La ciudad desde la ventana parecía otra. Más quieta. Más amable. Con las luces como estrellas artificiales y el rumor del tráfico como un murmullo lejano. Cerré la puerta del apartamento con cuidado, como si no quisiera romper la calma que habitaba allí.—¿Vincent? —llamé, dejando mis llaves en la bandeja de la entrada.No respondió enseguida. Pero lo escuché. El sonido de su camisa deslizándose sobre la piel, el leve golpe del vaso al dejarlo sobre la barra de la cocina. Me acerqué.Estaba descalzo, en pantalón de vestir y una camiseta gris, el cabello ligeramente despeinado como si se hubiera pasado los dedos más de una vez.—Hola, mi autora favorita —murmuró, mirándome con esa mezcla peligrosa de deseo y ternura.—Hola, mi problema favorito —respondí con una sonrisa cansada.Vincent se acercó, lento, como si quisiera saborear cada paso que lo separaba de mí. Cuando me envolvió en sus brazos, fue como si el mundo se detuviera. Su pecho contra el mío. Su aliento en mi cabello. Su pre
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