El entrenamiento en el castillo continuaba con la misma intensidad de siempre, pero había algo distinto en el ambiente. Kael no dejaba de lanzar miradas socarronas a Tara, y ella empezaba a ponerse nerviosa.—¿Qué? —preguntó finalmente, cruzándose de brazos.Kael sonrió de lado y señaló su cuello con un gesto exagerado.—Nada, nada… Solo que alguien parece haber tenido una noche muy intensa. —Su tono era burlón, y al instante, todas las miradas se volvieron hacia Tara.Bella se inclinó, mirándola con atención, y luego soltó una carcajada.—¡Oh, por todos los cielos! Tara, tienes un chupetón enorme. ¿Cómo no te diste cuenta?El rostro de Tara ardió en cuestión de segundos. Instintivamente, llevó la mano a su cuello, sintiendo el ardor delatador en su piel. Miró a Rhidian con el ceño fruncido, pero él solo se encogió de hombros con una media sonrisa.—No te quejaste anoche —murmuró él en voz baja, lo suficientemente alto para que solo ella lo escuchara.Tara le lanzó una mirada asesina
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