La deseaba a rabiar, era demasiado el deseo el que sentía por ella. Mientras más decía o sentía odiarla, más quería tenerla para él, por alguna razón, quería poseerla en todos los sentidos, ¡Y cuanto antes ocurriera mejor!Pero había algo que lo alentaba a continuar. Eran las ganas no expresadas de Sun-Ji por ser poseída. Él se esforzaba por asustarla, quería que le temiera, porque disfrutaba su temor, pero a pesar del miedo, ella tenía una tenacidad inquebrantable, era una virtud que él admiraba en los negociantes, aunque la odiaba en los Kim, pero en ella la amaba, amaba que tuviera esa virtud porque de no tenerla, desde hacía mucho ella hubiese salido de su vida. En un semáforo en rojo, él la miró con un rostro lleno de arrepentimiento, y cuando ya pudo conducir se estacionó en un lugar lejano y le dijo:—¿Todavía estás muy enfadada conmigo? Yo no quiero que tú y yo empecemos esta nueva etapa de nuestra relación, peleándonos y discutiendo.—¿Y tú crees que yo sí quiero eso para nos
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