70. Se acabó
Derek Montenegro La llamada se cortó con un sonido seco. La frustración que sentia empezó a recorrer mis venas como un líquido corrosivo. ¡Maldición! En el almacén, el ambiente estaba cargado con el penetrante aroma de la sustancia ilegal, agarrando al desleal por su camisa, la cual estaba sucia y desgarrada. Al recogerlo del piso, noté lo pesado e inútil que era al sostenerlo. Él compartió una de mis fórmulas con Santoro y estaba a cargo de ese laboratorio. En las últimas horas, me había enfocado en perseguir a todos los que estaban junto a Santoro o a los traidores que afirmaban ser mis aliados. —No terminan de aparecer todos —mascullé mientras, de manera ágil, el arma que sujetaba con mi mano derecha disparó directamente a su cabeza. En el almacén, se escuchó un sonido fuerte que reverberó, un eco metálico que chocó con las paredes de concreto. El hombre, ahora sin movimiento, se desplomó hacia atrás, salpicándome la camisa y el rostro con sangre. Permanecí en ese lugar, res
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