La noche era brillante en mansión de Igor Petrov, con sus jardines iluminados por lámparas colgantes que proyectaban sombras teatrales en los muros de piedra. La fiesta, a esas horas, ya estaba en pleno apogeo.Los invitados, vestidos de manera impecable y portando mascaras en sus rotros, desfilaban entre risas y conversaciones teñidas de tensión. La música fluía sutilmente, con las notas de un piano entremezclándose con los murmullos y el tintineo de las copas al chocar.Entretanto, en una habitación del ala norte, lejos del bullicio y las miradas curiosas, Lilia permanecía sentada en un sillón junto a la ventana. La vista le ofrecía un resquicio del festín que se llevaba a cabo abajo, pero le resultaba distante, casi irreal. En sus manos reposaba un libro que había intentado leer durante horas; sin embargo, cada palabra impresa se desvanecía frente a sus ojos. Era como si el reloj marcara su encierro silencioso en ese lugar, mientras las voces del exterior la mantenían como una sombr
Leer más