Debo reconocerlo, aunque cada movimiento que hago me causa mucho temor, al punto que mi corazón se acelera mucho anunciando que en cualquier momento podría salirse, la realidad es que estoy disfrutando de las atenciones de Arnold.Él es cuidadoso, me enseña como todo un profesional, como deslizarme y si tropiezo, su mano firme me impide caerme y eso me hace sentir más tranquila. Por eso, miro hacia el hombre que toma en serio esta clase de patinaje y me imagino a un niño sonriente haciendo lo que ama.— ¿Por qué renunciaste a algo que amas y haces tan bien?— Tuve cosas de las que hacerme cargo desde pequeño, por eso, tuve que dejar de lado todo esto y ocuparme de madurar sin poder disfrutar de lo que me gusta.— Eso no suena bien.— Sigo patinando, no todo es trabajo, yo suelo patinar para despejar mi mente, cuando estoy frustrado, vengo a una pista de patinaje y disfruto
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