—¿Qué está diciendo Alejo? —Joaquín creyó escuchar el nombre de Luciana.—No escuché bien, vámonos —Ricardo negó con la cabeza.Joaquín asintió.Alejandro vomitó una vez en la madrugada, y todo el cuarto quedó impregnado de un olor nauseabundo. Con la boca y la garganta resecas, se sentía como un pez fuera del agua, a punto de morir de sed.—Agua, agua...Antes, cuando se emborrachaba, Luciana solía quedarse a su lado toda la noche. Si tenía sed, ella le servía agua de inmediato, y cuando se sentía mal, ella lo consolaba. Nunca se había sentido tan terrible como hoy, sentía que se iba a morir.La empleada doméstica llegó a limpiar hasta la mañana. Como Luciana ya no estaba y no había nadie que se encargara de la casa, había contratado a una empleada para las tareas del hogar.Entre dormido y despierto, sintió que alguien trapeaba el piso. Al abrir los ojos, vio a la empleada limpiando. Frunció el ceño mientras recuperaba la lucidez, él mismo casi se desmaya por el aire viciado del cuar
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