Emanuel estacionó frente a la casa de Verónica, y ambos permanecieron en silencio unos segundos, disfrutando de la tranquilidad del momento. Desde mañana, Emanuel ,volvería a trabajar en la empresa, algo que le entusiasmaba, aunque sabía que debía volver al bar a trabajar. A su jefa del bar le debía lealtad absoluta. Carolina, desde la ventana, observaba a su madre con una sonrisa. Había notado el cambio en ella, la forma en que su rostro se iluminaba después de las muestras de afecto de Emanuel. Por primera vez en mucho tiempo, veía a su madre feliz y radiante. Mientras Verónica pensaba en la relación que estaban construyendo, sus mejillas se sonrojaron. Emanuel, siempre atento, notó el cambio en su expresión y le preguntó con curiosidad: —¿En qué estás pensando, Vero? Verónica rió suavemente, intentando disimular. —Si te lo digo, no salgo del auto —respondió, riéndose a carcajadas. Emanuel arqueó una ceja, divertido pero decidido. —No voy a dejarte salir sin que me cuentes. S
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