De pronto, todo se vuelve oscuro, pero cuando Renatto es capaz de abrir los ojos que también cerró como un cobarde que nadie vio, ve a su gemelo sosteniendo el arma lejos de Isabella, ella de rodillas en el suelo respirando pesadamente.El aire en el calabozo es denso, impregnado del olor metálico de la sangre y el polvo que flota en el ambiente. Isabella permanece en el suelo, inmóvil y perpleja, la mejilla aún ardiendo por la bofetada que Renatto le ha propinado, pero su mirada sigue siendo la misma, desafiante, intensa, sin un ápice de sumisión.Él la observa con el ceño fruncido, respirando con dificultad, su mandíbula apretada en un intento de contener la tormenta que se agita dentro de él.—¡¿Estás loca?! —gruñe, su voz cargada de incredulidad y enojo—. ¡¿Cómo se te ocurre atentar contra tu vida solo po
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