Pov Leina Mis pulmones arden de tanto correr; me gritan y me exigen un respiro. Recostada a un árbol, trato de recomponerme, mirando la niebla alzarse sobre este bosque tenebroso y frío. Estoy demasiado lejos de cualquier manada y, aun así, tengo a mis espaldas a los hombres de Gena pisando mis talones. Ella es la única que ha podido llegar tan lejos con tal de encontrarme. Sé que sus planes están fuera de los de Bastian; tiene sus propias intenciones y yo no deseo averiguarlas. Siento una patadita en mi abultado vientre; lo acaricio, transmitiendo todo el amor que puedo, ocultando el miedo que me come las entrañas. Cuando cumplí los cuatro meses, deseé regresar, presentarme ante él y que supiera de su hijo, pero cuando intenté hacerlo, me encontré con Gena y esa orden que aún me hace sangrar. No podía creerlo; deseaba no hacerlo, pero allí estaba su sello. No podía haber errores; Gena no podía mentir porque nadie más que Bastian y Deiros tenían acceso a él. —Tranquilo, pequeño
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