Capítulo 36
Alejandro, que ya llevaba días con malestar estomacal, se sintió peor después de probar el picante.

Frunció el ceño sin decir nada, pero aceptó tácitamente irse.

Se levantaron, pagó la cuenta y salieron del bistró.

Por el frío, había poca gente en la calle. Los pocos grupos que caminaban lo hacían juntos, protegiéndose mutuamente del viento helado.

María se encogió:

—Qué frío hace.

Esperaba que Alejandro la abrazara, pero él actuó como si no la hubiera oído y fue directo a abrir el auto.

María hizo un puchero decepcionada.

Ya en el auto, preguntó:

—¿Alejo, puedo ir a ver tu casa?

Alejandro respondió distraídamente:

—Mmm.

María sonrió de inmediato, olvidando su decepción anterior.

Poco después llegaron a su casa.

Al entrar, María vio a la empleada preparando empanadas y se acercó curiosa:

—¿Por qué haces tantas empanadas?

—El señor Morales las come por la mañana, pero como no hay tiempo temprano, preparo varias y las congelo. Así puedo freírlas cuando el señor quiera —respondió la emple
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