Alaric no responde, y sus ojos tampoco me revelan nada. En cambio, se inclina y me besa suavemente en los labios, como si estuviera probando algodón de azúcar, dulce y etéreo, que se disuelve al contacto. Sus labios permanecen sobre los míos unos segundos más, largos y pausados, como en una escena d
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