Nadie me defiende, por eso, Arnold me lleva a la que será mi prisión hasta el fin de mis días y como si estuviera llevándome en sus brazos con mucho amor y delicadeza, me deja hace entrar a una habitación donde después de dejarme en la cama, confirmo que será mi calabozo. Uno muy lujoso, pero, calabozo al fin.Arnold, no se marcha, si no que comienza a desvestirse porque su perfecto traje blanco, tiene sangre. Entonces, alguien toca a la puerta y él le permite el paso al robot que se acerca a mí con una pinzas que me asustan.— ¡Aléjate de mí! — grito, pero como las personas, el robot me ignora.— No necesitas preocuparte por lo que pueda hacerte el robot, lo que va a hacerte es curar tu herida.— Estoy bien.— Si no dejas que el robot te toque, lo haré yo, pero, no soy alguien que lo hace de forma delicada.No me niego a ello, despu&e
Ler mais