vincent grabado seguía visible y era, sin duda, el centro de atención de toda la habitación—. Estoy... estoy organizando algo. Ya sabes, una... especie de... de experimento.La mujer me miró fijamente, una ceja levantada, pero, afortunadamente, no hizo más preguntas. A vece
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Entre orgasmos y palabras (o cómo escribir con las piernas temblando)
Todavía sentía los temblores en los muslos cuando me senté frente a la laptop con una manta encima, el pelo alborotado y las mejillas sonrojadas como si hubiese corrido un maratón. Pero no había corrido. No, señora. Solo había sido... poseída a control remoto por el hombre más loco, arrogante, sexy y ridículamente meticuloso del universo.Y ahora, entre jadeos todavía medio presentes y un corazón acelerado, tenía una sola idea: escribir.Porque si algo hacía Vincent —además de robarme la ropa interior emocionalmente— era inspirarme. Y después de ese regalito con su nombre grabado (en oro, porque claro, él no conoce la humildad), tenía combustible suficiente par
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Todo lo que el vino no puede tapar
Vincent odiaba los hospitales. No por los doctores ni por las batas, sino por el silencio. Ese silencio constante que parecía cargar con cada suspiro de las personas que esperaban noticias que podían cambiarles la vida. Ese día fue puntual, vestido de forma “normal” (es decir: traje a medida, sin corbata, pero con reloj que costaba más que un carro mediano).Llegó con una bolsa de comida saludable para la madre de Havana —su manera de decir “me importas, pero aún no sé si puedo abrazarte sin que me derrumbes emocionalmente”— y otra para la hermana de Havana.La hermana, Ava, lo recibió con una ceja arqueada y los brazos cruzados. Vincent reconocía esa mirada: la misma que le daba Havana cuando quería saber si estaba mintiendo.—¿Vincent, no? —preguntó Ava, aún con tono neutra
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Los Pecados del Padre
El silencio en la finca no era natural. Era el tipo de silencio que se siente cuando el pasado se sienta contigo en la misma mesa.Vincent estaba en el despacho de su padre. Un lugar que apestaba a poder, a historia, a secretos. Las paredes estaban cubiertas de cuadros antiguos: puros hombres. Hombres que construyeron, destruyeron, y que sabían que su legado valía más que su moral.Su padre, Étienne Valmont, estaba sentado detrás del escritorio de caoba con una copa de coñac en la mano y su bastón apoyado sobre el brazo del sillón.—Has cambiado —dijo sin mirarlo directamente—. No sé si para bien o para peor.Vincent se mantuvo de pie, las manos detr&aa
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El rincón más íntimo
—¿Y entonces? —preguntó Havana con una mezcla de ansiedad y orgullo mientras le entregaba a Vincent el manuscrito impreso, caliente todavía de la impresora—. ¿Te atreves?Vincent, recostado contra el marco de la puerta, con la camisa remangada hasta los codos y ese aire de "jefe del mundo" que le quedaba tan bien, levantó una ceja mientras tomaba el manuscrito como si acabara de recibir un tratado de guerra.—¿Esto es todo? ¿Ya llegaste al final?—Es mi final. Que no es lo mismo que el fin —respondió ella, con una sonrisa que intentaba disimular sus nervios.Él se rió suavemente, se sentó en el sofá del salón
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Aplausos, Libros… y un Rastro de Perfume Peligroso
 Nunca imaginé que ver mi nombre en letras doradas sobre una pancarta gigantesca me haría sentir tan… chiquita. Tan vulnerable.“Oscuridad Consentida– Una novela de Havana”Sí, ahí estaba yo. Con mi vestido negro que se aferraba a mis curvas como si supiera que necesitaba armadura, con mis labios rojo guerra y el corazón latiendo tan rápido que parecía que quería escaparse. La rueda de prensa fue lo que se esperaba: preguntas directas disfrazadas de interés, periodistas que me miraban como si pudieran leer entre las páginas de mi alma.—¿Este libro es autobiográfico?—¿Está basado en alguien… real?—¿Vincent inspiró al protagonista?
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El escenario es mío... con la cláusula final
HavanaEra mi momento. Por fin.Después del accidente, las llamadas, los comunicados fríos, los titulares escandalosos… era mi momento.Me puse el vestido rojo. Ese con escote que gritaba que no era una víctima, ni la simple autora de moda, ni “la novia de un empresario poderoso”. Era yo. Havana Belmont. La que escribió su historia a sangre viva.—¿Lista? —preguntó el encargado del evento, con un auricular en la oreja y los nervios a flor de piel.Yo asentí. Por dentro, la emoción se me alborotaba como fuego en
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Metida de pata
Vincent me miró. Silencio. Confirmación.—Alguien lo publicó en una cuenta anónima. Ya hay clips sacados de contexto. Algunos lo relacionan con nosotros, con el club, con Marco… con cosas que no tienen nada que ver con la historia final.—¿¡Marco!? ¿¡Qué tiene que ver Marco!?—Ni siquiera sé cómo llegaron a eso. Pero están relacionando personajes con personas reales. No hay pruebas, pero hay insinuaciones. Y tú sabes que Internet no necesita pruebas para destruirte.Me senté en la cama. Mi corazón latía como si alguien me hubiese metido un tambor en el pecho. No era miedo, era ira. Rabia. Porque ese manuscrito era crudo, inacabado, escrito en momentos oscuros y emocionales. Jamás debió salir de mi carpeta de "Cosas que nadie debe leer jamás".—¿Y qué hacemos ahora?Vincent colgó la llamada, se acercó y me tomó las manos. Su mirada era intensa, pero serena.—Ahora… vamos a enfrentar esto. No vamos a dejar que arruinen lo que has logrado.—¿Y si ya lo hicieron?—Entonces arrasamos con t
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Bajo las Luces del Club
—¿Cómo…?—Tengo recursos. Y cuando se trata de protegerte, los uso todos. Solo lo sabemos tú y yo.Sentí un nudo en la garganta. No por la acción —aunque era monumental—, sino por lo que implicaba. Que alguien se tomara tantas molestias por mí. Por algo que ni siquiera le correspondía a él limpiar.Vincent, el hombre al que muchos temían y otros tantos querían imitar, había movido cielo, tierra y dinero por proteger una parte de mí que ni siquiera estaba segura de querer conservar.—Gracias —susurré.Él se acercó y me besó la frente, como tantas veces, pero esta vez con una ternura que me desarmó.—Ya no tienes que huir de tu historia —dijo—. Porque ahora es solo eso: una historia. Y tú estás lista para escribir otra.Esa noche, mientras el mundo se tragaba nuestra declaración pública con hambre de novela romántica, mientras los medios nos analizaban y los fans nos adoraban o cuestionaban, yo solo podía pensar en eso.En lo mucho que había cambiado.De la escritora bloqueada que busca
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Lo Que Nos Une
—No confíes en nadie que sepa tu nombre completo —dije, con el teléfono en la mano, leyendo una carta anónima que habían deslizado bajo la puerta del club, dirigida a mí."Oscuridad Consentida no fue solo un título. Fue una confesión. Y no todos están listos para perdonar."No tenía firma. No tenía remitente. Solo eso. Un papel grueso, con letras recortadas de periódico, como en las películas. Pero eso no era lo que me inquietaba. Era el perfume. Uno que reconocía demasiado bien.Vincent lo olió también. Lo sostuvo unos segundos entre los dedos y murmuró con la mandíbula tensa:

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